La era de la incertidumbre
Venir a Ginebra me ha permitido intercambiar criterios con analistas de la situación global, de una manera que resulta imposible al hacerlo por Zoom o por los modernos mecanismos de comunicación. Me refiero a la vinculación personal que facilita el diálogo transparente y pone sobre la mesa de discusiones a elementos críticos, como las perspectivas que tenemos de cómo superar la coyuntura que nos ha impuesto la historia.
La incertidumbre nos acompaña siempre, pues es una constante en el devenir de la humanidad. Muchos creíamos que luego de las tremendas conflagraciones de las guerras mundiales al inicio del siglo pasado, que costaron millones de muertos y décadas de reconstrucción, la humanidad hubiese aprendido a solucionar sus problemas mediante el diálogo y la reconciliación. Nada más lejos. Parece que el hombre regresa a sus instintos primitivos de buscar el uso de la fuerza y no de la inteligencia para superar su problemas. Hoy, con una incapacidad desconcertante, enfrentamos las consecuencias de la pandemia, la invasión rusa y el deterioro de la economía global que anticipa hambre y pobreza.
No cabe duda que la incertidumbre la sufre toda la humanidad, como resultado del alineamiento de los elementos de una tormenta perfecta, que imposibilita la solución de los problemas. No existe la visión y el liderazgo ilustrado que permita a todos los actores globales cohesionar esfuerzos, en lugar de dilapidar las pocas energías individuales y, peor aún, que intenten la bobería de querer imponer sus visiones utópicas, cuando no existe posibilidad alguna de afectar una realidad tan compleja. El desmoronamiento de las estructuras de gobernanza global y nacional asegura más incertidumbre y desconcierto.
Sin un claro sentido de lo que buscamos, la política se vuelve reactiva. Para solucionar los problemas que enfrentamos, necesitamos ideas innovadoras y voluntad política de buscar nuevos caminos de paz, diálogo y entendimiento.
OPINIÓN
Luis Gallegos Chiriboga
Ecuador News
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