Assange, es peor que un simple huésped incomodo
Julian Assange vuelve a ser noticia. Esta vez la estratagema de su abogado Baltasar Garzón apunta una solicitud urgente ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El abogado del pirata informático australiano busca que el la CIDH ordene a Estados Unidos revelar los cargos que ha presentado contra su cliente.
Otro asunto curioso: pide al Ecuador que cesen las actividades de espionaje contra Assange(¿?) quien vive desde junio de 2012 en la sede diplomática ecuatoriana en Londres como asilado.
Un asilo sui géneris durante el cual el famoso Assange ha participado en elecciones en Australia, da entrevistas, ha recibido visitas de los más variopintas, fue mimado de la Revolución Ciudadana sin observar los más elementales límites de delicadeza que su condición exige con el país acogiente.
El viernes el Fiscal norteamericano Robert Mueller levantó siete cargos contra Roger Stone, personaje cercano a Trump, en la todavía oscura supuesta trama rusa para perjudicar en las elecciones presidenciales a Hillary Clinton de la que se habría beneficiado Donald Trump.
El famoso periodista Bob Woodward (‘Miedo, Trump en la Casa Blanca’, Rocaeditorial), recuerda que Obama inició las investigaciones sobre la interferencia rusa en las elecciones.
Distintas fuentes llegan a presumir hackeos a sitios secretos por las habilidades del rubio australiano, convertido en pseudo luchador por la libertad de expresión, protegido por al anterior gobierno ecuatoriano. Si la trama se demuestra la intromisión de Assange desde nuestra sede diplomática, más allá de la condición de ‘huésped incómodo’, perturbaría más al Reino Unido, que ha asumido hasta aquí con flema inglesa el episodio.
El daño que hace la presencia de un pirata informático no contento con haber usado y abusado de la confianza, hospitalidad y la figura del asilo, es evidente y debiera concluir.
Por cierto el respeto a sus derechos humanos importa y mucho, pero también importa el respeto que merece nuestro país.
Assange, es peor que un simple huésped incomodo
Por Gonzalo Ruiz AlvarezColumnista Invitado
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