Normandía, realidad y mito
Por Rodolfo Bueno
A fines de 1943 tuvo lugar la Conferencia de Teherán, acontecimiento en el que por primera vez se encontraron el Mariscal Stalin de la Unión Soviética, el primer ministro Churchill de Gran Bretaña y el presidente Roosevelt de Estados Unidos. Las condiciones políticas y militares eran las siguientes: las grandes victorias de la Unión Soviética habían quebrantado la columna vertebral de la Wehrmacht en Stalingrado, Kursk y el río Dniéper, por lo que el potencial ofensivo de Alemania nazi estaba maltrecho. “Si las cosas en la URSS siguen como hasta ahora, puede que no haya necesidad de un Segundo Frente la próxima primavera”, comentó Roosevelt.
El tema central de la conferencia fue la apertura del Segundo Frente, de cuya realización dependía que terminara la Segunda Guerra Mundial. Cuando se planteó la fecha exacta del desembarco, Churchill comenzó un largo razonamiento del que se deducía que el desembarco no era seguro y que, en determinadas circunstancias, podría no efectuarse. Stalin se ensombreció, se levantó bruscamente, empujó el sillón, que se volcó con mucho estrépito, y dijo a Mólotov y Voroshilov: “Vamos, aquí no tenemos nada que hacer. Hay mucho trabajo en el frente”. Churchill se quedó pasmado y expresó que no le habían comprendido. Roosevelt, para calmar los nervios, dijo: “Todos estamos hambrientos. Propongo suspender la sesión para asistir al almuerzo que nos convida el Mariscal Stalin”.
Al día siguiente se volvieron a reunir. “Señores -dijo Roosevelt durante el desayuno-, quiero comunicarle al Mariscal Stalin una novedad de su agrado. Hemos resuelto hoy que la operación ‘Overlord’ se ha fijado para mayo de 1944 y se realizará con el apoyo de un desembarco en el sur de Francia”. Stalin comentó con tranquilidad: “Estoy contento de esta decisión. Por fin, los aliados se comprometen formalmente a desembarcar en Francia. ¿Pero, por qué les costó tanto dar la palabra?” y anunció que, para impedir que los alemanes pudieran maniobrar sus reservas, la URSS se comprometía a organizar una gran ofensiva en varios lugares a la vez. ¿Sería esta la forma según la cual algunos historiadores de Occidente afirman que la URSS ‘rogaba’ a sus aliados por la apertura de un Segundo Frente?
El 6 de junio de 1944 se inició en la playa francesa de Normandía la apertura del Segundo Frente, que alivió la presión que las tropas alemanas habían ejercido durante los últimos tres años en el frente soviético-alemán. De ninguna manera se pretende disminuir la importancia político-militar que tuvo el desembarco en Normadía para acelerar el final de la guerra, pero es preciso señalar que este desembarco no podía jugar ya el papel que habría jugado en años anteriores, pues se abrió sólo cuando se hizo patente que la Unión Soviética era capaz de alcanzar con sus propias fuerzas la derrota militar de Alemania Nazi.
La apertura del Segundo Frente estuvo al mando del General Dwight Eisenhower, quien comandó una fuerza expedicionaria compuesta por 1.213 barcos de guerra y 4.126 de transporte. Durante los dos primeros días desembarcaron 107 mil hombres, 14.000 vehículos y 14.000 toneladas de diferente material de guerra. La operación se llamó Overlord y su parte acuática, Neptuno. La fuerza expedicionaria se componía en su totalidad de 2’876.436 hombres, de los cuales 1’533.000 eran norteamericanos.
Alemania había agotado casi todas sus reservas y no podía realizar un incremento posterior. Su ejército ya no era el de los años anteriores, según Louis Snyder, historiador norteamericano del City College de New York: “La gran Wehrmacht ya no era la soberbia máquina de guerra, sino unas huestes heterogéneas compuestas por soldados muy jóvenes y de extranjeros obligados a combatir por el Reich”. Según Gerd Von Rudshtedt, Comandante General de las fuerzas alemanas en Occidente: “La muralla del Atlántico era una ilusión, inventada para confundir tanto al pueblo alemán como al enemigo. Era ridículo llamar a esto barrera. Hitler nunca la visitó y no vio qué es lo que representaba en la realidad”.
El General Eisenhower desembarcó en Normandía, el lugar que menos esperaban los alemanes, lo lógico hubiera sido que lo hiciera por el Paso de Calais, que es la distancia más corta entre Inglaterra y Europa continental; lo realizó en un día que no era bueno para efectuar desembarco alguno, por lo que la mayoría de generales alemanes, confiados en el mal tiempo, estuvieron ausentes, y empleó en forma óptima la aviación, fuerza en la que su superioridad era indiscutible.
Con los primeros rayos del sol matutino, seis acorazados comenzaron el bombardeo naval, el mayor entre agua y tierra que registra la historia. Luego, los dragaminas limpiaron la costa de minas y los hombres ranas destruyeron los obstáculos marinos. De los navíos partieron incontables lanchas de desembarco que, al abrir sus compuertas, depositaron miles y miles de aguerridos soldados, muchos de los cuales murieron como consecuencia de nutrido fuego de metralla que los esperaba, pero la mayor parte de ellos logró apoderarse de largos trozos de playa. La lucha adquirió un ritmo frenético, cercano al salvajismo. Después, los soldados debieron vencer los enormes acantilados que separan la tierra firme de la playa, lo mismo las minas, las alambradas y los fortines enemigos. Los alemanes no se rendían sino que luchaban con mucha bravura. Los ingleses dieron muestras de excepcional valor y coraje.
Se trató de un éxito no sólo militar sino también político y de un verdadero golpe moral al ejército nazi. Para la primera semana, las tropas aliadas se habían apoderado de 130 Km de costa, adentrado hasta 30 Km en tierra firme, y desembarcado 16 divisiones. Para la segunda semana habían desembarcado cerca de 600.000 hombres y 100.000 vehículos. Para el 26 de junio, este ejército tomó Cherburgo. El 17 de agosto, el general Patton tomó Rennes, capital de la Bretaña francesa, y se apoderó de Saint Malo, al sur de Normandía. Para el 21 de agosto había concluido la batalla. Los aliados, luego de un aplastante triunfo, tomaron 50.000 prisioneros. Los alemanes se retiraron en desorden en dirección a París. La batalla por Francia le costó a la Wehrmacht 500.000 bajas. El 19 de agosto se levantó París. Las tropas aliadas se dirigieron rápidamente hacía la capital francesa, a la que entraron cuando las fuerzas de la resistencia francesa la habían liberado. El General Leclerc comandó las tropas francesas que primero entraron a París y el 20 de agosto, desde Montparnasse, anunció la rendición de la guarnición alemana de París. Al día siguiente, el General De Gaulle desfiló a píe por los bulevares de la Ciudad Luz. Los alemanes se dirigieron maltrechos a resguardarse tras la línea Sigfrido.
Así terminó esta importante, desde todo punto de vista, etapa de la guerra. Importante ¡Sí!, pero no definitiva ni determinante como afirman los falsificadores de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, que pretenden transformar el desembarco en Normandía en la toma de Berlín y el 6 de junio de 1944 en el 9 de mayo de 1945.
No se trata de restar méritos a esta operación, pero se debe recalcar que si el desembarco se hubiera realizado anteriormente, la guerra hubiera terminado antes. El retraso de esta operación no sólo significó que el peso de la guerra recayera casi totalmente en los hombros de la parte soviética, sino también que el martirio de los pueblos ocupados se prolongó inútilmente. Henry L. Stimson, entonces Ministro de Guerra de Estados Unidos, escribe en sus memorias, de 1948: “No abrir a tiempo el frente occidental en Francia significaba trasladar todo el peso de la guerra a Rusia”.
La lucha, aunque dura, fue menos dura que en el frente oriental, donde, además de tener tropas más selectas y numerosas, los alemanes peleaban con mayor decisión y coraje. Ahora, 80 años después, se pretende olvidar el enorme sacrificio del heroico pueblo soviético en la lucha por liberar al mundo del peligro fascista. Pero la verdad es inocultable. La Enciclopedia Académica Norteamericana escribe sobre la batalla de Normandía: “Los alemanes resistieron más de un mes mientras las fuerzas aliadas se fortificaban en las repletas costas. Los defensores alemanes, sin embargo, se encontraban en una situación no muy equilibrada, puesto que Hitler se vio obligado a enviar a gran parte de sus fuerzas desde Francia al frente oriental donde los soviéticos atacaban”. Se refiere a que Stalin cumplió la promesa que hizo a los aliados en Teherán, de que después del desembarco en Normandía comenzaría una ofensiva general en el frente soviético-alemán, con el fin de disminuir la presión que se produciría en Francia sobre los aliados. Esta ofensiva, denominada Operación Bagratión, produjo tales derrotas a la Wehrmacht, que el alto mando alemán las calificó de “Peor que Stalingrado”. Esta es la cruda realidad, que el mito creado por Occidente pretende ocultar: La mayoría de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial fueron de la Unión Soviética, 27 millones de sus hijos perdieron la vida en la lucha por liberar al mundo del nazi-fascismo. Gloria eterna a la URSS.
OPINIÓN
Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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