Opinión: Ecuador debe desterrar lo malo del pasado
Opinión: Ecuador debe desterrar lo malo del pasado
En general, en Ecuador, y en todo el mundo, el obrero gana poco y labora mucho, mucho más de las ocho horas diarias que conquistó en Chicago el 1 de Mayo de 1886, en ocasiones, desde las primeras horas de la mañana hasta el anochecer; parte del salario que les descuentan los patrones sin escrúpulos es birlado con el pretexto de otorgarles beneficios ficticios; no tienen jubilación, ni montepío, ni ningún tipo de ahorro o amparo que le permitan cubrir cualquier emergencia; si en sus quehaceres sufren algún accidente, la culpa es suya, sin que importe la gravedad del caso; tampoco tienen tiempo libre para averiguar de sus derechos. De esto deberían ocuparse los gobiernos y no de reprimirlos ciegamente.
Es inútil pedirle al Presidente Lasso que tenga piedad del trabajador ecuatoriano, cuyos actos, a veces vandálicos, se explican por el hambre de justicia que se ha convertido en su brújula espiritual; también lo es porque él no es un estadista capaz de comprender a su país. Mientras tanto, el rugido de la multitud no cesa. ¿Qué va a pasar? ¿ A dónde marcha Ecuador? Sólo se sabe que si las decisiones que van a tomar los poderes del Estado no son sesudas, todo lo malo que pudiera pasar, pasará.
Presidente Lasso, si pretende encontrar las causas del levantamiento indígena, que ya es de todos los sectores populares, suba a los altos páramos de la serranía de los Andes o adéntrese en los suburbios de las ciudades o en las aldeas del agro, para que se entere que Ecuador está dividido en dos sociedades nada equitativas, una, donde se vive igual o mejor que en las zonas más ricas de los países desarrollados, y otra, donde hay una colectividad que, como dijo Montalvo, no se describe por no hacer llorar al mundo. Ese es el país que usted, señor mandatario, no conoce. Lo que está sucediendo muestra la insatisfacción del pueblo por la política económica de su gobierno, que no ha tocado los problemas sociales para paliarlos.
Dicen los sabios en economía que los subsidios son malos. De ser así no deberían existir, pero existen, ¿por qué? Pues porque son necesarios, si no los pobres no podrían estudiar, ni tendrían acceso a la salud cuando se enferman, ni gozarían de los demás beneficios sociales. Los economistas neoliberales, que aconsejan eliminar los subsidios, no conocen la pobreza que esa medida genera y hablan de ella por hablar, no saben y no quieren saber que la genuina miseria es un círculo vicioso imposible de romper. Si un mago de las finanzas como dicen que el Presidente Lasso es, hubiera tenido la desdicha de llegar al mundo en los altos páramos de la serranía del Ecuador, no estaría sentado en el solio presidencial y sería parte de las protestas populares.
El verdadero menesteroso es víctima de la incomprensión social de un medio que le achaca toda la culpa de sus desdichas y se encuentra encadenado a la penuria, la ignorancia y la tiranía del tiempo; se saca el aire desde el amanecer hasta el anochecer sin devengar siquiera para un pedazo de destiño que por lo menos lo ilusione con el olor de la miel, siempre siente hambre y cansancio y lleva la vida a cuestas, cual pesado fardo, sin haber gozado nunca de una sola alegría. Toda una real y eterna pesadilla.
Es inútil pedirle al Presidente Lasso que se compadezca del hambre de la gente y acepte los diez puntos que le exigen, que sienta piedad del pueblo ecuatoriano, cuyas protestas se explican por la sed de justicia, brújula espiritual de las grandes mayorías, porque él no es un estadista capaz de comprender que Ecuador se hunde en la vorágine de lo desconocido. El rugido de la multitud no va a cesar mientras el gobierno sea sordo a la voz de cualquier manifestante, que no es ni leído ni instruido como los miembros del gabinete presidencial, pero tiene una filosofía y un pragmatismo contra los cuales es difícil discutir: ¡No puedo hacer otra cosa que protestar, pues tengo hambre!
Ecuador ha mejorado desde la época en que don Juan Montalvo dijo que no escribía sobre el indio por no hacer llorar al mundo. Ahora es diferente. Cualquiera es testigo de que en el siglo pasado había en las aulas universitarias muy pocas mujeres y ningún indígena. Para bien del país, todo eso ha cambiado. Ahora entre las mujeres y los indios hay especialistas preparados, que son las cabezas de esta gigantesca movilización nacional.
Ha pasado a la historia el huasipungo, sistema de explotación establecido en la serranía del Ecuador a partir de la conquista, mediante el cual el terrateniente asignaba al indio una pequeña parcela, que le garantizaba su permanencia en el feudo. A cambio de ello, el indígena debía laborar en la hacienda gratuitamente con su familia, todos los días y las noches del año. El huasipunguero, supuestamente debía cobrar un salario por su trabajo, aunque nunca se le pagaba sueldo, ni tenía seguro, ni vacaciones, ni era dueño de nada.
Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango, Ricardo Paredes, Luisa Gómez de la Torre, Nela Martínez, Jesús Gualavisí, del Partido Comunista, encabezaron la lucha del indígena ecuatoriano, que derrumbó este oprobioso sistema de explotación.
Tránsito Amaguaña, junto a Dolores Cacuango, impulsaron en la década de los cincuenta la creación de escuelas bilingües rurales, en las que por primera vez se enseñó al campesino indígena en quechua y español; también promovieron la creación de cooperativas agrarias como mecanismo de presión social y política para exigir al Estado la entrega de tierra a los indios.
La Revolución del 28 Mayo de 1944 permitió la creación de la Confederación de Trabajadores del Ecuador y de la Federación Ecuatoriana de Indios. El 28 de mayo de 1990, un grupo de indios tomó la iglesia de Santo Domingo, el Presidente Borja aceptó varias exigencias de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE. Desde entonces, la dirigencia de la CONAIE supo tomar el toro por los cuernos para defender el derecho del ecuatoriano a existir con dignidad en un mundo en el que la indignidad cunde por doquier.
Hoy, el pueblo se ha levantado contra las medidas impuestas por el FMI, que de manera ineludible encarecen todo, y Ecuador vive una movilización popular que desde ya constituye un ejemplo para el mundo. ¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe. Por lo pronto, el gobierno intenta aplacar el rugido del pueblo con llamamientos a la paz y la concordia, por cierto muy necesarias, pero que llegarán cuando se eliminen las causas que motivaron el malestar popular general.
La CONAIE afirmó que las protestas no cesarán hasta que se acepten los diez puntos que han planteado, también pidió la liberación de sus compañeros detenidos y que se detenga la represión en el país. Es que hubo víctimas mortales y eso no tiene precio. La vida de un hombre del pueblo vale más que todo el dinero que se pueda recaudar con las medidas dictadas por el FMI.
El 13 de octubre de 2019, durante el levantamiento indígena contra el gobierno de Lenín Moreno, el entonces Presidente del Movimiento Indígena y Campesino del Cotopaxi, Leonidas Iza, advirtió: “Señores del Gobierno, no subestimen al movimiento indígena, dejen de echar la culpa al correísmo… Me parece que es irresponsable… No están viendo bien, no están viendo con objetividad. Nosotros mismos nos sorprendemos por la cantidad de gente (que acompañó las manifestaciones). No creo que Correa en este momento tenga la capacidad de mover aquello”. De igual manera, en la actualidad es irresponsable atribuir las masivas protestas populares a la oposición, liderada por Rafael Correa, o al narcotráfico.
Sin conocer estas realidades, el Presidente Lasso decretó el estado de excepción en seis provincias y lo derogó luego, amenazó con aplicar medidas represivas ascendentes, que sólo pueden empeorar la situación que vive el ciudadano medio. ¿Acaso espera que la gente comprenda sus razones a palo? Enfrentar a la fuerza pública con la población civil no va a darle resultado alguno, pues la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, que a buena hora no son propensas al fascismo, son también parte del país y ya antes han arrojado del poder a presidentes persuadidos de que con las protestas se pretende desestabilizar a sus gobiernos, legal y democráticamente constituidos, sin entender que el pueblo reacciona porque defiende el derecho a existir con dignidad. Lo legal y lo justo, la ley y el orden, la paz social y los gobernantes, no siempre coinciden, como pasa en el actual caso.
De lo antedicho, todo va a mejorar si el pueblo de Ecuador ha adquirido ya la madurez suficiente como para dirigirse por sí mismo, se organiza y en el futuro va a elegir a gobernantes que lo representen, o sea, un gobierno del pueblo y para el pueblo; caso contrario, el país seguirá jugando a la democracia, esto es ir a elecciones, votar por el mal menor y escoger al candidato que más ofrece, para luego sentirse defraudado y maldecir al déspota electo. Hay que desterrar lo malo del pasado, porque no hay mal que dure eternamente, ni ecuatoriano que lo resista.
OPINIÓN
Rodolfo Bueno
Especial para Ecuador New
www.ecuadornews.com.ec