Un presidente en la clandestinidad
Este 23 de enero, el mundo se enteró de que un tal Juan Guaidó, ante una manifestación de la oposición en Caracas, se autoproclamó presidente de Venezuela. De inmediato, el Presidente Trump lo reconoció y le brindó su apoyo, lo que tiene que ver con el interés de EEUU de apropiarse de las riquezas naturales de un país que se encuentra en su “patio trasero.”
Como partes de la conspiración montada por la oligarquía mundial, los gobiernos vasallos de Estados Unidos repitieron las expresiones de Trump: Que van a reconocer a Guaidó como presidente constitucional interino de Venezuela, al que van a entregar todas las rentas de Venezuela y que van a desconectar al ilegítimo régimen de Maduro de la fuente de sus ganancias.
Por su parte, el iracundo asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, quien jamás ha llevado un ramo de olivos, echó leña al fuego y declaró que “todas las instituciones legítimas del Gobierno venezolano, particularmente los militares, deben responder a su nuevo comandante en jefe.” No se quedó atrás el Secretario de Estado, Mike Popeo, quien instó a los militares de Venezuela “a apoyar la democracia y proteger a los ciudadanos.” Intervencionismo en el más puro estilo imperial.
Pero estos adalides, que imponen libertad y hablan con antónimos, han tropezado con la dificultad de que, a diferencia de Trump, que tiene poder para no poder, Guaidó no tiene poder para poder. Es peor aún, como en Venezuela la capacidad de gobernar está en manos de Maduro, al que todas las instituciones le brindan su respaldo, a Guaidó no le ha quedado otra salida que buscar un “buen resguardo” que lo mantenga en reserva. Sin eufemismo, es un presidente en la clandestinidad que está esperando que sus protectores lo legitimen a la fuerza, igual que cuando legitimaron a Endara, luego de invadir Panamá. Estas torpezas de los golpistas carecen de importancia, pues serán ocultadas por la gran prensa que, como siempre, creará una falsa realidad.
Pero Venezuela no es Panamá y cuenta con una Fuerza Armada Nacional Bolivariana “del más alto nivel profesional del mundo para defender la soberanía, la independencia y la Constitución, que están dispuestas a defenderla hasta más allá de esta vida”, según sostuvo el Presidente Maduro. Aunque el peligro no ha pasado todavía, pues Trump no descarta ningún medio de intervención en Venezuela, lo que genera incertidumbres, pues una vez que se montó sobre el tigre no tiene como desmontarse, más que nada porque para ser el mejor presidente de un país belicista necesita actuar peor que sus predecesores, puesto que a lo mejor así se ve libre del ‘impeachment’ con que lo tienen acorralado.
Como siempre, el único político estadounidense que se comporta dignamente es Bernie Sanders, para el que “EEUU debe apoyar al estado de derecho, las elecciones justas y la autodeterminación para el pueblo venezolano. Sin embargo, debemos aprender las lecciones del pasado y no involucrarnos en el cambio de régimen o el apoyo a golpes de Estado como lo hemos hecho en Chile, Guatemala, Brasil y República Dominicana… EEUU tiene un largo e inapropiado historial de intervenir en los países latinoamericanos; no debemos volver a recorrer ese camino otra vez.” Y no está solo, setenta intelectuales y especialistas en política latinoamericana, entre ellos el afamado filósofo Noam Chomsky, le pidieron al gobierno de EEUU que “deje de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente con el propósito de derrocar al gobierno de ese país.” Ojalá que la razón se imponga.
Así las cosas, uno se pregunta si Trump, que hasta ahora no ha iniciado una sola guerra, ¿se atreverá a invadir Venezuela? Lo cierto es que es difícil que dé esa orden, porque no es tonto y sabe lo que le espera, ya le han advertido que es probable que entre, pero lo difícil será que salga. Tampoco Brasil o Colombia pueden dar ese paso. ¿Qué hará, entonces? Incrementar las sanciones y usar el poderío de EEUU para intimidar incluso al que sonría con un venezolano; va a hablar de bloqueo, pero no se atreverá a realizarlo. Como siempre, el derecho internacional, algo que para EEUU es anacrónico, estará ausente de su léxico.
¿Resistirá Venezuela? Parece que sí, más que nada porque no está sola, cuenta con la solidaridad de Rusia y China. Para Moscú “la juramentación de un ‘presidente opositor encargado de Venezuela’, y su reconocimiento inmediato en esa calidad por parte de EEUU y varios Estados regionales, tiene como objetivo el aumento de la división en la sociedad venezolana y es el camino directo al caos y a la destrucción de los cimientos del Estado venezolano.” En cambio, China rechaza la interferencia externa en Venezuela y apoya los esfuerzos del gobierno del país sudamericano por proteger su independencia y estabilidad. Incluso, el jefe de Estado de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llamó al Presidente Nicolás Maduro y le ofreció “todo su apoyo” y le dijo “¡Mi hermano Maduro! ¡Mantente en lo alto, estamos contigo!”
Sólo hay una salida racional al grave conflicto que vive la tierra del Libertador y la da Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México: “El Gobierno de México no interviene en asuntos de otras naciones porque no permitiría que ningún Gobierno extranjero intervenga en asuntos que solo competen a los mexicanos… Si las partes lo solicitan estamos en la disposición de ayudar para que haya diálogo. Nosotros vamos a respetar nuestros principios, pero si lo piden, estamos en la mejor disposición.” Para el gobierno de Uruguay “la única vía es crear las condiciones adecuadas y favorables para un diálogo.”
No se trata sólo de dialogar, porque en Venezuela hubo elecciones presidenciales. La misma se dio porque la oposición solicitó que las adelanten para el primer trimestre del 2018. Votaron 9.389.056 ciudadanos y participaron 16 partidos políticos. Se postularon Nicolás Maduro, Henri Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada; Francisco Visconti y Alejandro Ratti se retiraron. Maduro obtuvo 6.248.864 de votos, el 67,84%. Controlaron la elección 18 periodistas de distintas partes del mundo y unas 150 personas conformaron 14 comisiones electorales de 8 países y 2 misiones técnicas electorales. El sistema electoral fue el mismo que se empleó en las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015, que la oposición venezolana ganó abrumadoramente. Se hicieron 18 auditorías al sistema automático. Ninguno de los participantes impugnó los resultados.
Se trata de un problema político que se da porque la sociedad venezolana se ha fragmentado radicalmente, sin caer en cuenta del peligro que conlleva una intransigencia que destruye por mucho tiempo las bases para establecer una real democracia. Todavía tienen la oportunidad para enmendar los errores cometidos por ambos sectores, que deberían estudiar profundamente la Guerra Civil Rusa, tipo de conflicto en el que todos pierden, incluso los ganadores.
Un presidente en la clandestinidad
Por Rodolfo BuenoCorresponsal de Ecuador News en Quito
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