Opositores en el gobierno de Nayib Bukele
Aparece un grupo grande de opositores en el gobierno del Salvador de Nayib Bukele…
La protesta de miles de personas esta semana y la respuesta del presidente milenial abren una etapa de división en el país centroamericano
A pesar del lumbago que le aquejaba desde hace días, Felipe Maqueda renunció a su día de descanso y se levantó el miércoles de la cama, se vistió, tomó una cartulina y, junto a sus dos hijos, se subió a uno de los pocos autobuses que salían hacia el parque Cuscatlán de San Salvador. Al llegar allí a las 9 de la mañana, el albañil de 67 años que en su juventud militó en la izquierda se sorprendió ante la cantidad de gente reunida. Serpenteó entonces entre la multitud y cuando encontró un trozo de asfalto vacío, tomó la cartulina que traía bajo el brazo y se arrodilló para escribir en ella solo una frase: “El Salvador no es tu finca”. Cuando se levantó, otro achaque le recordó por qué se resistía a venir.
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La marcha unió a sectores tan diversos como estudiantes, feministas, provida, sindicalistas y simpatizantes del FLMN y Arena.
La primera protesta contra el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, había sido meses atrás y tan solo reunió a un puñado de personas. La segunda, unos días después, no llegó a mil manifestantes. Pero este miércoles entre 10.000 y 15.000 personas caminaron hacia el centro de San Salvador al ritmo de cánticos, músicas y las viejas consignas de siempre: del “Bukele fascista”, “abajo la dictadura” o “¿Cuál es la ruta? sacar al hijueputa”.
La Moneda Bitcoin en El Salvador: sálvese quien pueda
A pesar de que la adopción de esta criptomoneda como forma de pago en El Salvador pueda alentar otras inversiones digitales en el futuro, muchas familias locales no sabrán emplearla en sus transacciones cotidianas
Otra vez en el ojo del huracán, un no parar desde hace más de un lustro. El anuncio del gobierno de El Salvador de la adopción de bitcoin como moneda de curso legal y la reciente propuesta regulatoria de Basilea vuelven a poner encima de la mesa lo complejo que es delimitar el campo de juego de monedas digitales y criptoactivos. Cada vez es más necesaria la coordinación internacional. El fuerte crecimiento de este tipo de divisas y activos – de evidente riesgo- ha irrumpido en los mercados de inversiones de la última década. La indefinición de un marco regulatorio que dote de mayores garantías estos mercados y plataformas refuerza el interés y la polémica.
El caso de El Salvador es paradigmático. Primero, porque precisamente la semana pasada, tras el anuncio, bitcoin sufrió una severa corrección del 14%. Es la apuesta de un país como campo de pruebas, como una de las “cunas” futuras de bitcoin. Puede alentar otras inversiones digitales en el futuro. Teóricamente, esto favorecería a un país con un elevado nivel de pobreza y limitadas capacidades de crecimiento. Aunque el mundo es para los valientes, existen también innumerables riesgos en esta prueba de laboratorio. En primer lugar, adoptar la moneda de un país tercero -como ocurre con el dólar americano-o de una divisa digital descentralizada y no respaldada por banco central alguno, reduce la capacidad de maniobra para las políticas fiscal y monetaria. El impacto sobre los presupuestos públicos y la deuda -ya en categoría de “bono basura”- es impredecible. Genera grandes incertidumbres y posibilidad de especulación. Asimismo, el bitcoin no funciona bien como medio de pago. Es muy probable que las familias salvadoreñas, con bajos niveles de educación financiera, no conozcan bien las implicaciones de un instrumento tan volátil y opaco. Mucho menos para emplearlo como instrumento para realizar transacciones cotidianas.
Parte del problema es la falta de una regulación internacional específica y adecuada. Como (casi) siempre, la regulación parece que empezará por la banca. El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea ha presentado una propuesta de regulación de las operaciones con “criptos” para las entidades financieras que deseen tener estos instrumentos en su balance, en el que exige un requerimiento de recursos propios tan duro como el de los préstamos morosos. El descontento de buena parte de los bancos es evidente, ya que limita las posibilidades para competir con los nuevos operadores tecnológicos. Si tan peligroso son bitcoin, ethereum y sus similares, lo que se precisa es que se regulen estos activos, más allá de la banca. No olvidemos que despiertan el interés de todo tipo de inversores, grandes y pequeños, particulares e inversores institucionales. Son instrumentos complejos, sobre todo para quienes no entienden su funcionamiento. Por ello, tiene poca lógica que los mayores especialistas en evaluación de inversiones y de sus correspondientes riesgos tengan un tratamiento más gravoso que el resto. Es el momento de dar un paso adelante entre todos y entender mejor las grandes posibilidades y riesgos que suponen los instrumentos basados en “blockchain”, para que una gran oportunidad no se convierta en un “sálvese quien pueda”.
Los gritos, las pancartas y los cánticos criticaban la acumulación de poderes, el control de los jueces, la reelección presidencial y la imposición del bitcoin como moneda de curso legal. Precisamente hacia la criptomoneda fue dirigido el único arrebato vandálico cuando alguien quemó el cajero de bitocoin del centro de San Salvador. Un símbolo del bukelismo que quedaba consumido por las llamas.
La masiva manifestación fue el fin a la luna de miel en la que hasta ahora había vivido el pequeño país centroamericano, de poco más de seis millones de personas, con su presidente. Convocada a través de las redes sociales por colectivos tan diversos como estudiantes, grupos LGTBI, sindicalistas, grupos antiaborto o miembros de los dos viejos partidos ARENA y FMLN, después de dos años y tres meses de su victoria electoral, el presidente Nayib Bukele perdía en lugares en los que hasta ahora había sido imbatible: la calle y las redes. Por primera vez miles de personas no se reunían para aplaudirle.
Horas después, Bukele respondió en cadena nacional con un duro ataque contra quienes marcharon. En su intervención frente a todo el país, describió la protesta como un “suceso” violento, con gente armada y financiada desde el exterior. Según el mandatario, todos ellos “salieron a protestar contra una dictadura que no existe” y celebró que “aún” no ha tenido que utilizar gases lacrimógenos para reprimir, pero que de seguir así tendrá que hacerlo.
El expublicista y antiguo representante de Yamaha no escatimó en escenografía. Se rodeó de militares y situó frente a él a muchos embajadores. “Vamos a ser aliados, pero no admito injerencia alguna (…) y a los que no les guste tendrán que aguantarse”, les dijo, como si se tratara de un maestro regañando a los alumnos. Aunque no citó expresamente a Estados Unidos, Bukele respondió a la encargada de negocios, Geal Manes, quien días antes había comparado a Bukele con Hugo Chávez cuando se supo que un tercio de los jueces del país iban a ser expulsados “por corruptos”. “Nos condenan por depurar el sistema judicial. ¿Acaso han hecho algún bien los jueces corruptos al país?”, se justificó Bukele con la banda presidencial cruzándole el pecho.
A lo largo de la noche fue su única referencia al golpe judicial que comenzó en mayo cuando ordenó disolver la sala constitucional y reemplazar a los magistrados por otros afines. A los que no estaban de acuerdo les envió la policía a la puerta de su casa. Al mismo tiempo expulsó al Fiscal general, con cargo en vigor, y recientemente cesó a todos los jueces de más 60 años. Paralelamente impuso el bitcoin como moneda de curso legal junto con el dólar y anunció la contratación de 20.000 nuevos soldados, el doble del tamaño que tiene ahora el ejército salvadoreño. Y todo en cuatro meses. Según José Manuel Vivanco, director de la organización Human Rights Watch, “Bukele sigue el mismo libreto que el expresidente de Venezuela Hugo Chávez, pero en un tiempo récord”.
Precisamente en las primeras filas del Palacio presidencial, escuchando sus palabras el pasado miércoles, había alguien que conocía muy bien a Hugo Chávez. Junto a militares, ministros o diplomáticos, estaba Hanna Georges, cerebro del grupo de consultores venezolanos que lo asesoran y que han hecho de El Salvador su nueva casa. La misteriosa asesora venezolana trabajó anteriormente como asistente con el líder opositor Leopoldo López y su esposa, Lilian Tintori y actualmente está al frente de un grupo más amplio de asesores vinculados a Voluntad Popular en la estrategia comunicativa del gobierno.
Sin embargo, en el anillo de poder que le habla al oído a Nayib Bukele destacan sus hermanos Karim, Ibrajim y Yusef Bukele Ortez, tres de los diez hijos de la pareja formada por el emigrante palestino Armando Bukele Kattán y Olga Ortez. Ellos han participado activamente en la llegada del bitcoin a El Salvador y son las personas que más influyen en el joven mandatario.
La tercera pata del poder de Bukele reside en los militares, a quienes mima con esmero desde su llegada al poder y cuyo tamaño quiere doblar en los próximos meses, a pesar del escuálido estado de las arcas públicas. Entre los empresarios, Bukele trata de formar un conglomerado que reemplace a los apellidos tradicionales como Simán por otros, entre los que destaca Roberto Kriete, accionista de las compañías aéreas Avianca y Volaris. Con estos mimbres Bukele insistió durante la celebración de los 200 años de Independencia que algo nuevo ha llegado con él para poner fin a la podredumbre el pasado. Y razón no le falta.
Nacido hace 40 años en San Salvador, el presidente milenial es la consecuencia de un sistema corrupto que encontró en el publicista a su redentor. Los dos últimos presidentes, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, del partido de izquierda FMLN, están exiliados. El anterior a ellos, de la derecha Arena, Antonio Saca, está encarcelado. Y el anterior al anterior, Francisco Flores, murió entre rejas acusado de corrupción. Paralelamente, los estudios del Latinobarómetro llevan años señalando que El Salvador es el país latinoamericano donde menos importancia tienen la democracia, los partidos o el sistema judicial. Solo el 28% de la población prefiere “la democracia a cualquier otra forma de gobierno” y para el 54% “en algunas circunstancias” una dictadura es mejor opción que la democracia, según el estudio de 2018.
Sobre esta ciénaga, Bukele ha levantado en tiempo récord un modelo conservador y autoritario en lo político y efectivo en lo público, que incluye grandes obras públicas, un buen manejo de la pandemia (más del 50% de la población ha recibido ya las dos vacunas) y enormes éxitos en seguridad que han reducido a niveles inimaginables la violencia, incluso con días en los que hubo cero homicidios en uno de los países más sangrientos del continente. En la actualidad, impulsa una reforma constitucional que deja en el aire la reelección —prohibida en la constitución actual— pero descarta el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual “porque nuestra fe en Dios es la que guía nuestras acciones”, escribió en redes sociales. Fue su guiño personal en una de las sociedades más conservadoras del continente en su intento por sumar voluntades favorables para reformar la constitución
Al final de la semana, la virulencia de sus palabras, la distorsión de lo sucedido en las calles, la demonización de la oposición y la creación de un nuevo enemigo —Estados Unidos y la perversa comunidad internacional— dejan en el aire la sensación de que una nueva etapa está comenzando en El Salvador. Otra más tensa y polarizada que inicia 30 años después del fin de la guerra civil. Otra etapa que al albañil Felipe Maqueda l 5e duele más que el lumbago.
Miles de salvadoreños marchan en el país en rechazo al control del Poder Judicial y la imposición del bitcoin como moneda oficial
Se terminó el idilio. Dos años después de su llegada al poder, este miércoles miles de personas salieron a las calles de San Salvador para gritar basta ya contra un presidente, Nayib Bukele, al que las encuestas siguen colocando en lo más alto- con una popularidad por la que mataría cualquier presidente latinoamericano- pero que enfrentó hoy su acto de repudio más potente.
Entre 5.000 y 8.000 personas protagonizaron la manifestación más multitudinaria desde su llegada al poder en 2019. Más allá de la cantidad de gente, Bukele fue derrotado en dos escenarios en los que hasta ahora no tenía rival: la calle y las redes. La convocatoria se convirtió en tendencia desde el día anterior y terminó con el silencio después de varios meses de polémicas reformas que han suscitado el rechazo dentro y fuera del país; desde Estados Unidos, que lo comparó con Hugo Chávez, a Naciones Unidas, que pidió respeto a la independencia judicial.
El Salvador debía haber celebrado este 15 de septiembre los 200 años de su independencia. Todo estaba preparado para una fiesta de banderas blancas y azules, himnos y fuegos artificiales, pero la realidad más urgente se impuso a los discursos enlatados y rompió la narrativa presidencial. El hartazgo popular terminó prendiendo fuego al cajero de bitcoins del centro de la capital, a unos metros del Palacio Nacional, un símbolo de la imposición de la criptomoneda como moneda oficial.
Miles de manifestantes salieron a las calles de San Salvador
Más allá del número de manifestantes, se trata de la primera protesta de envergadura contra Bukele, de 40 años, quien sigue manteniendo niveles de popularidad por encima del 80%. La decisión de imponer el bitcoin, sin embargo, cuenta con mucho menos respaldo, cerca del 53% según la Universidad Centroamericana (UCA).
“El bitcoin fue la gota que derramó el vaso, pero llevamos meses de destrucción de la democracia”, dijo Betsi Gaviria de 49 años. Ella y su amiga Leticia Guala, de 58 años, llevan una camiseta con una enorme B tachada con una raya roja en señal de rechazo a la criptomoneda. “Rechazamos la reelección y nos oponemos a la dictadura, pero cuando te meten la mano en el bolsillo la gente salta. La gente está despertando”, dijeron mientras caminaban en las inmediaciones del parque Cuscatlán. “Estoy sorprendida con la cantidad de gente, pero somos muchos los que estamos hartos de la corrupción y de que todo esté cada día más caro”, dijo una mujer de 50 años y funcionaria pública que portaba una cartulina con la frase “No a la dictadura”. “Costó muchas vidas traer la democracia que ahora pisotea alegremente, pero la gente se ha quitado la venda de los ojos. Somos más que el 3%”, dijo sorprendida ante la riada de manifestantes.
En los últimos tiempos el mandatario reemplazó la sala Constitucional por magistrados afines, destituyó a los jueces con más de 60 años, cesó al Fiscal general, impulsa una reforma constitucional que permita su reelección, se descubrió su pacto con las violentas pandillas para pacificar el país, impuso una nueva moneda y anunció su intención de duplicar el tamaño del Ejército. Y todo en cuatro meses. “Bukele sigue el mismo libreto que Chávez, pero en un tiempo récord”, denunció José Manuel Vivanco, director de la organización Human Rights Watch. Menos sofisticado, pero más gráfico, un anciano resumía el descontento con una frase escrita a mano: “El Salvador no es tu finca”.
En un país de menos de 7 millones de habitantes poco acostumbrado a protestar en la calle, entre los más veteranos corría la sensación de estar viviendo una protesta de otro tiempo, cuando el país puso fin en los años noventa a la guerra civil que dejó 75 mil muertos.
REPORTAJE
Por Dr. Marcelo Arboleda Segovia
Editor en Jefe de Ecuador News
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