Acuerdo de paz en Afganistán
El primer día de marzo en curso, representantes del gobierno afgano y de Esta-dos Unidos suscribieron un acuerdo de paz, o de garantía de la paz, que es lo que en realidad se aspira.
Este preveía la retirada de la mitad del contingente armado estadounidense de Afganistán (cerca de 9.000 hombres y equipos), lo que allana el camino para una retirada de las tropas extranjeras y la paz definitiva, tras una guerra unilateralmente decidida por la potencia hegemónica norteamericana, hace cerca de dos décadas, contra los combatientes talibanes, en razón de la esgrimida negativa del régimen talibán del mulá Omar (1996-2001), entonces en el poder, a entregarles al fundador de la red terrorista Al Qaeda, Osama Bin Laden, autor intelectual del atentado de las Torres Gemelas de Nueva York del 11-S.
El acuerdo se dio tras una tregua de una semana que empezó la medianoche del sábado 22 y concluyó a la medianoche del sábado 29 de febrero, el cual los talibanes y las fuerzas estadounidenses respetaron, firmándose poco después en la capital catarí (Doha).
Las negociaciones entre los talibanes y el gobierno afgano, indispensables para un acuerdo más amplio y quizá definitivo en un país de total dominio de la religión islámica, se tenía previsto que comenzara el 10.
El retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán fue una de las promesas que Barack Obama no pudo cumplir, convirtiéndose en el más largo conflicto bélico en que se ha involucrado EE.UU. y que, pese a ser la más poderosa potencia armada contemporánea, no ha podido ganar.
El Pentágono ha estimado en $ 776 mil millones el costo de las operaciones militares en Afganistán, según dato periodístico, entre las que deben contarse el costo de las “bombas de racimo” que hizo explotar en busca o a pretexto de tratar de aniquilar a Osama Bin Laden, a quien al fin se descubrió, cazó y ejecutó en Pakistán.
Para disfrute, el espectáculo fue simultáneamente registrado y mostrado a los altos mandos del gobierno estadounidense a través de la pantalla televisiva.
Recuerdo la gozosa sonrisa de Hillary Clinton. Habría que preguntarse también cómo va a reponer ese gasto la potencia estadounidense, si es que ya no lo ha hecho, porque no es costurera que dé puntada en falso sin tener bien enhebrado el hilo en la aguja.
OPINIÓN
Por Nelly de Jaramillo
Ecuador News
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