Ya el primer avión había impactado la torre norte del World Trade Center, cuando la peruana Gisela Avalos, que en ese momento tenía 33 años, salía de la estación Chambers del Subway en el Bajo Manhattan, para ir a su trabajo de limpieza en la oficina de un arquitecto en la calle Franklin en Tribeca.
Veinte años después, Gisela todavía no ha superado del todo lo que presenció aquella mañana, que luce lejana, pero que al paso de dos décadas no logra borrar ni de sus altibajos emocionales, ni de su piel.
Esta semana cuando la Gran Manzana empezó a remover algunos recuerdos de aquel doloroso 11 de Septiembre, y los medios se conectan con los detalles del ataque terrorista más fatídico de la historia de la ciudad, la inmigrante prefirió alejarse de esas imágenes.
“No es un momento superado. Cuando veo algo relacionado con ese día tan horrible, de inmediato se me repite una película. Y me lleno de ansiedad. Desde ese momento inclusive evito a toda costa usar el tren. Prefiero el autobús. El encierro me desespera”, contó.
Eran las 8:50 minutos de la mañana del 11 de septiembre de 2001 y Gisela salía como todas las mañanas del tren, pero esta ocasión, en cada escalón hacia la calle empezó a percibir que era un paso a un verdadero infierno. El vuelo 11 de American Airlines ya había impactado la primera de las Torres Gemelas. De allí en adelante todo ya es historia.
“Al salir de la estación todo era una nube de polvo y gente desesperada que corría gritando que había empezado una guerra”, recordó.
Mientras todo le impedía regresar a su casa en Queens, porque muchos cuadrantes de las calles fueron cerrados en medio de la confusión, Gisela al igual que miles de personas, quedaron atrapadas en medio de un ‘huracán’ de desesperación, gases tóxicos e incertidumbre.
En esos segundos, ni siquiera las mismas autoridades del país sabían lo que estaba sucediendo.
“Allí fue cuando el otro avión impactó sobre la otra torre. Empezamos a ver cómo la gente se tiraba de los pisos huyendo del fuego. Aparecieron helicópteros y aviones de los cuerpos de emergencias en segundos. Pensábamos que eran parte de una guerra que se había iniciado, porque volaban muy bajo”, recordó todavía impactada.
Eran ya las 9:03 minutos cuando la segunda aeronave, del vuelo 175 de United Airlines que atravesó la torre sur, elevó el pánico en esa parte de la ciudad, el país y el mundo.
Gisela, hoy con 53 años, lo presenció todo. Y ante el cierre de los servicios de transporte, no le quedó otra alternativa que caminar hasta su casa en Corona, en Queens. Uno de los viajes más largos de su vida. El inicio de una travesía que no ha terminado.
“No quedó otra que salir de allí. Cuadras y cuadras en medio de aquel olor y polvo. Llantos, policías en cada esquina. Tardé seis horas y media en llegar al Puente Queensboro. Y hasta la fecha no hay un día en que regrese a esa parte de Manhattan que no tenga una extraña sensación”.
Al paso de los meses de ese suceso, que marcó la vida de todos los neoyorquinos, esta inmigrante quien había dejado su Lima natal en 1991, para formar una familia al lado de su esposo y sus dos niños en la Gran Manzana, empezó a mostrar algunos cuadros emocionales y físicos muy extraños.
“Me empezaron a aparecer lesiones raras en el cuerpo, erupciones, manchas. Eso a la par de muchas manifestaciones de ansiedad y pánico. Nada era igual en mi. Iba de un doctor a otro y nadie sabía qué decirme”, contó.
Todo indicaba que el choque con un ‘pandemonium’ doloroso y contaminante había dejado secuelas en la humanidad emocional y física de la peruana. Ella misma no lo sabía, como la mayoría de las víctimas que inclusive hoy podrían estar padeciendo cuadros emocionales y que no asocian con el hecho de haber estado cerca del área de los atentados.
Dos décadas, otros escombros
Decenas de miles de personas que vivían o trabajaban en vecindarios cercanos al escenario de los ataques, respiraron aire provisto de gases tóxicos, además partículas de los rascacielos pulverizados y quemados.
Informes muy precisos divulgados con los años, especifican cómo el humo esparcido por el aire neoyorquino era muy perjudicial para la salud. Por ejemplo, se precisó cómo en las Torres Gemelas había más de 400 toneladas de amianto, un compuesto potencialmente cancerígeno. Las partículas de ese material sobrevolaron el cielo de Manhattan durante semanas.
Con el derrumbe de los que fueron los edificios más altos del mundo, se generó una humareda que estaba compuesta por restos del combustible de los aviones, de equipos electrónicos, mercurio, asbesto y amianto, especifican muchos reportes.
Para personas como Gisela, quien a todas luces fue una de las miles de ‘víctimas indirectas’ de ese ataque, le costó un par de años determinar cuál sería la vía para subsanar sus ‘cicatrices’, hasta que conoció de las alternativas de atención sanitaria y salud mental que hasta la fecha sigue ofreciendo la Ciudad.
“Después de tanto transitar por médicos que no sabían explicar qué me pasaba, me encontré con un programa de la Ciudad que estaba atendiendo a todas las personas que podían estar de alguna forma afectadas en su salud por esta tragedia”, acotó.
Se trata del Programa de Derivación del Tratamiento (TRP) del 11 de Septiembre que forma parte del Registro de Salud del World Trade Center (WTC), el cual es una sombrilla de ayuda disponible para los sobrevivientes que califiquen para recibir atención para afecciones de salud, que de acuerdo con algunos criterios de las investigaciones, están asociadas con los efectos contaminantes de esa tragedia.
Quienes pueden recibir todavía soporte en atención médica y salud mental relacionado con estos ataques, son quienes como Gisela, estuvieron presente en el área del desastre, durante el ataque o en los días, semanas o meses posteriores al 11 de Septiembre.
Todavía se calculan los efectos del desastre
Los sobrevivientes elegibles reciben tratamiento para afecciones de salud relacionadas con esta calamidad, sin costos en su bolsillo y sin importar su estatus migratorio.
El área de desastre de Nueva York para los sobrevivientes es el área del Bajo Manhattan al sur de la calle Houston e incluye cualquier cuadra de Brooklyn que se encuentre dentro de un radio de 1.5 millas del antiguo sitio del World Trade Center.
Este plan de salud específico que está manejado por el Departamento de Salud e Higiene Mental de la Ciudad (DOHMH), no se ha estructurado al azar.
Durante casi dos décadas, la Ciudad ha realizado cinco grandes encuestas cuyos hallazgos han servido para puntualizar el impacto de este desastre en la salud de los sobrevivientes, los trabajadores de rescate y recuperación y quienes hicieron labores de limpieza.
“Veinte años después les podemos decir a quienes piensen que sufrieron el impacto en su salud de estos atentados, que no están solos. Que existen formas de ofrecerles ayuda médica y psiquiátrica. Para ello, deben mostrar evidencias de que en efecto estuvieron cerca en el momento o los días posteriores al ataque”, explicó Kimberly Mantilla, coordinadora del Registro de Salud del World Trade Center.
Luego de años de encuestas, cruce de información, seguimiento de síntomas a cerca de 71,000 afectados que participaron en el registro que se inició en el año 2003, de los cuales 9,000 son de origen hispano, el DOHMH cuenta con una serie de hallazgos que permiten comprender de manera específica cuáles son los cuadros de salud que sigue disparando esta tragedia.
Lesiones agudas y traumáticas, trastornos de las vías respiratorias y digestivas, algunas formas de cáncer, trastornos de salud mental y musculo esqueléticos figuran en el inventario de las patologías derivadas de este atentado, que de manera directa causó la muerte de 2,753 personas, pero cuyas consecuencias en la salud pública todavía se está analizando.
Mantilla destacó que si hoy, dos décadas después, una persona considera que padece algún problema en su estabilidad emocional o física, por haber estado físicamente en el área del desastre, tiene aún opción de buscar ayuda en el programa.
“Tenemos personal en español para derribar las barreras del idioma. No nos importa el estatus migratorio de los afectados. Solo se tiene que demostrar, de una manera sencilla, que se estaba en esa área durante esos días. En esta conmemoración queremos recordar que a pesar del tiempo, hay opciones de buscar ayuda. Es un modelo único en el mundo de hacer seguimiento a los riesgos de salud luego de un hecho como este”, acotó Mantilla.
Datos precisos
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- Uno de cada cinco adultos (19%) inscritos en el Registro de Salud del WTC informaron síntomas de estrés postraumático (PTSD) 5 a 6 años después del 11 de septiembre de 2001.
- 4 veces mayor al índice que normalmente se encuentran estos cuadros en la población general.
- Una de cada 10 personas inscritas en este registro desarrolló asma por primera vez dentro de un período de 6 años desde el 11 de septiembre, lo cual triplica el índice nacional.
¿Cómo saber si aplico a este plan de ayuda médica?
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- Si usted o alguien que conoce puede tener un problema de salud relacionado con el 11 de Septiembre, llame al TRP al: 1-888-WTC-7848 (888-982-7848). En esta línea se ayuda a determinar su elegibilidad y guiarlo a través del proceso de inscripción y solicitud.
- Si está experimentando una crisis emocional en cualquier momento y siente la necesidad urgente de hablar con alguien, puede comunicarse con un consejero las 24 horas del día, los 7 días de la semana al 888-NYC-WELL (888-692-9355).
- NYC WELL ofrece servicios en varios idiomas. Para obtener más información, visite nyc.gov/nycwell .