La Edad de las Tinieblas
La Edad de las Tinieblas
Carlomagno, coronado Emperador de Roma la Navidad del 800 d.C., era iletrado; sin embargo, fue admirador de la cultura y la instrucción, enseñanzas que impulsó por todos los rincones de su enorme imperio. A partir del 28 de enero de 814, cuando fallece, se puede decir que comienzan los años oscuros de la Edad de las Tinieblas, cuando la civilización de Europa Occidental degenera al nivel más bajo, luego de la caída del Imperio Romano de Occidente.
La disolución moral de la sociedad cunde por todos los ámbitos de la vida pública y privada, tanto de la nobleza como del clero, sin que autoridad alguna fuera capaz de ordenar el caos existente. La Edad de las Tinieblas se extiende en Europa aproximadamente hasta el año 1000, lapso durante el cual la iglesia medieval tiene un dominio casi absoluto sobre la sociedad y se produce el Gran Cisma, evento que separa al papa de Roma y la cristiandad de Occidente, de los patriarcas y la cristiandad de Oriente.
En ese entonces, pocas romanas son tan poderosas y siniestras como Marozia, que nace el 892, y su madre Teodora, quienes, aunque analfabetas, pueden ordenar el asesinato de cualquier cristiano, incluso el del mismo papa. Las atrocidades de estas dos matronas empequeñecen las de Alejandro Borgia, cuyas barbaridades son nimias en comparación a las de este par de arpías, que se valen de los más variados artificios criminales para sentar en la silla de san Pedro a sus descendientes, engendrados con las principales cabezas religiosas de esa época, llamada “período de la pornocracia”, porque el papa toma sus decisiones basado en las opiniones de sus favoritas. El historiador Liuprando de Cremona llama a Teodora “vergonzosa puta que ejerce el poder sobre la ciudadanía romana como un hombre”.
Se dice que Marozia no es hija de Teofilacto, senador romano, conde de Tusculum y esposo de Teodora, sino del papa Juan X, que gobierna la iglesia desde el año 914 al 928. Con el apoyo de Teodora y Teofilacto, Sergio III se convierte en el primer papa pornocrático, y para estar sentado en la silla de San Pedro asesina al antipapa Cristóbal y al papa León V, que gobierna solamente un mes, luego de ser depuesto por el mencionado Cristóbal, su director espiritual.
Sergio III tiene 45 años y es amante tanto de Teodora como de Marozia, que frisa los quince años. Marozia se casa con Alberico I, duque de Spoleto, cuando está preñada de Sergio III, y es ser amante de este papa lo que le confiere enorme poder en los siguientes cinco lustros, en los que nombra a su antojo a por lo menos seis papas. Alberico I reconoce como suyo al hijo del papa, el mismo que con el correr de los años se convierte en el papa Juan XI.
Sergio III es conocido porque durante su papado preside el Segundo Concilio del Cadáver, contra el papa Formoso, al que desentierra del sepulcro en el que durante diez años ha permanecido, lo encuentra culpable de nuevo, lo decapita y ordena que sus restos sean arrojados al Tiber. El Primer Concilio del Cadáver tiene lugar nueve meses después de la muerte de Formoso y es presidido por el papa Esteban VI, para lo cual lo revisten con sus ornamentos papales, lo juzgan y lo condenan por supuestos delitos cometidos durante su pontificado, declaran inválida su elección, anulan todos sus actos como papa, le despojan de sus vestiduras, le arrancan los dedos con los que en vida ha impartido bendiciones y entierran sus restos en un lugar secreto.
El año 924, Morozia rivaliza por el dominio de Roma con el Papa Juan X, y como consecuencia de esta rivalidad asesinan a su esposo; Marozia queda viuda a los treinta y dos años, pero ella no es de las que ahoga en un vaso de agua y recupera el poder contrayendo nupcias con Guido de Toscana. Rivaliza otra vez con el Papa al intentar colocar en el trono de Italia a Hugo de Arlés, su favorito y hermano de su esposo. El conflicto se resuelve a su favor luego de la derrota de las fuerzas papales en manos de Guido de Toscana, que con su ejército toma Roma, depone al Papa y lo mete en prisión, donde Juan X es asesinado por orden suya.
Aún en vida de Juan X, Teodora y Marozia influyen para sea electo León VI, quinto papa del período de la pornocracia. León VI no gobierna la iglesia ni siquiera un año, porque en diciembre del año 918, a los seis meses y medio de ser electo, es asesinado por orden de Marozia. Su sucesor, Esteban VII, electo por influencia de Marozia, también es asesinado tres años después de ser electo. Marozia vuelve a enviudar. Pero algo debe tener de atractiva esta émula de araña negra, porque de inmediato contrae nupcias con el rey de Italia, su cuñado Hugo de Arlés, quien le debe el trono a ella. Únicamente, debe arreglar antes un pequeño problema: Hugo está casado y sólo el Papa puede anular su matrimonio.
Para su buena estrella, el Vaticano es gobernado por Juan XI, papa al que ha parido veinte años atrás luego de ser preñada por el Papa Sergio III, su antiguo amante; se trata de un papa que no es hijo de papá sino de papa. Juan XI resuelve en un dos por tres el problema de su madre, a la que de inmediato le retorna la felicidad conyugal, cuando él mismo la casa en una misa que oficia el año 932.
Pero no todo es color de rosa para Marozia, pues su otro hijo, Alberico II, que se cree relegado por su madre y a quien no le gusta para nada ese matrimonio, se revela, expulsa a su padrastro de Roma, apresa en el castillo de Sant’Angelo a su hermano, el Papa, y a su madre, donde permanecen hasta la muerte de Alberico II.
En prisión, Marozia se entera de que su nieto Octaviano, hijo ilegítimo de Alberico II, se ha convertido en el Papa Juan XII. Mucho después, a los noventa años de edad, Marozia es ejecutada luego de ser exorcizada de los demonios que la dominaron durante su existencia. Tal vez, su perversa vida sirvió de base para la leyenda de la “papisa Juana”.
Ya ven qué cosas se dieron antes, y luego intentan hacernos creer que el respeto por la familia se ha perdido sólo en los últimos años. Pero sobre quien este relato va a hacer hincapié es acerca de Juan XII, nieto de Marozia, de la que heredó su extremada ambición. Este papa es conocido como “el Papa Fornicario” y lo cierto es que hizo suficientes méritos para llevar tal sobrenombre; además, tiene la fama de ser electo a la edad de dieciséis años, pese a tener una nula formación religiosa y cultural.
Juan XII es un depravado sexual que prefiere los prostíbulos en vez de sus obligaciones sagradas, por lo que convierte al Vaticano en un lugar semejante a esos antros, al extremo de que ninguna mujer hermosa, que se tuviera por decente, se atreve a pasar cerca de sus dominios porque corre el riesgo de ser raptada para ser convertida en su amante y luego ser encerrada en algún lupanar administrado por este “santo varón”, cuyas ganancias derrocha con las concubinas de su muy nutrido harén, a las que colma de bienes y joyas. Una vez, asustado por la llegada del Emperador Otón I, cierra los burdeles, y para evitar la vergüenza de que tanta meretriz deambule por las calles de la urbe, las esconde en los conventos de los alrededores.
Con Otón I, mediante un documento conocido como Privilegium Ottonianum, Juan XII establece una alianza por la cual se acepta la potestad del emperador sobre el papa a cambio del reconocimiento de un documento apócrifo, conocido como “la Donación de Constatino”, que otorga a la Iglesia de Roma los terrenos de Bizancio en Italia. El pacto se mantiene mientras Otón I permanece en Roma, pero apenas el emperador parte, Juan XII rompe su juramento de fidelidad, para lo cual busca alianzas con los peores enemigos de Oton I.
Molesto por la traición, Otón I retorna a Roma y ordena que ningún papa sea electo sin su consentimiento; luego, el 4 de diciembre de 963, convoca al sínodo de San Pedro, en el que Juan XII es juzgado por asesinato, perjurio, sacrílego e incesto con su madre y hermanas; finalmente, Otón depone al papa y el sínodo nombra pontífice al secretario del emperador, un seglar que ha tomado las órdenes sacerdotales el mismo día en que es coronado con el nombre de León VIII.
Pero Juan XII, que ha abandonado la ciudad forrado de joyas y acompañado de dos de sus amantes, con los tesoros robados a la iglesia organiza un ejército y retorna a Roma en febrero de 964. El pueblo de Roma, descontento de tener un papa probo, apoya la revuelta, y Juan XII es nuevamente acogido con grandes honores por un populacho que se identifica con sus vicios.
Juan XII desconoce lo actuado por el sínodo de San Pedro, convoca a su propio sínodo, excomulga al emperador y ordena que sean mutilados todos los obispos que le depusieron. Otón retorna para meter en cintura al papa, pero llega tarde ya que Juan XII es asesinado a martillazos por un marido celoso que lo encuentra con su esposa en plena faena sexual.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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