Kursk, una batalla definitoria
Kursk, una batalla definitoria
La Segunda Guerra Mundial se desarrolló, en lo fundamental, en el Frente Oriental y es la conflagración más sangrienta de la historia. La madrugada del 22 de junio de 1941, las Fuerzas Armadas de la Alemania Nazi (la Werhmacht), atacaron la Unión Soviética con 5,5 millones de soldados, más de 4000 tanques y 5000 aviones, en un frente de 3500 Km de extensión. La Werhmacht, que hasta ese entonces sólo había conocido victorias, fue derrotada en la entrañas de la URSS. De las 783 divisiones alemanas destruidas durante esta guerra, 607 lo fueron en el frente Soviético-alemán, donde también fueron abatidos 77.000 aviones y destrozados 48.000 tanques y 167.000 cañones, así como 2.500 navíos de guerra. Las decisivas batallas de Moscú, Stalingrado, Kursk, Bielorusia, Varsovia, Hungría, Berlín se libraron en este frente, significaron un viraje radical de la guerra y el completo descalabro del nazismo.
La mayor derrota alemana se dio en la Batalla de Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada de la historia, con más de tres millones de soldados muertos de ambas partes; la misma se prolongó desde agosto de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, y culminó, luego de combatir por cada piso de cada casa, con la increíble victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, algo que nadie en el mundo occidental esperaba.
Sobre la batalla de Stalingrado, el General alemán, Dorr, escribe: “El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller… Estábamos frente a frente con los rusos, lo que impedía utilizar la aviación. Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes”. Fue el General Chuikov, defensor de Stalingrado, quien ideó esta forma de lucha con la que logró que el espacio de separación de sus tropas de las alemanas jamás excediera al radio de acción de un lanzador de granadas. Al destruir la ciudad, los nazis impidieron que la acción de sus tanques fuera efectiva, las mismas ruinas actuaban como defensas antitanques.
El 19 de noviembre de 1942, el Ejército Soviético comenzó una contraofensiva que había sido elaborada en el mayor de los secretos; cuatro días después, los alemanes quedaron cercados por un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud. El ultimátum enviado por el General Rokosovsky al Mariscal Von Paulus fue rechazado. Para el 2 de febrero de 1943, luego feroces combates, terminó la resistencia alemana en Stalingrado. El Ejército Soviético capturó a un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. En la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht perdió un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el frente oriental, más de 3.000 tanques y casi 4.500 aviones. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia. Casi la totalidad del material militar que se empleó fue fabricado en las fabricas que los técnicos de la Unión Soviética habían trasladado desde la zona central de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones.
Luego de la Batalla de Stalingrado, el gobierno soviético conoció que en 1943 tampoco se produciría en desembarco en Francia, lo que significaba que Alemania podía concentrar en el Frente Oriental lo más selecto de sus tropas para luchar contra la URSS. El 10 de junio de 1943, Stalin le escribe a Roosevelt: “Usted y Churchill han decidido posponer la invasión a Europa Occidental para la primavera de 1944. Otra vez nos tocará luchar casi solitariamente”, y a Churchill: “Nuestro gobierno nunca pudo imaginar que EEUU y Gran Bretaña revisaran la decisión de invadir Europa Occidental… No fuimos consultados… Usted me dice que comprende por completo mi desilusión. Es mi deber aclararle que no se trata de una simple desilusión… sino de mantener la confianza entre los aliados. No hay que olvidar que se trata de salvar la vida de millones de personas que viven en las regiones ocupadas de Europa Occidental y Rusia, así como también de reducir las inmensas bajas del Ejército Soviético”.
Bajo estas circunstancias se produjo la Batalla de Kursk, en la que, según Hitler, los alemanes “debían recuperar en el verano lo que habían perdido en el invierno”. Para ese entonces el frente soviético alemán se había estabilizado a lo largo de una línea que comenzaba en el Golfo de Finlandia, continuaba en el centro a unos 500 km de Moscú y terminaba en el sur, en el mar de Azov. El frente formaba una curva a la altura de la ciudad de Kurks, desde este arco los soviéticos se proponía liberar Oriol y Briansk. Los alemanes decidieron desatar una ofensiva, tanto desde el norte como desde sur de este arco, para encerrar en su interior a grandes concentraciones de tropas soviéticas; con este fin planificaron la operación Ciudadela. Para ganar la batalla crearon nuevos tipos de tanques “Tigres”, los mejores que fabricó Alemania durante la guerra, carros de combate tipo “Pantera” y cañones “Ferdinand”, y concentró para el ataque 70 divisiones de 900.000 soldados, 10.000 cañones y morteros, 2.700 tanques y más de 2.000 aviones.
La operación no correspondía a las posibilidades reales de la Wehrmacht, que no había apreciado correctamente las relaciones de fuerza en el Frente Oriental, donde los soviéticos habían construido 4.240 km de trincheras en Vorónezh y otra cantidad semejante en la frente central. La longitud total de las trincheras abiertas en el arco de Kursk podría cubrir la distancia entre San Francisco-Washington-Montreal.
El 5 de julio de 1943 comenzó la batalla. Los alemanes confiaban en que sus fuerzas romperían las defensas rusas tanto en el norte como en el sur, pero su ofensiva terminó en un rotundo fracaso. La contraofensiva soviética marcaría el fin del último intento alemán de recuperar la iniciativa en el Frente Este, iniciativa que a partir de ese momento quedó en manos del Ejército Soviético. En la Batalla de Kursk se exterminaron las mejores unidades del ejército alemán, aquellas que luchaban bajo la consigna de vencer o morir, se enterró también el mito de que era el invierno ruso el que ayudaba al Ejército Rojo; también fue la batalla de tanques más grande de la historia, participaron en ella 6.900 tanques de ambos bandos.
El General Guderian escribe en Memorias de un soldado: “Sufrimos una derrota demoledora en Kursk. Las tropas blindadas, que habían sido repuestas con gran esfuerzo como consecuencia de las grandes pérdidas de hombres y de material de guerra, quedaron fuera de servicio por largo tiempo. Era imposible restituirlas a tiempo para… el caso del desembarco con el que los aliados amenazaban para la primavera siguiente. Como consecuencia del fracaso del plan Ciudadela, el frente oriental absorbió todas las fuerzas que estaban emplazadas en Francia”. La victoria soviética de Kursk demostró a los aliados de Occidente que si no desembarcaban en Europa, la URSS sola era capaz de derrotar a Alemania; fue el factor decisivo para que no se aplazara más el desembarco en Francia.
Luego de la Batalla de Kursk, del desembarco en Normandía y de que la URSS liberara a numerosos países del yugo nazi-fascista, las tropas del Ejército Rojo entraron en Berlín e izaron la bandera soviética en el Reichstag, el parlamento alemán. Finalmente, el 9 de Mayo de 1945 cesaron los combates en Praga y terminó una guerra que en el frente oriental duró 1418 días. Esta fecha es tan sagrada para Rusia, y no sólo para ella, porque para conseguir la victoria se inmolaron 27 millones de sus mejores hijos, 60 millones fueron heridos, quedaron destruidas 1710 ciudades, 32000 empresas industriales, 66000 Km de vías férreas, una pérdida de más del 30% de la riqueza nacional de la Unión Soviética, en valor presente unos 3 billones de dólares (un 3 seguido de doce ceros); gracias a este sacrificio, la humanidad se vio libre de la noche del dominio imperial con que Hitler soñó para un milenio.
Alexander Werth, reconocido periodista inglés de la BBC, escribe: “Los rusos llevaron el fardo más pesado en la guerra contra la Alemania Nazi, precisamente gracias a esto quedaron con vida millones de norteamericanos e ingleses”. Edward Stettinus, Secretario de Estado de EEUU durante esta guerra, reconoce que el pueblo norteamericano debería recordar que en 1942 estaba al borde de la catástrofe. Si la Unión Soviética no hubiera sostenido su frente, los alemanes hubieran estado en condiciones de conquistar Gran Bretaña; habrían estado en condiciones de apoderarse de África y crear una plaza de armas en América Latina. Es bueno recordarlo porque entonces, como ahora, aparentemente el mal crecía sin fin sin que nadie fuera capaz de detenerlo; sin embargo, la heroica lucha en contra del nazismo, no sólo del pueblo soviético sino de todos los hombres libres, salvó al mundo de la moderna barbarie. Tal vez, la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que las guerras hay que combatirlas antes de que estallen.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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