Desinformación
Esta palabra fue incorporada al Diccionario de la Real Academia Española en el año 2001. Se deriva del neologismo inglés “disinformation”, que se acuñó para significar la errónea información en los medios de comunicación de masas con el fin de confundir, desorientar o llevar a engaño a la opinión pública.
La comunicación es uno de los elementos esenciales de la organización social contemporánea, hasta el punto de que algunos autores -el sociólogo alemán Niklas Luhmann, entre otros- consideran que sociedad y comunicación son la misma cosa: que la sociedad, en último término, no es más que un sistema de comunicaciones.
Y es que los seres humanos actúan de acuerdo con las informaciones que tienen y esas informaciones las reciben de los medios de comunicación y de la red electrónica de internet que conecta universidades, bibliotecas, bases de datos, archivos, laboratorios y otras entidades científicas alrededor del planeta.
La televisión tiene especial importancia por la onda expansiva de su acción y por la fuerza “vivencial” de sus testimonios.
Sus mensajes informativos, de opinión y comerciales dejan profunda huella en la sociedad. Hay, sin embargo, mil maneras de manipular la información televisual.
La selección de las imágenes, su perspectiva, el tiempo de exposición, el apocamiento de unas noticias y la magnificación de otras, los trucos de la iluminación son, entre muchos otros, los métodos de manejo de la imagen en la pantalla.
La sociedad contemporánea está modelada en gran medida por los medios de comunicación de masas. Eso explica que la desinformación promovida por ciertos actores políticos sea un fenómeno frecuente en la vida pública.
Dado que la información es uno de los elementos más importantes de la sociedad moderna -denominada por eso “sociedad de la información”-, moverla y conmoverla por medio de datos erróneos constituyen sin duda una táctica tan eficaz como condenable.
Los fascistas fueron maestros en desinformar a sus pueblos. Un caso emblemático de desinformación promovió el nazismo a comienzos de la segunda guerra mundial.
Hitler, a través de su ministro de información y propaganda Joseph Goebbels, hizo verdaderos prodigios en los campos de la desinformación y subinformación para obtener de la opinión pública alemana las conductas deseadas.
El ministro hitleriano de la aviación, Hermann Goering, cuando los EE.UU. entraron a la Segunda Guerra Mundial a raíz del episodio de Pearl Harbor, dijo al pueblo alemán para envalentonarlo: “los norteamericanos no pueden construir aeroplanos; no saben hacer más que refrigeradoras y hojas de afeitar”.
Pero resultó que durante la guerra los gringos fabricaron 230.000 aviones militares y alteraron la correlación de fuerzas estratégicas.
Desinformación
Por Rodrigo Borja
ExPresidente Constitucional de la República del Ecuador
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