El peso de la brecha
El peso de la brecha
A nada de conmemorar el “Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, y antes de que empiecen a decir que las brechas no existen, “que las mujeres dominamos el mundo porque en su casa manda su mujer”, “que todos tenemos derechos y la que no accede es porque no quiere”, y demás aseveraciones que solo pueden venir de quienes no salen un milímetro de su burbuja, les voy a contar mis experiencias -solo- de los últimos días.
Soy una mujer que tuvo la suerte de poder estudiar y hoy tengo una profesión que me permite obtener mis ingresos de manera independiente y los busco día a día generando clientes, realizando consultorías, escribiendo, dando talleres, buscando financiamiento para proyectos, etc; en fin para muchos yo vivo “la normalidad”, -como si esto tuviera algo que ver con el problema de fondo-, no sería posible que viva violencia o haya experimentado brechas de género.
Aquí les va mi última semana:
El pasado lunes al salir de una mediación con una contraparte que destilaba misoginia, respiré profundamente para no perder el control y no pude evitar pensar que si fuera hombre otro hubiera sido el actuar del “colega” hacia mi desde el primer segundo, pues inició la audiencia pretendiendo que estaba frente a una niña a la que iba a ser fácil burlar; el tiró le salió por la culata, pero el mal rato ya lo viví.
Al siguiente día me reuní con una amiga para revisar un proyecto que busca generar la capacidad de que nuestras artesanas exporten sus productos, ella llegaba con la misma mochila que yo, venía desgastada porque dentro de su empresa siendo ella la presidenta, cualquiera piensa que puede ocupar su representatividad y debe trabajar el doble para demostrar su valor.
Ambas coincidíamos en cuanto frustra perder el tiempo al tener que cuasi dibujarles nuestro valor personal e intelectual, previo a poder demostrar nuestra capacidad profesional y finalmente tener un trato a la par con el resto de la mesa. ¡Agota demostrar constantemente que merecemos ser admitidas a jugar en la misma cancha!
Esa misma semana expliqué a una consultora que está analizando la regulación de las plataformas digitales (tema de otro artículo), todas las aristas a considerar, entre ellas la brecha salarial; quedaron atónitos con las cifras de horror y básicamente salieron con la firme decisión de buscar una manera práctica más no poética de protegernos -esperemos-, ya que ignoraban la realidad.
El jueves conversé con un amigo, quien me decía que no entiende de qué me quejo pues yo no vivo exclusión peor violencia, y cuánto más trataba de explicarle con mis vivencias que esto no es así, la discusión solo perdía sentido, era evidente que para él no existía problema; para él como para muchos no existen brechas porque hay muchas mujeres en su entorno, y la violencia es algo lejano, algo físico y problema de otros.
El viernes llegaba a un evento de inversión que tenía un panel destinado a hablar de género, mientras me dirigía al salón varios conocidos expresaban: “quién quiere escuchar eso”, “es el panel más aburrido”, “ya van a victimizarse”, etc. Y en efecto, quién abrió el panel empezó comentando: “Esperé ver este conversatorio repleto, demostrando cuánto interés tienen en aportar al crecimiento de nosotras desde sus trincheras, pero es evidente que esto no es una prioridad”, aplaudí con dolor pues ¡esta es la realidad!
Para cerrar con broche de oro, una amiga me llamaba a decir que otra amiga necesitaba ayuda urgente para sacar una boleta de auxilio, acudí de inmediato y escuché una historia de violencia psicológica que me dejó rota el corazón; desde ese momento hasta hoy que escribo este artículo, solo puedo cuestionarme ¿Por qué nosotras tenemos que vivir esto?
No conozco ¡una mujer! que no haya vivido algún tipo u episodio de violencia, pensar que esto es ajeno, no distingue género; cuántas tildan a las madres trabajadoras de malas madres, cuántas han preferido no salir pasada cierta hora con un potencial cliente porque eso va a significar una discusión con sus parejas, cuántas al mejorar en cualquier aspecto, ya sea en su apariencia, posición laboral, salario, etc; reciben insultos de su entorno, cuántas le tienen miedo a hablar en cualquier mesa porque dudan de su capacidad, cuántas sienten que deben hacer un esfuerzo doble para demostrar algo, cuántas han dejado sus sueños de lado por cumplir con un estereotipo, cuántas tienen terror de perder a sus hijos si se divorcian, cuántas dependen económicamente de otros y su libertad es algo que quedó en el olvido.
Y solo pude concluir, la violencia es eso que muchas veces pretende ser “una broma” y es algo que todas lo vivimos día a día y lo afrontamos como podemos, ser mujeres y ser capaces de alzar nuestra voz tiene un costo ¡que no imaginan!, solo la educación podrá lograr culturas de equidad, hasta tanto al menos seamos empáticos.
OPINIÓN
Por Nathaly Pernett Vallejo
En especial para Ecuador News
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