El Futuro llegó prematuramente
El Futuro llegó prematuramente
La manera correcta de razonar para buscar la verdad, que constituye el pilar básico del pensamiento de Occidente, fue desarrollada en 1637 por René Descartes en El Discurso del Método. Se trata de un estudio filosófico que rompe con el medioevo y plantea la necesidad de la investigación libre, lejos de la enseñanza escolástica que a este filósofo francés le impartieron en las universidades y cuya inutilidad crítica. Para lograr el conocimiento verdadero, Descartes reprueba el saber de su época, exceptuando la matemática, pone en duda lo que ha aprendido a lo largo de su vida y concluye que la verdad se encuentra en uno mismo.
Si durante la Edad de las Tinieblas, cuando vivió san Anselmo, una idea tan aceptada por el hombre como la de Dios, para que sea sustentada, requirió del pensamiento racional y lógico; si Descartes, para encontrar la manera correcta de razonar y así buscar la verdad, debió desarrollar el Discurso del Método; si para defender sus ideas, los grandes pensadores de Occidente crearon la dialéctica y demás formas de raciocinar, es razonable pensar que algo semejante pasa en la actualidad. Pero no, aunque parezca mentira, hoy esto no es así. Para engatusar a la opinión pública, las corporaciones informativas usan un método fantasioso, más abstruso que los dogmas escolásticos del medioevo, por lo que nadie está libre de ser manipulado por un cogollo que informa sólo lo que considera que se debe conocer.
El periodista que desee triunfar debe seguir sus reglas de juego y colaborar en la creación del mundo de la irrealidad y de la fantasía surrealista en que se vive, so pena de perder las prebendas que obtiene de colaborar mansamente. De esta manera, la maquinaria de propaganda, que engatusa a la humanidad, convence al mundo de que lo bermejo es blanco, “mérito” que las corporaciones informativas logran gracias a la psicología de masas que les indica hasta qué punto y a cuántos pueden engañar antes de que se cumpla el precepto de Lincoln, de que “toda mentira tiene su límite”.
Así se acusa a Rusia de haber invadido a Ucrania y se oculta que el gobierno de este país, producto de un golpe de Estado auspiciado por los EEUU y la UE, comenzó este conflicto ocho años atrás; también tapan los múltiples crímenes que los nazis han cometido en el Donbass y que este enfrentamiento se da realmente entre nazis y patriotas ucranianos, que defienden sus vidas apoyados por Rusia. Sobre todo eso no se sabe nada porque para mentir se emplea el silencio, no se envía periodistas a cubrir este problema y se dice que lo que sostiene la prensa rusa es propaganda, aunque esté documentado y testimoniado por miles de víctimas. Aquí encajan las palabras de Lloyd George, ex Primer Ministro de Inglaterra, quien declaró sobre la Primera Guerra Mundial al Manchester Guardian: “Si la gente realmente conociera la verdad, la guerra pararía mañana, pero, por supuesto, no la conocen y no la pueden conocer”.
Cuando los gobiernos occidentales descubren que sus pueblos van a creer cualquier falsedad, recurren a la mentira una y otra vez. Es imposible conocer la verdad mediante las publicaciones de las corporaciones informativas, porque en ellas la razón no funciona sino los dogmas de fe que han logrado imponer a un amplio sector de la opinión pública, que continúa creyendo que en Occidente se defiende la libertad, la democracia y los derechos humanos. Y cuando al iluso se le señalan argumentos sólidos, de todas maneras no acepta su error, abate los brazos y exclama: “Pero los rusos invadieron Ucrania para eliminar su libertad y su democracia”.
Y ahí sí, todo razonamiento se hace pedazos frente a la coraza impenetrable con que el incauto protege su sórdida ingenuidad. No puede aceptar que las tropas de Rusia estén educadas con principios humanitarios; que Rusia no tuvo otra salida que iniciar en Ucrania la operación militar especial para proteger a las personas que durante ocho años fueron objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev; que Rusia busca desmilitarizar y desnazificar a Ucrania.
Las noticias, emitidas por las corporaciones informativas, son sesgadas y contienen datos destinados a influenciar sobre la opinión pública; uno de ellos es el caso de la ciudad de Bucha, de unos 37.000 habitantes, ubicada al noroeste de Kiev. Esa localidad estuvo bajo el control de las tropas rusas, que la abandonaron el pasado 30 de marzo, por razones estratégicas. El 3 de abril, los medios de comunicación ucranianos difundieron imágenes en las que aparecen cadáveres maniatados. Anatoli Fedoruk, alcalde de Bucha, declaró en un video difundido por la prensa ucraniana –en el que se ve la fecha 1 de abril–, que las Fuerzas Armadas de Ucrania habían retomado el control de la localidad y que “el 31 de marzo pasará a la historia de nuestra localidad como el día de la liberación de los orcos rusos, de los invasores rusos por nuestras Fuerzas Armadas de Ucrania”.
En ese video se lo ve alegre y no hizo referencia alguna al asesinato de civiles, pero, pese ello, la noche del 2 de abril se difundió numerosas imágenes de cuerpos tendidos en las calles de Bucha, muchos de ellos con las manos atadas. Mijaíl Podoliak, asesor de la oficina del Presidente Zelensky, declaró: “Los civiles estaban desarmados, no representaban ninguna amenaza y fueron masacrados a tiros por los soldados rusos”. Ese mismo día, Fedoruk anunció que en la ciudad habían sido enterradas 280 víctimas.
El mismo 2 de abril, en el canal Telegram, el nazi ucraniano al que apodan Botsman publicó una grabación en la que un militar de Ucrania le pregunta a otros “si se puede disparar contra tipos sin vendas azules”, que son usadas por los nacionalistas ucranianos. La mayoría de los cadáveres que aparecen en el vídeo tienen en la manga una venda blanca, que los habitantes de Bucha se ponían para decirle a los rusos “somos civiles y no tenemos nada contra ustedes”.
En realidad, las víctimas de Bucha murieron a manos de nazis ucranianos, pues los militares rusos tratan con respeto a la población civil de Ucrania: hacían trueque con los habitantes de este pueblo, que les daban huevos, leche y queso, y a cambio recibían harina, azúcar y carne; los que actuaron de esa manera fueron llamados colaboracionistas por los nazis. Incluso, la policía nacional ucraniana publicó un anuncio en el que decía que el 1 de abril se dirigían a Bucha para efectuar una limpieza y liquidar a los colaboracionistas, que matarían a los que cooperaron con los militares rusos; luego tocaron sus puertas, los asesinaron a mansalva, tomaron fotos de los cadáveres y acusaron a los rusos de lo que ellos hicieron.
El Ministerio de Defensa de Rusia tachó esas imágenes de provocación y denunció que es una escenificación creada por los medios de comunicación de Occidente. Serguéi Lavrov, Canciller de Rusia, acusó a las autoridades ucranianas de teatralizar y realizar un ataque de falsificaciones. “Las Fuerzas Armadas rusas abandonaron Bucha el 30 de marzo, y durante los tres días siguientes el alcalde dijo en la televisión que la ciudad estaba volviendo a la normalidad. Aparecieron allí las Fuerzas Armadas ucranianas, mostraron las calles donde no había cadáveres, y tres días después, probablemente, decidieron organizar una escenificación similar”, dijo el canciller.
María Zajárova, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, en relación con lo sucedido en Bucha, indicó que el domingo 3 de abril Moscú pidió celebrar una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU y que el Reino Unido se negó a aceptar esa propuesta.
Vasili Nebenzia, representante permanente de Rusia en la ONU, declaró el 4 de abril que Moscú va a presentar pruebas de que los soldados rusos nada tienen que ver con los asesinatos en la ciudad de Bucha, y mostró el antedicho video en el que el alcalde de esa ciudad no menciona para nada el fusilamiento de residentes locales.
Pese a tanta evidencia, la Asamblea General de la ONU suspendió a Rusia del Consejo de Derechos Humanos: sin investigación alguna, con acusaciones infundadas y sin que Rusia cometa violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, tal como rezan sus estatutos, lo que va a complicar el problema existente.
Todo país que quiere garantizar los intereses de su pueblo no se debe doblegar ante las presiones de otras naciones y debe tener una política exterior independiente; lastimosamente, esto no se cumple con los países que votaron contra Rusia.
Según el presidente Putin, su país lucha por el derecho a ser y seguir siendo Rusia. La lucha que está librando es una lucha por su soberanía, por su futuro. “Rusia nunca seguirá el ejemplo de los que se han resignado a vivir doblegados, aceptando servilmente las decisiones de su señor. Es así como viven muchos países y también Europa, pero Rusia nunca se verá en una situación tan lamentable y humillante”, concluyó Putin.
Sucede que el futuro llegó prematuramente.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
Ecuador News
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