El viaje eterno de Marcelo
Por Fernando H. Naranjo-Villacís
Recuerdos de su grata amistad
NO ES FÁCIL, ASIMILAR ESTE MOMENTO
Ahora, ya no hay prisas, todo está en calma, la misma tranquilidad y alegría de los niños, como la de aquella mañana en Guayaquil, en que compartió con las iguanas del parque Seminario, frente a la catedral metropolitana, disfrutó de cálidos momentos con los mansos reptiles tropicales, acostumbrados a las miradas y caricias de los turistas.
Me resulta difícil, escribir algo para MARCELO ARBOLEDA SEGOVIA, un amigo con el que ya no podré platicar con la animosidad acostumbrada, compartiendo amenas anécdotas. No es fácil asimilar este momento que afecta emocionalmente pues han sido cuatro décadas de una amistad, mantenida con respeto, confianza y gran aprecio.
Van quedando pocos amigos, posiblemente llegarán otros, pero no se podrá reemplazar el trayecto recorrido y los afectos compartidos. Es entonces cuando reflexionamos en los misterios del destino y pensamos en el amigo que; de pronto, deja de respirar, cierra los ojos y abandona el cuerpo para su viaje eterno.
Con su ausencia, lo que más nos conmueve, es la enorme tristeza y dolor que deja a sus seres más amados, su esposa Carmen, sus hijos, nietos, hermanos, otros familiares y amigos.
Quedan tantos recuerdos, tantos momentos llenos de intenso regocijo. Sus logros profesionales los he referido en ocasiones anteriores. Lo puedo resumir en una frase: SU VOCACIÓN DE PERIODISTA LA SUPO HONRAR Y DESTACAR. Descanso y paz, para MARCELO ARBOLEDA SEGOVIA, entrañable amigo, compañero de ideales periodísticos y humanistas.
IN MEMORIAM
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