El inolvidable siglo XIX
Héroe por antonomasia del siglo XIX es Napoleón, junto a cuya cabalgadura emigran por toda Europa las leyes de la Revolución Francesa. Él deshace y crea nobleza a su antojo y encarna a un gigante que derrumba imperios en favor de los plebeyos; humilla al papa al coronarse a sí mismo; no practica piadosamente ninguna fe, tal vez por suponer que la fe es solo para tartufos. Su personalidad electriza desde entonces a moros y cristianos y sólo Tolstoi, en la Guerra y la Paz, pretende humanizarlo y transformarlo en un hombre común y corriente, sin lograrlo, pues nadie en la historia había ascendido tan abruptamente desde teniente a Emperador, lo que sintetiza el triunfo de la clase baja sobre los poderosos.
Aunque Flaubert lo llama «un juguete del destino y uno de los actores de los cataclismos bélicos», lo cierto es que la Revolución Francesa necesita ser propagada y esto se hace bajo su espada, por eso Heine lo llama «misionero del liberalismo, destructor de la esclavitud y el hombre que hizo temblar a los principillos hereditarios», en cambio, para Bismarck, Napoleón es el Anticristo al que hay que imitar y no sólo aborrecer. Su genial estrategia militar es estudiada hasta hoy.
En este siglo, el Estado es glorificado como nunca y Hegel lo valora tanto que lo considera «la Idea del Espíritu en la manifestación externa de la Voluntad humana y su Libertad». Para este pensador, el ciudadano existe sólo como parte de un todo valioso, el Estado, pero si está aislado es un ser tan inútil como un órgano separado de su cuerpo. Para Hegel, el Estado es lo que La Ciudad de Dios fue para San Agustín. No ve las guerras como un mal que se deba abolir sino que las cree convenientes porque poseen un valor ético intrínseco que ayuda a conservar la salud moral del pueblo, en cambio ve la paz como la osificación de la sociedad. Cree que los conflictos entre los Estados sólo pueden ser resueltos mediante la guerra. Justifica toda tiranía estatal en lo interno y toda agresión en lo externo.
Este siglo es rico en críticas al sistema imperante. Para Nietzsche, el Nuevo Testamento es un testimonio para seres completamente innobles y débiles, objeta su intento de destruir a los espíritus fuertes y libres explotando sus momentos de flaqueza y debilidad, y sostiene: «el cristianismo es la más fatal y seductora mentira que jamás haya existido». En su lugar, elogia al hombre capaz de la crueldad, de sacrificar a una nación en aras de su causa y que se vale de la violencia para lograr su objetivo. Cree que ese líder merece ser seguido y que se debe realizar por él cualquier acto heroico. Admira al conquistador, por cuya gloria se debe inmolar el pueblo.
El socialismo científico es también hijo de este siglo. Según esta doctrina, los medios de producción deben ser controlados por los trabajadores y, con la finalidad de construir una sociedad sin clases, el gobierno del Estado debe recaer en las manos de toda la sociedad. Busca el logro de este objetivo ya sea mediante la revolución o con reformas institucionales que posibiliten la evolución social.
El socialismo y su significado han variado según circunstancias y países. Las palabras “comunismo” y “socialismo” son usadas como sinónimos hasta el Siglo XIX, cuando Lenin les da su definición actual: “el socialismo es una fase de transición entre el capitalismo y el comunismo”.
El comunismo surge en Francia, durante el Directorio, en el período de 1795 a 1799. Bajo este gobierno de ultraderecha, Babeuf dirige la «Conspiración de los Iguales», el primer movimiento revolucionario comunista.
Esta conspiración busca la eliminación de la propiedad privada y la instauración de la propiedad comunitaria, lo que debe asegurar al hombre la verdadera igualdad, no sólo política sino también económica. El movimiento de Babeuf es reprimido por el Directorio de manera salvaje y cruenta, pero su pensamiento resiste el paso del tiempo y engendra a la mayoría de los movimientos comunistas que prosiguen sus huellas.
Las ideas comunistas se desarrollan a partir del socialismo utópico, cuyos principales exponentes son: Robert Owen, el primero en considerar que el valor de los productos se debe medir sobre la base del trabajo incorporado a ellos y no al valor que se les atribuye; Charles Fourier, quien propone la abolición del capitalismo para la formación de una sociedad comunista y el conde Saint-Simon, para quien la nueva sociedad debe planificar la atención de las necesidades de los pobres. Ninguno de estos autores considera que el capitalismo está compuesto por clases sociales antagónicas. Tiene que Marx formular el socialismo científico para que se supere esta etapa utópica del pensamiento humano.
Karl Marx es un filósofo y pensador alemán que nace en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Se doctora en 1841 con la tesis: “Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro”. Luego trabaja en la elaboración de una teoría sobre la realidad social y colabora en la publicación de la Gaceta Renana, de la que es su redactor jefe. Marx tiene que exiliarse luego de que esta gaceta es intervenida por la censura.
Marx es influenciado por el filósofo más importante de su tiempo, Hegel, de quien toma el método dialéctico de razonar y que, según sus propias palabras, pone de pié. Para ello crea la «dialéctica del devenir constante», en la que no se ha realizado la síntesis; además, utiliza el método dialéctico para analizar las contradicciones en la historia de la humanidad y, en particular, la existente entre el capital y el trabajo.
Marx se casa con Jenny von Westphalen, hermana del ministro de Interior de Prusia, con la que se había comprometido desde que era estudiante, pero como los padres de Jenny se oponen al matrimonio, lo contraen luego de la muerte de ellos.
Las autoridades censuran y clausuran todas las revistas publicadas por él, lo que le obliga a mudarse de país constantemente. En París es director y fundador de la revista Anales franco-alemanes, que el gobierno de Francia cierra por presión de Prusia. Por la irregularidad de sus ingresos, el hogar de Marx subsiste al borde de la miseria.
En 1844 se conoce con Friedrich Engels, quien, además de ser su íntimo amigo y prestarle su incondicional apoyo económico, será su más importante colaborador; también conoce a Proudhon, Blanc, Bakunin, Heine, Kautsky, los más importantes pensadores socialistas del siglo XIX.
Después de su expulsión de Francia funda en Bruselas la Liga de los Comunistas, declara luego no tener patria, ser revolucionario y ateo; en 1848 junto con Engels y por encargo de esta organización, publica el Manifiesto del Partido Comunista. En 1864 participa en la fundación de la Primera Internacional.
Luego de dieciocho años de trabajo, en 1867 publica el primer volumen de su legado principal, El Capital. Esta obra filosófica, política y económica sirve de base para la comprensión del mundo, especialmente en lo que respecta a la teoría del valor y la plusvalía. Marx sostiene que es la acumulación de riquezas por parte de un sector de la sociedad lo que provoca las crisis cíclicas del capitalismo.
En 1871, luego de la derrota sangrienta de la Comuna de París, Marx abandona la lucha revolucionaria y se dedica a escribir sus pensamientos. Basado en la dialéctica de Hegel, Marx concibe la lucha de clases como el motor de la historia. Sostiene que la clase obrera, la clase dominada, es la encargada de enterrar al capitalismo mediante la toma del poder luego de la Revolución Proletaria, cuando se torna insostenible la contradicción entre la acumulación de la riqueza en pocas manos y la imposibilidad de que la mayoría de la sociedad disfrute de ella.
La toma del poder y el gobierno proletario (llamado dictadura del proletariado, aunque se debe aclarar que el término «dictadura» en alemán significa hegemonía) no garantiza la distribución equitativa de las riquezas de la sociedad sino que la burguesía derrocada no regrese nuevamente a gobernar el Estado.
Marx considera deseable que esta transición se haga con la mínima de violencia, la que define como partera de la historia, es decir, como la fuerza necesaria para que los acontecimientos históricos se den. Cree que una vez que estalle la revolución en un país, la misma se debe extender a los demás, mediante la revolución mundial.
Según Marx, el objetivo de esta revolución es acabar con el Estado, instrumento político de opresión de las clases dominantes. Con la realización de este objetivo se crean las condiciones para el nacimiento de una nueva sociedad sin clases antagónicas y, por ende, cesa la necesidad del Estado, que se debe extinguir.
El 14 de marzo de 1883, Marx fallece en Londres.
Por: Rodolfo Bueno