EL MAÍZ, EL MAÍZ
EL MAÍZ, EL MAÍZ
Hace un par de días, en un chat con amigos brasileños, me decían a través de una hermosa ilustración de una amarilla mazorca, con su vívido color, que el 24 de abril es el día del maíz en el Brasil, conozco que en México se celebra el 29 de septiembre, para Guatemala, Honduras y Salvador las fechas son diversas y probablemente lo sea para otros países de nuestra diversa América Latina, en el Ecuador esta celebración puede ser la última semana de agosto o la primera de septiembre, la verdad es que para este comentario esas fechas no son tan trascendentales como el sentido que tienen, como la connotación que el maíz implica para las comunidades agrícolas sobre todo de la región de la sierra, porque viene atado a sus tradiciones ancestrales, a su gastronomía, a su vida.
Pienso en “Hombres de maíz” la hermosa novela escrita por el premio Nobel de literatura, el gran escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, originada en el mito del Popol Vuh o Popol Wuj, en la grafía de los actuales mayas, libro que trae las tradiciones de este pueblo del que beben su cultura y su identidad los pueblos de América Central y de México, y al pensar en ese libro siento que tal vez los ecuatorianos no hemos sabido valorar de manera adecuada nuestras tradiciones culturales, nuestras raíces, que forman parte de esa identidad que está siempre en construcción pero que debe tener la certeza del orgullo que los pueblos sienten por sus ancestros.
Y desde luego sabemos, quienes nos gusta hurgar en la historia, que el maíz es uno de los regalos que la América indígena le hizo al mundo, junto con la papa, el cacao, el tomate, el ají, y tantos otros productos maravillosos que han logrado paliar el hambre en el mundo y que ahora hacen parte de esas otras identidades.
En cuanto al maíz, se dice y yo lo creo, que el origen, como de tantos otros vegetales, viene de ese extraordinario espacio que llamamos Amazonía, rico en su diversidad, en la imbricación de unas especies con las otras, lo que le provee de esa riqueza y a su vez de la fragilidad que le son consustanciales.
Pero también hay registros de que el maíz fue domesticado en nuestro país, en la zona de lo que hoy conocemos como Península de Santa Elena, en una cultura denominada Valdivia, cuya datación nos habla de cuatro mil años antes de Cristo, siendo la más antigua cultura cerámica de América. Son pueblos gobernados por matriarcas, navegantes, comerciantes, ceramistas, pero también agricultores, que nos dejan un legado magnífico que todavía debe estudiarse, también en su relacionamiento con las culturas de Meso América y del Perú.
Si nos atenemos a la realidad histórica, basada en la antropología, en la arqueología, deberíamos hablar de “Mujeres de Maíz”, en homenaje a las antiguas valdivianas, a las mujeres de tocados y de pechos enormes que habitaron la zona, pero también podemos mencionar a los “Pueblos de Maíz” por referencia a la importancia que el maíz tiene para la ruralidad ecuatoriana, para los hombres y las mujeres que lo cultivan.
Sabemos que del maíz depende en mucho la alimentación de los pueblos, pero también en la incidencia que tiene para la alimentación animal. Esta planta generosa ahora aparece enriquecida con elementos que la potencian, se muele para obtener la harina que servirá para la elaboración de panes, tortillas y coladas o dará origen a bebidas ceremoniales como la chicha.
Brasil y Argentina son los grandes exportadores de maíz en nuestro continente, pero jamás debemos olvidad que el origen de este maravilloso alimento es nuestra región Andino Amazónica.
OPINIÓN
Por Rosalía Arteaga Serrano
ExPresidenta Constitucional de la República del Ecuador
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