En 1996 llegó la inestabilidad
En 1996 llegó la inestabilidad
Por Gonzalo Ruiz Alvarez
Si los primeros años del retorno a los gobiernos civiles estuvieron signados por las dificultades de gobernabilidad, los años siguientes rayaron en la inestabilidad.
En 1996 el populismo de Abdalá Bucaram triunfó en las elecciones contra análisis de estudiosos y varios pronósticos. El desconcierto y hasta la capacidad de sorpresa del histriónico líder hacían impredecibles sus actos de gobierno o estrafalarias puestas en escena. Si las élites no alcanzaban a comprender las razones del triunfo el enigmático líder sí que las descifraba y muy bien en su lenguaje popular, sus símbolos –como rayar un auto de lujo– o su batalla particular contra la prensa, un discurso repetido una década más tarde por otro populista de nefasta recordación.
Bucaram no aguantó seis meses, ‘se precipitó sobre las bayonetas’, hubiese dicho Velasco Ibarra, se tropezó en su propia lengua y una entente de distintos partidos y multitudinarias manifestaciones populares en Quito depositaron al carismático líder en Guayaquil, primero, y en Panamá, después, de donde no volvió hasta que sus causas ante la justicia proscribieron.
Un par de días estuvo Rosalía Arteaga en Carondelet, una jugada de hábil lectura del texto constitucional. Una alianza congresal declaró loco al mandatario, dejó a su sucesora en el camino para elegir un presidente interino. Fabián Alarcón cumplió una vieja aspiración. Fue Presidente, llamó a una consulta para legitimar su mandato y cumplió su palabra de propiciar una Asamblea Constitucional.
De ese cónclave elegido en las urnas afloró la constitución de 1998. Luego de alianzas entre demopopulares y socialcristianos y otras de disidencia de Pachakutik, minorías sociales y de izquierdas todo terminó en desacuerdos pero con una nueva carta constitucional. Jamil Mahuad llegó al poder.
Su discurso de las armonías fue tan bello como utópico y su formación y trayectoria política no pudieron con las circunstancias.
El paro de los taxistas, la crisis bancaria y la auténtica bancarrota de buena parte del sistema se llevaron al cuerno la economía, la moneda nacional, el sucre, y con ella al presidente que dolarizó in extremis pero sucumbió ante una protesta en la que convergieron sectores sociales, sindicales, indígenas y parte de la fuerza militar. Hubo un fugaz triunvirato pero quedó en el solio Gustavo Noboa – compañero de fórmula de Mahuad y afiliado a la Democracia Popular.
Uno de los líderes de la revuelta, el coronel Lucio Gutiérrez, ganó las siguientes elecciones. Tampoco pudo concluir su mandato, su alianza con los socialcristianos y sobre todo su ruptura para defenestrar a los magistrados de la Corte Suprema y formar la ‘Pichicorte’, luego a amnistiar a Bucaram y Dahik le desestabilizaron.
Su sucesor fue Alfredo Palacio, antiguo ministro de Salud de Durán Ballén. Quiso llegar a una reforma política, nombró ministro al joven Rafael Correa. En 2007 se cerraba un ciclo de inestabilidad.
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