ASAMBLEA CONSTITUYENTE
La Corte Constitucional después del tira y afloja, decidió romper la resistencia con bandera blanca y abrió el candado, para dar vía a una posible Asamblea Constituyente dentro de la Consulta Popular impulsada por el Presidente Daniel Noboa.
La Corte puntualizó eso sí, que la Asamblea Constituyente tendrá la potestad exclusiva de elaborar un nuevo proyecto de Constitución, que luego deberá ser sometido a referéndum. El CNE inicio el período electoral para un referéndum en noviembre, pero solo con dos preguntas avaladas por la Corte Constitucional; una sobre la instalación de bases militares extranjeras y otra sobre el financiamiento público de organizaciones políticas.
No hay sorpresa ni engaño en las pretensiones de quien lidera la política ecuatoriana, prácticamente sin enfrentar a la oposición; Daniel Noboa está convencido de que se trata de una bandera con la que logrará concitar votos en cantidad suficiente, no solo para modificar la Constitución, sino para avanzar en otros expedientes, que son igual de preciados.
El Presidente busca una constituyente que “devuelva el poder al pueblo y que saque al país del secuestro institucional”. Una Asamblea Constituyente es un mecanismo democrático extraordinario cuando un país decide rediseñar su estructura jurídica e institucional.
Pero un proceso constituyente no depende solo de decisiones legales, sino de legitimidad social y respaldo ciudadano y hoy tenemos un grave riesgo, que el Ecuador pase de una constitución mala a una pésima y ahondaríamos la crisis de gobernabilidad que acarreamos desde el correísmo.
Es preciso recordar que, convocar a una Asamblea Constituyente puede parecer seductor en tiempos de crisis, pero implica un riesgo central: quien la impulsa no necesariamente la controla, las constituyentes son procesos imprevisibles, donde el poder inicial no garantiza el control final.
El gobierno es consciente de que la Democracia se fortalece cuando la ciudadanía puede expresarse sin limitaciones y con plena libertad en las urnas. El gobierno y el Estado se deben siempre a la decisión del pueblo, verdadero dueño de la soberanía y garante de la democracia.
Donde hay un poder judicial fuerte e independiente, hay un Estado de Derecho; la única institución que impide el colapso institucional es la función judicial. Cuando los jueces ceden, el autoritarismo se consagra, pero cuando los jueces imprimen autoritarismo, la democracia se derrumba.
¿Estamos erosionando los cimientos de nuestra democracia al permitir que cambios tan trascendentes se realicen sin el suficiente escrutinio ni debate? En mi opinión sí, pues considero que la constitución, más que un simple conjunto de normas es el reflejo de los valores fundamentales de una nación.
Por: Holguer Mariano Jara



