Sobre calendarios y algo más
En la antigua Roma hubo diferentes maneras de calcular las épocas, una de ellas fue establecida a partir de la fundación de Roma, año que llamaron ab urbe condita, o a.u.c. El 607, durante el pontificado de Bonifacio IV, la época actual comenzó a ser llamada cristiana, término que se relaciona con el nacimiento de Jesús, cuya fecha no se conocía entonces con exactitud. Dionisio el Exiguo, un monje matemático de Rumania, luego de estudiar documentos históricos y la Biblia, entre los años 526 y 530 calculó que Jesús había nacido el 25 de diciembre de 753 a.u.c. Poco después, el 754 a.u.c. fue llamado año 1 A.D., Anno Domini, o año 1 del Señor, pero los años anteriores al 1 A.D. se siguieron llamando años a.u.c. A partir del siglo XVII, a los años anteriores al 1 A.D. se los comenzó a llamar años antes de Cristo, a. C., y a los posteriores, d. C.
Como en ese entonces no existía el concepto matemático del número cero, el inicio de nuestra época es el 1 de enero del año 1, cuando se inician también la década 1, el siglo 1 y el milenio 1; por lo tanto, no hay año 0, ni década 0, ni siglo 0, ni milenio 0. Por esta razón, el primer siglo transcurre desde el 1 de enero del año 1 hasta el 31 de diciembre del año 100 y el primer milenio, desde el 1 de enero del año 1 hasta el 31 de diciembre del año 1000. También, el año 1 a. C. es seguido por el año 1 d. C.
En la Roma antigua, el año tenía 304 días divididos en 10 meses, 6 de los cuales eran de 30 días y 4 de 31 días. El rey Numa Pompilio, en el siglo VII a. C. le agregó 2 meses para que el año tuviera 12 meses. Posteriormente, en Egipto, el emperador Julio Cesar no sólo fue seducido por los encantos de la joven reina Cleopatra, sino que también se convirtió en un admirador de la milenaria cultura egipcia, de la que reprodujo y oficializó en el año 45 a. C. un nuevo calendario, que dura 365,25 días y que en su honor se llama Juliano.
Por iniciativa del triunviro Marco Antonio, y en honor al emperador Julio César, el mes quintilis, que duraba 31 días, fue llamado julius, o julio en castellano. Posteriormente, el Senado de Roma cambió el nombre del mes sextilis por augustus, agosto en castellano, en honor al emperador Octavio Augusto, y para que julio no tuviera prevalencia sobre agosto, le dieron una duración de 31 días, en vez de los 30 que duraba. El día añadido fue sustraído de febrero, que pasó a tener 28 días en lugar de los 29 que tenía; los demás meses del año duraban 30 y 31 días y, para evitar que tres meses seguidos durasen 31 días, a septiembre le asignaron 30 días, a octubre 31, a noviembre 30 y a diciembre 31.
Cuando el emperador Constantino I, el Grande, cristianizó el Imperio romano, organizó en el año 325 d. C. el primer Concilio Católico de Nicea, que determinó, entre otras cosas, que la Pascua de Resurrección, festividad cristiana que celebra la resurrección de Jesucristo, debía caer el domingo siguiente a la primera Luna llena, luego de que en el hemisferio norte se produjera el equinoccio de primavera, y se debía emplear para el cálculo la Luna llena astronómica; la Pascua debía caer no antes del 22 de marzo y a más tardar el 25 de abril.
También implantó la semana de siete días y decretó que fuese de descanso el primer día de cada semana, día del Sol. Satisfacía así la tradición cristiana de congregarse un día para rendir culto a Dios, pues el Apóstol Pablo relata en Hechos, que el primer día de la semana los cristianos se reunían para conmemorar la Resurrección de Jesucristo. Satisfacía, por otra parte, el culto a Mitra, cuya representación era el Sol, liturgia a la que pertenecía Constantino. El año 383, Teodosio I cambió la denominación día del Sol por Dies Dominicus, día del Señor, de donde proviene la palabra domingo.
El calendario Juliano considera que el año consta de 365,25 días y fue usado en la mayor parte de Europa, América y otros lugares del mundo hasta que fue sustituido por el calendario Gregoriano, de 365,2422 días, promulgado en 1582 por el papa Gregorio XIII, que quiso poner en práctica uno de los acuerdos del Concilio de Trento, que determinó el momento astral cuando se debía celebrar la Pascua de Resurrección y las demás fiestas religiosas móviles relacionadas con la misma.
Según la Biblia, Jesús murió durante una primavera, por lo que el papa Gregorio XIII situó la Pascua de Resurrección cerca del equinoccio del 21 de marzo, día que en el año 325 tuvo lugar esta Pascua. Con el decurrir del tiempo, esta fecha se había adelantado tanto que el año 1582 el equinoccio fue el 11 de marzo, un desfase de 10 días. Este desfase fue otra de las causas que motivó la creación del calendario Gregoriano, que ahora es usado en casi todos los países del mundo, exceptuando Marruecos y algunas iglesias ortodoxas, que utilizan el calendario juliano o sus modificaciones. Como en ambos calendarios el año tiene una duración mayor que 365 días, en ellos se acumula un día cada cuatro años, que se añade al mes de febrero, que pasa a tener 29 días y se llama año bisiesto.
Los astrónomos julianos sabían antes de la reforma gregoriana que el año era unos minutos más corto que 365,25 horas, pero no tomaron en cuenta esta diferencia, por lo que el calendario juliano cada 4 siglo pierde cerca de 3 días, en comparación con el paso de las estaciones en los equinoccios observados; en el siglo XIII, los astrónomos del rey Alfonso el Sabio calcularon este desfase en 10 minutos y 44 segundos. Finalmente, este error fue corregido por el papa Gregorio XIII, quien promulgó el calendario Gregoriano a partir de los estudios realizados por científicos de la Universidad de Salamanca en 1515 y 1578, con la finalidad de ajustar el calendario y eliminar los desfases de la Pascua de Resurrección producidos desde el primer Concilio de Nicea.
La Tierra da una vuelta completa alrededor del Sol y regresa a la misma posición en que se encontraba el año anterior en 365,242189 días, es decir, 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos, lo que se llama año trópico y fue calculado por científicos de la Universidad de Salamanca. Esto hace que el calendario gregoriano sea más preciso que el juliano, en el que el año trópico consta de 365,25 días, lo que equivale a 11 minutos 14 segundos de exceso por año. Estos minutos y segundos, que se agregan cada año en el calendario Juliano, significan el exceso de un día cada 128 años respecto a la Pascua de Resurrección, mientras que en el calendario Gregoriano este error es de un día cada 3324 años. En los 1257 años que separan el año 325 del 1582, estos minutos adicionales acumularon un error de 9,8046 días, que el papa Gregorio XIII redondeó como 10 días.
El año 1582, la humanidad se acostó a dormir el jueves juliano del 4 de octubre, para despertar en el viernes gregoriano del 15 de octubre; en otras palabras, ese octubre tuvo sólo 21 días, y no por arte de birlibirloque, sino por un cambio de calendario. El papa Gregorio XIII escamoteó a la humanidad 10 días, porque consideró que los mismos se habían contabilizado de más en el calendario juliano.
Desde su creación, el calendario juliano acumuló un desfase respecto al calendario gregoriano, y el que hay desde el año 325 hasta la actualidad, medido en el calendario Gregoriano, es de 13,2366 días; por esta razón, la iglesia Católica de Roma celebra la Navidad el 25 de diciembre y la Ortodoxa, el 7 de enero, con 13 días de diferencia entre ambas celebraciones en el calendario Gregoriano; para la iglesia Ortodoxa este desfase no existe, puesto que usa el calendario Juliano. Como el calendario juliano tiene cada 400 años 3 años bisiestos adicionales, la Pascua podría celebrarse en la iglesia Ortodoxa en abril o mayo.
Para que los años tengan un número entero de días, cada cierto periodo se requiere hacer reajustes. El calendario gregoriano lo hace de la manera siguiente: El año dura 365 días, pero son bisiestos, de 366 días, los años divisibles para 4, exceptuando los múltiplos de 100, como 1700, 1800, 1900…, que no serán bisiestos, de los que a la vez se exceptúan los que son divisibles para 400, como 1600, 2000, 2400…, que sí serán bisiestos. Por otra parte, como este calendario comete el error de un día cada 3323 años, para eliminar esa diferencia, los años 4000 y 8000 no serán bisiestos.
Es que no es fácil corregir el error de un día cada 3323 años, pues en ese lapso varía la velocidad de rotación de la Tierra, igual que su movimiento de traslación; también la Luna, por la excentricidad creada por las mareas, ejerce un efecto de retraso sobre la velocidad de giro de la Tierra y existen más causas que complican la precisión de las reglas de medición. Por estas razones es mejor esperar el momento oportuno para corregirlo.
Para terminar, existen los calendarios Maya y Azteca, muy similares entre sí. Los Mayas usaron sus elevados conocimientos en astronomía y matemática para desarrollar uno de los calendarios más sofisticados y precisos de la historia de la humanidad, por lo que su explicación requiere de otro escrito. Nuestros abuelos decían, de lo difícil, un poco; por lo tanto, basta por hoy.
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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