TIEMPOS DE INDOLENCIA
Los ecuatorianos del 2020
Por Rosalía Arteaga Serrano
Ex Presidenta Constitucional de la República del Ecuador
América Latina, a pesar de que ha sido bastante ineficiente a la hora de articular políticas conjuntas y de crear iniciativas que marquen su futuro de manera proactiva, tanto en términos económicos como sociales, parece que está predestinada a tener un futuro común.
Si no creen en la verdad de este aserto, veamos tan solamente lo ocurrido en estas últimas semanas, cuando hemos asistido a una especie de contagio de asonadas y salidas a la calle de cientos y hasta de miles de manifestantes.
El motivo de las protestas podía haber sido y de hecho así ha ocurrido, diverso. En unos casos la motivación ha sido económica, como lo que pasó en el Ecuador con la eliminación de los subsidios a los combustibles, o en Chile por el alza en el precio del pasaje en el metro. En otros la temática ha sido diferente, como los reclamos por el fraude electoral en Bolivia.
En todo caso, una especie de ola de protestas ha recorrido el continente, arrojando como resultado muertes y heridos lamentables, destrozo de bienes privados y públicos, inestabilidad, que indudablemente repercutirá en los resultados económicos de toda la región.
La inquietud viene dada precisamente por este análisis, ya que si existe hasta el efecto contagio en el tema de las protestas, porque también en otros países se agitan los pueblos, en México, en Brasil, en Argentina, en Panamá, en Colombia…, por qué no podemos articular políticas coherentes de trabajo común, de iniciativas que tengan en cuenta las necesidades colectivas de los pueblos, que parece ser, estamos marcados por un destino común.
No hemos sido exitosos a la hora de construir mecanismos comunitarios válidos para enfrentar los desafíos que como región tenemos. Y, cuando nos ponemos de acuerdo en algo, esos acuerdos tienen una muy limitada duración, dependiendo de los vientos políticos que soplen por la región, como es el caso de UNASUR, o los dejamos languidecer en una especie de limbo que pocas consecuciones puede exhibir como ocurre con la CAN.
Tampoco hemos sido eficientes a la hora de ayudar a países que se debaten en horas tan sombrías como Venezuela y Nicaragua, y en donde las libertades han sido tan seriamente afectadas.
Tal vez sea llegado el tiempo, al calor de las situaciones que nos obligan a una reflexión común, de buscar salidas conjuntas a las crisis, que no pasen por lo que dictamina el tenebroso Foro de San Paulo o lo que ahora se fragua en Puebla.
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