ES HORA DE QUE LA HUMANIDAD DIGA ¡BASTA!
ES HORA DE QUE LA HUMANIDAD DIGA ¡BASTA!
Puesto que, si se lo propone, todo pueblo puede forjar su destino, y ahora hay un sector de las FARC que ha preferido la lucha armada a una rendición, que las conduciría a ser aniquiladas, inevitablemente, vale la pena analizar el meollo del problema de Colombia, país que necesita de mucha buena voluntad, para conseguir la paz y la estabilidad social, debido a la adversidad política que atraviesa.
Se debe recalcar que se trata de una situación insólita, por decir lo menos. Es que la realidad ficticia del mundo en que vivimos es tan absurda, que la mayoría de sus pobladores la observan sin entender lo que sucede. ¿Cómo van a entenderla si el bodrio actual se erige sobre millones de antiguas mentiras, que han sido asimiladas casi por todo ser humano?, y el caso colombiano no es la excepción sino la regla.
Pero con todos los peros que gusten, que son muchos, y después de largas y arduas negociaciones, en las que participaron todas las fuerzas sociales que anhelan la paz, Colombia logró un acuerdo sobre las condiciones y las garantías que debían darse para obtenerla y terminar una guerra civil, que durante más de cincuenta años ha desangrado ese país.
Finalmente, el mundo respiró con un poco de tranquilidad. Entonces, el expresidente Álvaro Uribe Vélez inicia una campaña contra dicho acuerdo que desemboca en la elección de Iván Duque, su pupilo encargado de empeorar la situación política de Colombia hasta llevarla, prácticamente, al callejón sin salida, en que actualmente se encuentra. Duque gana porque interviene el factor imponderable de la incredulidad, y la falsedad en que se apoya ha engañado tanto a la gente, que pocos creen que Uribe, quien lo encumbra, sea un delincuente común.
¿Cómo creer que Uribe hubiera subido a la Presidencia de la República de Colombia aupado por los paramilitares y por ser uno de sus cabecillas? ¿Cómo creer que la DIA, los servicios secretos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, informara el 23 de septiembre de 1991 que don Álvaro Uribe era uno de los más importantes narcotraficantes de Colombia y lo catalogara en el puesto 82 de los criminales del mundo?
¿Cómo creer que Myles Frechette, exembajador de EEUU, sin rodeos le hubiera preguntado a Uribe sobre sus vínculos con el narcotráfico que aparecían en el informe de la DIA y que lo identifica como “un amigo personal y cercano” del entonces jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar?
¿Cómo creer que sea el mismo Presidente Donald Tramp quien le reclame a Iván Duque, porque nunca ha entrado tanta droga a EEUU como la que ha entrado desde que es presidente de Colombia?
Sin embargo, todo eso es cierto y una mentira no se convierte en verdad aunque muchos colombianos crean en ella, pues no se debe olvidar que lo falso se expresa de mil maneras y la verdad es una sola; más bien, parecen ser ciertas la palabras de Kafka: “Muchas veces es más seguro estar encadenado que ser libre.”
El exembajador afirma: “Había mucha gente que me decía, ‘no le tenga mucha confianza a Uribe, es un tipo ligado con los narcos, que apoya a los paramilitares.’ En esa época me hablaban pestes de él, fui a verlo y quedé muy impresionado, pero no me dio ninguna satisfacción en los temas que nos preocupaban… Me dijo que eso no era así, pero muy tranquilamente. Él tiene ese método con esos espejuelos que tiene, lo mira a uno y dice que no.” Myles Frechette no quedó satisfecho con esas explicaciones y así lo dijo en un informe al Departamento de Estado. Vale la pena recordarle que Maquiavelo definió a la gente como Uribe: “En general puede decirse que es ingrato, voluble, simula lo que no es y disimula lo que es, huye del peligro y está ávido de riquezas…
Todos ven lo que aparenta; muy pocos advierten lo que es.” Comentó también que en ese entonces conoció lo que, tal vez, eran los primeros casos de “falsos positivos”, práctica muy común de algunos sectores del Ejército de Colombia, mediante la cual se asesina a conscriptos, para presentarlos como bajas de la guerrilla y cobrar la recompensa correspondiente. “Eso fue mucho más común al terminar mi período.
Claro, ya me llegaban informes, y los mandábamos a Washington, de tipos muertos que aparecían ensangrentados y los uniformes tenían sangre pero no huecos. No se necesita ser Einstein para entender lo que ocurría”, concluye Myles Frechette.
Con gente así en el gobierno de Colombia es imposible lograr la paz. Más que nada, porque la fantasía ilusa, con la que han logrado aislar a un gran sector de su pueblo, de la existencia diabólica que en realidad viven, les impide asimilar la parte importante del mensaje del exlíder de las FARC, Seuxis Paucías Hernández Solarte, más conocido como Jesús Santrich, quien, después de que disidentes de la guerrilla anunciaran su vuelta a las armas, reitera que el objetivo de la nueva etapa de lucha es “la oligarquía excluyente, corrupta, mafiosa y violenta que cree que puede seguir atrancado las puertas del futuro al país… Se trata de la respuesta a la traición del Estado al acuerdo de paz de La Habana… Iván Duque asegura sin inmutarse que lo que él no firmó, no lo obliga, desconociendo que el acuerdo se firmó con el Estado… El Estado que no respeta sus compromisos no merece el respeto de la Comunidad Internacional, ni de su propio pueblo.”
Al mismo tiempo, hizo un llamamiento para la creación de una Asamblea Nacional Constituyente “representativa y con plenas garantías de inclusión” que haga posible “un impulso definitivo a las transformaciones estructurales que hoy requiere Colombia.” Abogó por “un nuevo gobierno de transición”, que convoque al diálogo “que involucre a todos los actores armados para que podamos fundar una paz definitiva, estable y duradera, sin más asesinatos de líderes sociales y excombatientes guerrilleros.” No está mal su llamamiento, puesto que peor que fracasar es cruzarse de brazos.
Como era de esperar, su convocatoria cayó en el saco roto del gobierno. Iván Duque, quien comenzó su presidencia sin saber adonde iba y la va a terminar sin saber dónde está, ya que hasta ahora sólo intenta administrar bien los intereses estadounidenses en América Latina, ordenó perseguir “sin tregua” a los disidentes de la FARC en todo el territorio nacional. Por su parte, el Comandante de las Fuerzas Militares de Colombia, General Luis Fernando Navarro, afirmó que las autoridades de su país califican a los disidentes de las FARC de “grupo armado organizado residual” y por eso no descarta la posibilidad de bombardearlos, para eliminar la amenaza existente.
Aunque Gandhi ya contestó a sus palabras: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”, es evidente que hay mucho por hacer en el futuro cercano, porque demasiada gente ha pagado un precio muy alto en Colombia y muchos más lo seguirán pagando. Por eso apena la ausencia de estadistas en ese país, capaces de sacrificarlo todo en aras de la libertad de su pueblo, que es la causa más justa y que debería ganar cada vez más adeptos. Pero se debe ser optimista, porque los enemigos de la reconciliación en Colombia podrán eliminar a muchos dirigentes populares, como han hecho hasta ahora, pero no podrán detener el proceso por la paz.
Actualmente, la paz en Colombia requiere de guerreros, porque sus muertos reclaman por la inacción de los vivos, pues no es cierto que el tiempo pasa y lo cura todo. Vale la pena recordar las palabras del Che: “Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor… Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Esta es la cualidad más linda de un revolucionario.” Y así será para siempre.
ES HORA DE QUE LA HUMANIDAD DIGA ¡BASTA!
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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