LA NECESARIA INDEPENDENCIA
LA NECESARIA INDEPENDENCIA
Por más que nos llamamos un país democrático y que vivimos en una democracia, parece que no se entiende bien lo que esto significa y entraña, como por mala fortuna ocurren situaciones similares en diversos países de nuestro continente; no se dan cuenta que vivir en democracia implica mucho más que participar de tiempo en tiempo en procesos electorales.
La democracia, de manera consustancial, tiene entre sus principios consagratorios el de la división de poderes, ese balance que significa un sistema de “pesos y contrapesos” sabiamente concebido, que evita la interferencia de un poder del Estado en el otro, que propicia un sano equilibrio, con controles mutuos, para que se dejen de lado los autoritarismos, la idea de que se tiene todo el “poder” y que se cometan los abusos que se generan en el tipo de gobiernos unipersonales, que se creen con un llamado mesiánico a gobernar y a salvar a sus pueblos, cuando lo único que consiguen es acumulación de poder y el predominio de la corrupción a favor de un grupo que secunda sus intereses.
Pienso que bien vale la pena hacer este tipo de reflexiones al inicio de un gobierno que tiene tareas fundamentales, luego de la vigencia por diez años de un régimen autocrático, que no tuvo nada de democrático, seguido por uno de transición, que ha durado cuatro años y que se ha mantenido en medio de crisis continuadas, unas heredadas del anterior y otras generadas por su misma falta de dinámica y por su permisividad.
Lo primero es entender bien el significado de democracia, que ya es antiguo, que va actualizándose, pero que no pierde su esencia, uno de esos elementos diferenciadores de otros tipos y sistemas de gobierno, es precisamente el que tiene que ver con la división de poderes, los clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial, por más que en nuestra Constitución del 2008, se crearon otros dos, que han sido cuestionados desde sus inicios, más aún el de transparencia y control social, representado por lo que se ha denominado el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, al respecto del que buena parte de la ciudadanía ecuatoriana demanda su extinción, tanto por el mal desempeño como por la injerencia notoria que se ha puesto de manifiesto en algunos períodos, por parte del poder ejecutivo.
Estoy segura de que el pueblo ecuatoriano apreciará de manera muy positiva el que esa división de poderes sea clara, que el poder legislativo se dedique a lo que es su mandato, es decir a hacer leyes y a fiscalizar, que el judicial tome muy en serio su propia independencia para evitar que los otros sectores interfieran en su trabajo de juzgar, así como el ejecutivo, dentro de nuestro sistema presidencialista, planifique y ejecute las obras que el país necesita, dejando para otros la capacidad de controlar y de fiscalizar.
Desde luego que hay también un rol importante y es el que tenemos los ciudadanos comunes y corrientes, los que todavía tenemos fe en el país y en sus extraordinarias potencialidades, y también tiene un papel trascendente la iniciativa privada, enmarcada en la ley, en los principios de solidaridad y de respeto.
Si cada uno hace lo que le corresponde, si el Estado crea las condiciones adecuadas que garanticen la educación, la salud, la seguridad, el empleo digno, podemos avizorar un futuro luminoso para el país. Para ello hay mucho que enmendar, muchas cosas que deben ser encausadas y por las que seguir luchando y en esa tarea sustancial debemos todos estar comprometidos
OPINIÓN
POR ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
ExPresidenta Constitucionl de la República del Ecuador
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