El Bicentenario y la conciencia histórica
El Bicentenario y la conciencia histórica
Inauguramos el año de Guayaquil rememorando la Aurora Gloriosa y reflexionando acerca de la identidad de este hogar colectivo que es nuestro espacio vital. ¿Qué es la conciencia histórica? Es la condición de pertenencia, de raíces comunes, de eventos, fueren glorias o tragedias, de cultura propia y forma de pensar y actuar.
Y nosotros, los guayaquileños de cualquier proveniencia, sexo, edad o condición social y económica, tenemos razón para sentir querencia y pertenencia. Por el plácido río, los feraces campos, la cultura porteña, la apertura geográfica, y la historia, sí, la historia que es nuestra y que ha sido rescatada y está siendo afianzada, palmo a palmo, por los Aspiazus, Estradas, Holms, Arosemenas, Avilés, Hoyos y Gómez entre otros notables estudiosos y curiosos intelectuales que dedicaron y dedican su tiempo y talento a reconstruir y forjar la narrativa de los hechos, de los personajes y circunstancias que nos dieron valores y actitudes comunes.
Al hacerlo han demolido fábulas, ubicado a los actores en sus circunstancias, derrumbado ídolos con pies de barro, y lo han hecho con la fuerza de la evidencia incontrastable de los documentos originales, del profundo entendimiento de las circunstancias, de la política y de la economía que rigieron los momentos. A todos ellos, mi saludo y reconocimiento como ciudadano de esta tierra.
La historia guayaquileña no es una condición de provincialismo sino de entrega. El lema Por Guayaquil Independiente, que enmarca el escudo de la Estrella de Octubre no es una proclama separatista sino de libertad, libertad que nos la debemos a nosotros mismos, y que la ofrendamos al resto de la nación con la proclama de Guayaquil por la Patria.
Tenemos héroes propios que lo fueron antes de que existiera el Ecuador. Costeños y serranos, montuvios, extranjeros, hombres de campo y una pléyade de cosmopolitas y pensadores de la talla de Olmedo, Antepara, Villamil, Elizalde, Nájera, Garaicoa y Rocafuerte, el primer presidente guayaquileño y ecuatoriano, dieron forma definitiva a las ideas de independencia para emprender en su propio destino que es hoy nuestra heredad.
El hilo de la historia tiene numerosas hebras. Hubo, ayer como hoy y como siempre, lecturas y actitudes diversas: había quienes querían un país libre y federal; los que se sumaron a la causa bolivariana y a Colombia; los que tenían querencias más apegadas a Lima, poseídos de lecturas diferentes en tiempos pretéritos a la constitución de la República, animados por el afán de poder intercambiar libremente sin las ataduras y abusos de la Corona.
La Provincia Independiente de Guayaquil (lo que es hoy Manabí, Los Ríos, El Oro y Guayas) era un territorio de singular estirpe. Sus comarcas escasamente pobladas nunca fueron parte del Tahuantinsuyo, no sufrieron los estragos de la servidumbre impuesta por los españoles a los indígenas con sus mitas y encomiendas, y afianzaron su vocación de comercio que venía de los tiempos inmemoriales del spondylus. Se dio de tal forma paso a una manera particular de ser, pensar, actuar y obrar que continúa marcando nuestra condición.
El Bicentenario es el momento para retomar estas ideas y proyectarlas hacia el futuro. Lo continuaremos esbozando a través de estas líneas.
El Bicentenario y la conciencia histórica
Por Francisco Swett
Ecuador News
www.ecuadornews.com.ec