PERCEPCIÓN DE CORRUPCIÓN
Por: ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Según los indicadores de la ONG Transparencia Internacional, que mide el índice IPC, es decir el Índice de Percepción de la Corrupción, la mayor parte de los países de Latinoamérica nos encontramos en los más bajos escalones, con el negativo liderazgo de Venezuela que tiene 10 puntos sobre 100, a diferencia de los tres países de América del Sur que exhiben datos más alentadores, así, Uruguay con 73, Chile con 63 y Costa Rica con 58.
Se establece que estar por debajo de 50 es ya preocupante, lo que indudablemente deja al Ecuador, con sus 32 puntos, en bastante mala posición, y que indica que los propios ecuatorianos estamos preocupados por los bajos índices de transparencia y de percepción de la corrupción en nuestro medio.
Es siempre interesante reflexionar en que la corrupción no se encuentra solamente en el sector público, sino que campea en el sector privado. Recordemos que en los grandes casos de corrupción investigados por la fiscalía general del Estado, se evidencia que hay beneficiarios y también corruptores de ese sector, lo que indica que el clima, en general, de la honestidad, de la decencia a la hora de hacer los negocios, los trámites, las transacciones, no se encuentra muy bien y que hay que trabajar mucho en los diversos sectores, empezando por la justicia y la educación para que la percepción mejore y por ende también el estado del país.
He mencionado los ámbitos de la justicia y la educación, porque son fundamentales para incidir en el comportamiento de los ciudadanos. La justicia, porque solamente con jueces probos, con leyes adecuadas, va a encararse la lucha contra la corrupción de una manera adecuada. Y por otro lado la educación es la que forma a las personas, transforma a los educandos en buenos ciudadanos, respetuosos de la ley y conscientes de su deber en medio del conglomerado social en el que le ha tocado vivir.
Al expandirse la corrupción, como una especie de metástasis, corroe el tejido social, hace que impere la ley del más fuerte, del más corrupto, del más sabido y abusador, mientras que cuando hay el imperio de la ley, observamos mejorar el tejido social de un país.
Precisamente reflexionamos que un país con elevados índices de corrupción es también un país con baja autoestima y esto incide de manera real y verificable en el comportamiento de los ciudadanos, su sentido de pertenencia y de posibilidades de real progreso.