SÓCRATES por Rodolfo Bueno
SÓCRATES
Sócrates nació el año 470 antes de Cristo en Atenas y su sabiduría no consiste en la simple acumulación de conocimientos sino en revisar los conocimientos adquiridos para, a partir de los mismos, erigir una sapiencia más sólida.
Sostenía que el saber y el autodominio permitirían restaurar la relación entre el hombre y la naturaleza, que quien quiera superarse debe ser tolerante y forjar para sí el pensamiento creador, lógico y racional; combatir, en el sentido positivo de esta palabra, la irracionalidad, el dogmatismo y la intolerancia; persuadirse de que, en lo fundamental, el ser humano es racional y está capacitado para conocerse a sí mismo, para superarse y transformar positivamente el entorno natural donde desarrolla sus actividades.
Durante toda su existencia hizo gala de practicar estos
principios, por eso su vida es el ejemplo del sabio superior. Hizo suya la sentencia “Conócete a ti mismo”, inscrita en el templo de Apolo en Delfos, y estimuló a sus discípulos para que practiquen este pensamiento y se apropien de conceptos tales como justicia, amor y virtud.
Concentró sus enseñanzas en la ética, esencia de la moral, y en la posibilidad de enseñarla. Postuló que el vicio proviene de la ignorancia y que el conocimiento genera integridad, que quienes conocen el bien actúan de manera justa y no hacen el mal a nadie. Aconsejó: “Desciende a las profundidades de ti mismo y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta”.
El filósofo Arquelao, discípulo de Anaxágoras, lo introdujo en las reflexiones sobre la física y la moral, y es muy posible que fuera a él al que escuchara la doctrina sobre el “espíritu”. Posteriormente, decepcionado de muchos filósofos, optó por dedicarse a reflexionar sobre sí mismo y sobre la vida del ciudadano común, cuyos problemas éticos le parecieron más importantes. Para analizarlos convirtió el diálogo en una búsqueda colectiva.
Según Sócrates, los conceptos de saber y rectitud son coincidentes, porque el que conoce lo recto actúa con probidad y sólo el ignorante actúa mal. Así pues, el saber del que Sócrates habla no es el saber teórico sino el saber práctico, acerca de qué es lo mejor y lo útil. Este saber o virtud puede ser enseñado y aprendido ya que los dones naturales no bastan para alcanzar la bondad y la integridad.
Sócrates postuló que la sabiduría es la más importante de todas las virtudes, porque incluye a las restantes. El que posee sabiduría posee las demás virtudes y nadie obra mal a sabiendas, si alguien engaña al prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal. El sabio reconoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le reportan la honorabilidad, la confianza, la reputación y la estima, son muy superiores a los que podrían reportarle el engaño, las riquezas, el poder o un matrimonio conveniente, pero que el ignorante no se da cuenta de ello, pues si se diera cuenta no cultivaría el engaño sino la honestidad; el hombre ignorante es inevitablemente vicioso, de igual manera que el hombre sabio es necesariamente virtuoso, pues es la misma cosa conocer el bien y practicarlo.
Dijo que la virtud no es cualidad innata, sino lo contrario, surge espontáneamente en algunos hombres, mientras que otros carecen de ella. Pero, puesto que la sabiduría contiene a las demás virtudes, la virtud se puede aprender, porque mediante el estudio profundo y analítico se puede alcanzar la sabiduría y así se puede adquirir la virtud. Esto convierte a Sócrates en una figura de las más extraordinarias y decisivas de la historia, pues representa la oposición al relativismo y al subjetivismo y es un ejemplo singular de unidad entre la teoría y la conducta, entre el pensamiento y la acción. Al sostener que el conocimiento es virtud y la ignorancia, vicio, fue capaz de elevar esta unidad a la esfera del conocimiento.
Sócrates no creía poseer la verdad ni que él la podría encontrar sólo, consideraba que todo ser humano es dueño de una pequeña porción de ella y que únicamente mediante el esfuerzo colectivo era factible descubrirla. Esto contrasta con la actitud de los sofistas, filósofos presocráticos griegos, expertos en la retórica y la elocuencia, que elaboraron diferentes teorías para explicar el cosmos y creían conocer todo.
Nos enseñó que el primer paso para alcanzar el saber es la aceptación de nuestra propia ignorancia, y esto juega un papel fundamental en el campo de las reflexiones éticas.
Sostenía que el hombre no puede hacer el bien si no lo conoce, es decir, si no posee el concepto del mismo y los criterios que le permiten aprehenderlo. El problema de la moral y el conocimiento del bien orbitó alrededor del centro de sus enseñanzas, con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al superar las preocupaciones universales de sus predecesores.
Sócrates no escribió libros, ni fundó ninguna escuela de filosofía que perdurara, ni dejó una sola línea escrita acerca de sus ideas, que pregonaba a quien se le cruzaba en el camino, pues creía en la superioridad del diálogo y la discusión sobre la escritura, como medio para alcanzar el conocimiento. Lo que se conoce sobre sus enseñanzas es extraído de las obras de Platón, su discípulo, que posiblemente atribuyó a su maestro gran parte de sus propias ideas.
Como no escribió nada y sometió a discusión todo lo que pensó, su obra oral es a menudo contradictoria. Mientras que Aristófanes se burla de él, en la comedia “Las Nubes”, Platón exalta la figura de Sócrates, en sus “Diálogos”, y lo considera digno de ser rememorado desde el día que le lavó los pies y le calzó las sandalias. Por su parte, Aristóteles sostiene que, en lo referente a la ciencia, Sócrates hace dos grandes aportes, el razonamiento inductivo y la definición de lo universal.
Sócrates intentó que la gente pensara y cayera en cuenta de cuál es el conocimiento real, pues los poetas, los artistas y los filósofos de su época estaban persuadidos de poseer una gran sabiduría; por el contrario, él era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia. Pese a lo cual, Platón lo describe como alguien que, aparentando ignorancia, se esconde detrás de la ironía e interroga a la gente con gran ingenio y agudeza mental, para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones. Método que se denomina “ironía socrática” y cuyo meollo se concentra en su célebre frase “Sólo sé que nada sé”. De esta manera, el primer paso para alcanzar la sabiduría es saber que no se sabe nada; en otras palabras, tomar conciencia de su propia ignorancia.
Admitida esta ignorancia, comienza la mayéutica, método inductivo que permite al hombre buscar y encontrar la verdad. Para que la misma sea descubierta, Sócrates, mediante hábiles preguntas cuya lógica iluminaba el entendimiento, oponía reparos a las respuestas dadas e intercalaba nuevas preguntas y nuevas razones que conducían al interlocutor a descubrir o alumbrar la respuesta buscada, de manera que, finalmente, se diera cuenta de si sus opiniones iniciales eran una apariencia engañosa o el verdadero conocimiento; buscaba así que el interrogado alumbrara la verdad alojada en el interior de su propia alma, que descubriera por sí mismo la solución del problema planteado. Conducía de manera tan sutil este diálogo, que la verdad parecía surgir del interior mismo del interlocutor como un descubrimiento propio.
Sócrates sostenía: “Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento”. Denominó mayéutica al arte de dar a luz ideas. Arte que comparaba con el de las parteras, con la diferencia de que a quienes hacía parir eran seres humanos a los que les trataba el alma, según él, fuente de todo conocimiento. Por eso, Sócrates decía: “La verdadera sabiduría está en reconocer su propia ignorancia”.
Se podría sintetizar a la mayútica como la ironía, o sea, la sutileza con que se hace las preguntas de manera que el ser humano caiga en cuenta de que realmente no sabe nada, para que así recapacite sobre su propia ignorancia. Tal logro es esencial, pues no se puede enseñar algo a quien ya lo cree saber. Según Platón, Sócrates sostenía no haber enseñado nada a sus discípulos sino que ellos habían llegado al conocimiento por sí mismos.
Para emprender el camino de la superación mediante la mayéutica, el hombre debe buscar el conocimiento de su Yo interno. Sólo quien se conoce a sí mismo puede conocer a los demás, y todo lo demás. El conectarse con su mundo interior, con su consciencia, le permite obtener criterios puros para analizar y estudiar el mundo exterior y el universo, constante y eterno. Esta búsqueda de su interioridad le faculta para mantener una conexión íntima con su consciencia, y debe ser su única meta.
Sócrates murió a los 70 años de edad. Fue condenado a tomar la cicuta luego de ser acusado de no reconocer a los dioses atenienses y de corromper a la juventud. Según Platón, pudo eludir la condena, pero prefirió morir. Su vida y prédica ejemplares son hoy, en un mundo en el que imperan la mentira y el engaño, más actuales que nunca.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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