Pensar por fuera de afectos y cálculos personales
En una entrevista publicada por este Diario, al presidente de la Corte Constitucional (CC), Hernán Salgado, se puede apreciar que a pesar de que haya pasado una década en la que el ánimo social estaba determinado por parcelar gustos, por dividir sectores entre blanco y negro, aún existe la posibilidad de pensar y hacer las cosas de manera diferente.
De actuar, incluso, por fuera de afectos y cálculos personales. “Si yo estoy de presidente de esta Corte, tengo que actuar como la mayoría de esa institución quiere.
Tengo que dejar de lado mis anhelos, mis deseos de que no debería ser así”, dijo Salgado. Se refería al hecho de haber defendido la actuación de la CC con respecto al dictamen que posibilita el matrimonio igualitario en Ecuador.
Salgado tiene una visión diferente a lo expresado en el dictamen del juez constitucional Ramiro Ávila y avalado por Agustín Grijalva, Karla Andrade, Daniela Salazar y Alí Lozada. Sin embargo,
Salgado tuvo la capacidad moral e intelectual de defender el dictamen aprobado por la mayoría de la CC, incluso muy a pesar de su razonamiento jurídico expresado en su voto salvado, al que se adhirieron los jueces Carmen Corral, Enrique Herrería y Teresa Nuques.
Si en un momento de gran agitación, en donde Salgado podía ponerse a buen resguardo y decir, así no pienso yo, esa no es mi decisión, eso lo hicieron ellos, simplemente puso la pausa y dio una cátedra de madurez.
Lo importante es que este gesto democrático del presidente de la CC, pocas veces visto en órganos colegiados, se pueda replicar en el accionar posterior de esa institución, y ojalá en el resto de las instituciones del Estado.
¿Cómo se movería la alta política si actuara de esa forma? El lunes pasado, los asambleístas del correísmo abandonaron la sala de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea antes de debatir el informe que irá al Pleno para discutir la salida de la Unasur.
¿Cómo habría sido si esos parlamentarios tomaban en serio su papel y se quedaban?
Pensar por fuera de afectos y cálculos personales
Por Jorge R. Imbaquingo
Columnista Invitado
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