Hiroshima y Nagasaki
Hiroshima y Nagasaki
Hiroshima y Nagasaki fueron las dos ciudades japonesas que, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, sufrieron los primeros bombardeos atómicos de la historia. La Segunda Guerra Mundial no terminó con la toma de Berlín, el rendimiento de los nazis y el suicidio o fuga de Hitler, puesto que los japoneses —que con Alemania e Italia formaron el eje Roma-Berlín-Tokio—, aprovechando su predominio naval, se habían apoderado del Pacífico occidental.
Las fuerzas del eje conquistaron Filipinas y tomaron Tailandia, Malaya —la actual Malasia—, Guam, Hong Kong, el archipiélago de Bismarck, las islas Salomón, las islas Gilbert y Marshall, Singapur, las Indias Orientales holandesas, Rangoon, Burma, Nueva Guinea y las islas Aleutianas.
La respuesta japonesa a la toma de Berlín fue la resistencia armada. Después de la capitulación de Alemania los aliados —Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra y Francia— desencadenaron la ofensiva final contra el Japón.
Era marzo de 1945. La lucha fue isla por isla. Los riscos de Iwo Jima y la isla de Okinawa, en combates emblemáticos, fueron tomados por los infantes de marina norteamericanos a bayoneta calada y en lucha cuerpo a cuerpo.
En los combates por la isla de Okinawa hubo más muertos que en el bombardeo atómico de Hiroshima: 149.000 bajas japonesas y 12.000 norteamericanas.
Las fuerzas estadounidenses desplegaron su ofensiva total. Pero Japón no se rendía.
El 26 de julio de 1945 los gobiernos de EE.UU., Inglaterra y China formularon un ultimátum al gobierno japonés —al que se adhirió la Unión Soviética— para que se rindiese incondicionalmente y diera término a la guerra mundial —que a lo largo de cuatro años y medio había causado decenas de millones de muertos— o, de lo contrario, que se atuviese a las consecuencias, que serán su aniquilación total.
La primera bomba atómica cayó en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, a las 8 horas y 15 minutos de la mañana, y tres días después la segunda en Nagasaki.
La bomba de Hiroshima —de tres metros de largo por 0,70 centímetros de diámetro y cuatro toneladas de peso—, lanzada desde el bombardero B-29, bautizado como “Enola Gay” —cuyo piloto, el coronel Paul Tibbets, murió a los 92 años de edad el 1 de noviembre del 2007—, causó la muerte de 140 mil personas, o sea casi la mitad de la población de Hiroshima.
El infierno nuclear se produjo. Cinco días después de este bombardeo de los “aliados” —Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Bélgica y Holanda— llegó la rendición incondicional del Imperio japonés, que se formalizó el 2 de septiembre de 1945 a bordo del acorazado norteamericano U.S.S. Missouri, anclado en la rada de Tokio.
OPINIÓN
Por Rodrigo Borja Cevallos
ExPresidente Constitucional de la República del Ecuador
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