El último y angustioso resuello de George Floyd
El último y angustioso resuello de George Floyd
Las redes sociales: plaga, peste e indispensable tribuna del nuevo mundo que vivimos sin saber bien cómo ni hacia donde ir con ellas.
Esta vez, para el doloroso episodio que desató una oleada de protestas en Minneapolis y otras estados de la unión, mostró descarnadamente una muerte injusta. Un arresto, sobre el que poco importan los motivos, llevó a un grupo de policías a someter en el suelo a George Floyd. Con una rodilla aprisionando su garganta Floyd atinó a decir con angustia y una asfixia evidente que ya no podía respirar.
Cuando el policía aflojó la presión todo fue demasiado tarde. Floyd había muerto. El episodio, que se cuenta casi tan rápido como sucedió, tuvo una divulgación mundial gigante, como suele suceder con las miles de imágenes que inundan las redes. El victimario, Derek Chauvin, según relata el Diario Star Tribune había propiciado otras escenas violentas en el pasado.
La pregunta que surge es ¿por qué una carrera con matices violentos en una atmósfera social tensa no se corta a tiempo? Cualquiera que sea la respuesta es que se trata de una sociedad permisiva con la violencia y el abuso policial, más todavía cuando las víctimas son de origen africano.
La historia revive las más execrables tragedias de un país donde la mano de obra esclava llevó a una sangrienta Guerra Civil y las luchas por las libertades y los derechos civiles no cesaron ni siquiera con las conquistas de Martin Luther King, mártir de esa causa.
Floyd era corpulento, fue deportista y ahora trabajaba como guardia de seguridad. Deja huérfana a una niña y ahí empieza otro drama. Las calles fueron escenarios de violentas protestas. El fuego prendió almacenes y supermercados. La turba desató su ira contenida.
Una expresión de hondos sentimientos escondidos que afloran y se contagian. La naturaleza humana es creativa y sublime, unas veces; otras, siniestra y aterradora. En tiempo de pandemia emergen otras miserias, de las tantas que agobian a la humanidad.
OPINIÓN
Por Gonzalo Ruiz Alvarez
Columnista Invitado
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