Escalofriante realidad
En estos términos se ha calificado periodísticamente lo que vive Ecuador respecto a violencia de género contra mujeres y niñas, tanto en el reportaje televisivo Plan V como en artículos de las revistas Vistazo, CK o Wambra. Se citan estadísticas que revelan que cada día siete niñas menores de 14 años dan a luz en el país (2.400 al año).
Y quizá lo más grave, que 80 % de los agresores son padres, padrastros, tíos, primos, hermanos o abuelos de las víctimas.
Es decir, una sociedad perversa y machista de la peor especie, en la que la violencia contra las mujeres va en aumento y se ensaña con niñas y adolescentes, empezando gran parte de las veces dentro de los propios hogares.
Con razón se critica que el Estado criminalice el aborto, aun cuando quienes abortan sean mujeres o niñas que fueron violadas.
De las mujeres judicializadas por aborto, 70 % son adolescentes de menos de 19 años. Y no podemos olvidar el caso terrible de esa joven mujer que llegó a asesinar a sus pequeñas hijas por no tener quien la ayudara a sostenerlas, ni entre sus familiares, según dijo cuando fue encontrada semitrastornada con sus hijas aún en sus brazos.
La violencia machista ha sido y es el lastre que arrastran casi todos los países latinoamericanos, con tasas más bajas en los más civilizados y progresistas, y con menor desigualdad social: Uruguay, Costa Rica y Bolivia (este último creemos por coherencia con el cambio social que ha logrado Evo Morales en más de una década de gobierno). El complejo machista, del que los más jóvenes parecen todavía sentirse orgullosos como sinónimo de falsa hombría, lleva a la violencia extrema del femicidio, por lo general cuando un exconviviente no se conforma con la separación a la que se vio obligada su pareja, precisamente por los maltratos, físicos o psíquicos, a que la sometió cuando vivían juntos, y que en algunos casos termina con el suicidio del agresor.
La gran tarea del Estado, de gobiernos municipales y centros de educación pública y privada será la de restablecer “valores” como la hombría de bien, el respeto a sí mismos, empezando por el respeto a los demás, a ancianos, profesores, compañeros, y sobre todo a las mujeres, a la autoridad y a las leyes y ordenanzas que rigen la convivencia; en resumen: el respeto al otro, tarea que debemos empezar ya.
Escalofriante realidad
Por Nelly de Jaramillo
Ecuador News
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