Stalin, comunismo y guerra
Stalin, comunismo y guerra
Stalin tal vez sea la personalidad más deformada de la historia, aunque se debe ser ecuánime y objetivo respecto a este controvertido líder. Un método sería escuchar la opinión de quienes pudieron evaluarlo mal, y no lo hicieron. Isaac Deutscher, autor de una trilogía llena de elogios a Trotsky, el mayor adversario de Stalin, escribe: “Stalin ha alzado a Rusia hasta el grado de segunda potencia industrial del mundo… No se habría podido obtener un resultado similar sin una gran revolución cultural, que ha enviado al colegio a un país entero para impartirle una amplia enseñanza”.
Winston Churchill, cuando inicia la Guerra fría, afirma: “Siento gran admiración y respeto por el valiente pueblo ruso y por mi compañero en tiempos de guerra, el Mariscal Stalin”. Ejemplos así hay por miles. La toma del poder por los comunistas genera en Rusia una guerra civil cruenta, en la que la totalidad de los contrincantes implantan el terror como método de lucha, lo que en cuatro años de conflicto causa la muerte de millones de víctimas inocentes. La Revolución Rusa pone fin a la propiedad privada en todos los ámbitos de la sociedad, redistribuye los bienes en favor de las clases desposeídas y crea el sistema koljoziano de cooperativas campesinas, con el fin de convertir a corto plazo un país agrario en un país industrial.
Entre los mayores logros de Stalin están la electrificación de la Unión Soviética, el progreso de la ciencia en todos los dominios y el desarrollo industrial de ese país mediante planes quinquenales, que se logró en el lapso de diez años, pues en 1931 Stalin prevé que, debido a la situación internacional, la guerra contra Rusia se avecina, especialmente, luego de la llegada del nazismo al poder en Alemania.
Como resultado de la Gran Crisis del capitalismo de 1929, se inicia la lucha por el nuevo reparto colonial del mundo. Tal como lo analiza Stalin: A la sazón se puede dividir al mundo en potencias imperialistas agresoras y potencias imperialistas agredidas. Las primeras, que nada tienen, atacan a las segundas, que lo poseen todo. Las potencias agredidas, pese a ser económica y militarmente mucho más fuertes que las agresoras, ceden y ceden posiciones.
La razón de esta extraña conducta es darle aire a la agresión hasta que se transforme en un conflicto germano-soviético, al mismo tiempo quedar al margen del conflicto. Esperan que Hitler cumpla la promesa de liquidar al comunismo, le presionan para que se dirija cada vez más lejos en dirección al Este y dan largas al asunto de emprender una política de seguridad colectiva contra la agresión nazi-fascista.
Incitan a las naciones agresoras a atacar a la URSS, con la esperanza de que la guerra agote mutuamente a ambos bandos; entonces les ofrecerán sus soluciones y les dictarán sus condiciones. Los países beligerantes, cuyas fortalezas se habrían destruido como consecuencia de un largo batallar entre ellos, no tendrían más opción que aceptarlas. Un método barato para obtener objetivos concretos.
Luego de apoderarse de Europa continental, el 18 de diciembre de 1940 Hitler firma la orden para desarrollar el Plan Barbarrosa; el mismo contempla la destrucción de la URSS en tres o cuatro meses. Para entonces, cerca de 6.500 centros industriales europeos trabajan para la Wehrmacht y en las fábricas alemanas laboran 3’100.000 obreros especialistas extranjeros; la economía de Alemania posee dos veces y media más recursos que la Unión Soviética. Para después, el alto mando alemán planea la toma de Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas esperan encontrarse con las japonesas, y, por último, la toma de Canadá y EEUU, con lo que lograrían el dominio total del mundo.
El 22 de junio de 1941, un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío, compuesto por un total cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi, se lanza a atacar la URSS en un frente de más de 3.500 kilómetros, desde el mar Ártico hasta el mar Negro. No se cumplieron las expectativas del plan Barbarossa porque, a diferencia del resto de Europa, la Wehrmacht encuentra en Rusia una resistencia jamás esperada.
Desde el primer día de guerra, Stalin emite órdenes para trasladar la población e instalaciones industriales lejos del frente y controla desde la creación de obras de arte y publicación de artículos sobre temas políticos hasta el diseño de armas. Por su parte, la población soviética se aglutina a su alrededor bajo la consigna: “¡Todo para el frente, todo para la victoria!” Con el fin de defender a la patria, los trabajadores laboran sin descanso, los poetas escriben poemas motivadores, los compositores crean música inspirada, los artistas se presentan en todos los frentes, los campesinos cosechan los mejores frutos de la tierra, los ingenieros crean novedosos instrumentos de combate y los soldados entregan la vida en aras de la libertad.
Nadie permanece indiferente. Un ejemplo es la creación del nuevo himno de la Unión Soviética, que hasta entonces había sido ‘La Internacional’. Cerca de 170 compositores participan en el concurso. Stalin, personalmente, aprueba el himno y es el autor de la primera estrofa: “Unión indestructible de repúblicas libres, que la Gran Rusia ha unido para siempre… ” Desde el 24 de junio de 1945 se entona en los desfiles del Día de la Victoria y su música es la misma que la del himno de la Rusia actual.
El 3 de julio de 1941, Stalin se dirige al pueblo soviético: “¡Camaradas, ciudadanos, hermanos y hermanas, miembros de nuestras fuerzas armadas! ¡A ustedes me dirijo, amigos míos!… Nuestras tropas luchan heroicamente, a pesar de las grandes dificultades, contra un enemigo superiormente armado con tanques y aviones… Junto con el Ejército Rojo, el pueblo entero se levanta en defensa de su amada patria… Esta guerra no será una guerra cualquiera entre dos ejércitos enemigos. Esta guerra será la lucha de todo el pueblo soviético contra las tropas germano-fascistas. El propósito de la guerra popular consiste no sólo en destruir la amenaza que pesa sobre la Unión Soviética sino también en ayudar a todos aquellos pueblos de Europa que se encuentran bajo el yugo alemán. Camaradas, nuestras fuerzas son poderosas. El insolente enemigo se dará pronto cuenta de ello… Toda la fortaleza de nuestro pueblo se empleará para aplastar al enemigo.
¡Adelante! ¡Hacia la Victoria!” A partir de entonces se inicia la Gran Guerra Patria.
Al año siguiente se da la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada de la historia, con más de tres millones de muertos, la misma se prolonga desde agosto de 1942 hasta febrero de 1943 y culmina, luego de combatir sin tregua en cada piso de cada casa, con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, algo que muy pocos en el mundo esperaban.
Después de esta batalla se conoce que en 1943 tampoco se abrirá el Segundo Frente, lo que significaba que Alemania puede concentrar en el Frente Oriental a lo más selecto de sus tropas para luchar contra la URSS. Stalin le escribe a Roosevelt: “Usted y Churchill han decidido posponer la invasión a Europa Occidental para la primavera de 1944. Otra vez nos tocará luchar casi solitariamente”.
Y en carta a Churchill dice: “Nuestro gobierno nunca pudo imaginar que EEUU y Gran Bretaña revisaran la decisión de invadir Europa Occidental… No fuimos consultados… Usted me dice que comprende por completo mi desilusión. Es mi deber aclararle que no se trata de una simple desilusión del gobierno soviético sino de mantener la confianza entre los aliados. No hay que olvidar que se trata de salvar la vida de millones de personas que viven en las regiones ocupadas de Europa Occidental y Rusia, así como también de reducir las inmensas bajas del Ejército Soviético”. Finalmente, un año después se produjo el desembarco en Normandía.
A partir de la Batalla de Kursk, en la que, según Hitler, los alemanes “debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno”, Alemania pierde todo tipo de iniciativa bélica y pese a su feroz resistencia es derrotada por la URSS, con la ayuda de las tropas aliadas. Luego de liberar a más de veinte países del yugo nazi-fascista, el Ejército Soviético entra en Berlín y el 1 de mayo de 1945 iza la bandera de su país en el ‘Reichstag’, el parlamento alemán.
El 9 de Mayo termina una contienda en la que fallecen cerca de 60 millones de seres humanos, de los que 27 son soviéticos. La perdida total de la Unión Soviética es de unos 3 billones de dólares (un 3 seguido de doce ceros). Gracias a este sacrificio, la humanidad se ve libre de la noche eterna del dominio imperial con que Hitler soñó para mil años.
Las siguientes tres historias sirven de ejemplo de cómo Stalin toma decisiones importantes. El Mariscal Rokossovski le presenta un plan para la liberación de Bielorrusia; se trata de un doble ataque contra las posiciones del enemigo, que por primera vez se planificaba. Cuando Rokossovski expone su plan, Stalin y el alto mando lo rechazan. Rokossovski insiste. Stalin le ordena dejar la sala y pensar. Cuando Rokossovski regresa, Stalin le pregunta: “¿Qué propone?” Rokossovski insiste: “El doble ataque”. Finalmente, Stalin y toda la cúpula militar aprueban el plan. Esta operación, conocida como ‘Bagratión’, es una de las más exitosas de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando los alemanes desencadenan la contraofensiva llamada ‘Viento del Norte’, en las Ardenas, donde la Wehrmacht rompe la defensa de los Aliados en un sector de 80 km y avanza 100 km en 10 días, lo que amenaza a las tropas aliadas con un segundo y más desastroso Dunkerque, Churchill le escribe a Stalin: “El General Eisenhower está deseoso de conocer qué planes tienen ustedes.
¿Se podría contar con una gran ofensiva rusa en el Vístula o en cualquier otra parte durante el mes de enero?” Stalin le contesta: “Sin tomar en cuenta las dificultades que representa el mal tiempo, en vista de la situación en que se encuentran nuestros aliados en el Frente Occidental, el Comando Supremo del Ejército Soviético ha decidido desencadenar una ofensiva a gran escala contra los alemanes a lo largo de todo el Frente Central, sin tomar en cuenta las condiciones meteorológicas”. A lo que Churchill responde: “Le estoy enormemente agradecido por su emocionante misiva… Ojalá la buena suerte les acompañe en su noble tarea.
Sus noticias reconfortaron enormemente al General Eisenhower, puesto que los alemanes deberán dividir sus fuerzas”.
La Conferencia de Yalta de 1945 reúne a Stalin, Roosevelt y Churchill, jefes de Estado de los aliados más importantes de la Segunda Guerra Mundial; es convocada para planificar la derrota final de las naciones del Eje y elaborar la política a seguir en Alemania por parte de la URSS, EEUU y el Reino Unido, luego de la guerra. A la propuesta de Churchill de dividir a Alemania en numerosos pequeños estados, Stalin contesta: “Los hitlers va y vienen, pero el pueblo alemán es uno y perdura”. Se puede pensar lo que guste de Stalin, pero es de ingratos olvidar la inmensa contribución de este dirigente comunista en la derrota del nazismo.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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