Por qué el mundo está al borde de la guerra
Por qué el mundo está al borde de la guerra
La guerra no declarada contra Rusia, que EEUU y la OTAN desarrollan en Ucrania, tiene una historia que comenzó mucho antes de que la Unión Soviética se disuelva y que alguna vez se deberá determinar con exactitud. Según Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, aparentemente el conflicto se da entre Rusia y Ucrania, pero en realidad es entre Rusia y la OTAN, dirigida por EEUU, y los europeos deberían reflexionar sobre quién se beneficia de esta guerra, cuál es su campo de batalla y quién sufre las mayores pérdidas. Dijo: “EEUU incumplió sus garantías y promovió continuamente la expansión de la OTAN hacia el este, lo que, sin duda, le hace responsable del estallido de la crisis en Ucrania… Mientras la ONU y la comunidad internacional piden que termine pronto el conflicto, EEUU continúa echando leña al fuego, clamando por una lucha hasta el último ucraniano”. Sucede que el envío de armas a Ucrania no se hace para lograr la paz, sino la continuación de un conflicto cuyo oculto fin es eliminar a Rusia.
Según Elon Musk, empresario estadounidense, el Partido Demócrata está secuestrado por extremistas. Aunque no lo haya dicho él, este secuestro se dio a partir del nefasto 9/11, cuando el mundo cambió para mal y el poder en Occidente fue tomado por un sector elitista y prepotente de la ultraderecha de EEUU, los neocon, que desde la Casa Blanca controlan algunos resortes del poder mundial, y su política, igual a la de Hitler, consiste en destruir a Rusia.
En “Rebuilding America’s Defenses”, los neocon expresaron la esperanza de que una catástrofe semejante a Pearl Harbor permita a Estados Unidos obtener la hegemonía global. Parecería que el demonio escuchó ese ruego y se dio el 9/11, a partir del cual comenzaron las guerras sin fin. En virtud del caos que crean, EEUU no trata ahora de ganar las guerras, sólo las inicia y las prolonga el mayor tiempo posible, con el objetivo de destruir las estructuras políticas de los países, blancos de esta estrategia, para privarlos de toda defensa. Este hecho posibilita responder a una pregunta sin respuesta aparente: ¿Para qué EEUU y la UE apoyan al gobierno nazi de Ucrania? Para destruir completamente a Rusia, prolongando el mayor tiempo posible la lucha que lleva este país contra los banderistas nazis que gobiernan Ucrania.
Luego de la caída de la URSS, los banderistas salieron de la clandestinidad, ocultaron su pasado nazi y se presentaron como nacionalistas, enemigos de los rusos. El 24 de agosto de 1991, cuando Ucrania proclamó su independencia, Rusia esperó que fuera un país amistoso, con el que pudiera mantener estrechos lazos de cooperación. El Presidente Putin dijo al respecto: “Por supuesto, nadie esperaba la creación de una anti-Rusia en territorios históricamente rusos, algo que no podemos permitir”.
En noviembre de 2013 se dio el sangriento golpe de Estado de Ucrania. Victoria Nuland, neocon y alta dirigente del Departamento de Estado de EEUU, fue a Kiev para respaldar a los banderistas del Sector de Derecha, responsables de numerosos crímenes de lesa humanidad, herederos de los colaboradores que durante la Segunda Guerra Mundial lucharon junto a los nazis de la “Gran Alemania, bajo el liderazgo de su líder, Adolf Hitler, que quiere crear un nuevo orden en Europa y el mundo”, tal cual lo proclamó Stepán Bandera, ideólogo del baderismo.
La complicidad silenciosa de los países de Occidente justifica la actitud violenta y abiertamente fascista de Ucrania. Su régimen prohibió la lengua rusa, el idioma más hablado de Ucrania; cometió actos de terrorismo; asesinó niños, mujeres y ancianos; impuso sus leyes con amenazas a jueces, alcaldes y gobernadores; asesinó a periodistas y escritores; proscribió partidos políticos opositores; perpetró un horrendo crimen, la masacre en la Casa de los Sindicatos de Odesa, donde quemó vivos a más de cincuenta personas, y demás barbaridades cometidas por las tropas ucranianas, como el asesinato de cerca de veinte mil rusos de Ucrania durante los últimos ocho años.
La rusofobia del régimen ucraniano alcanzó su paroxismo máximo cuando manifestó que su tarea principal era destruir Moscú. “Vivimos para eso. Para eso vinimos al mundo. Para destruir Moscú, no sólo para destruir a los moscovitas en nuestras tierras sino para acabar con ese hueco negro de la seguridad europea que debe ser borrado del mapa”. Hoy en sus programas escolares se enseña a los niños y adolescentes ucranianos que la Segunda Guerra Mundial no ha terminado y concluirá pronto con la derrota de Rusia y el triunfo del nacionalismo ucraniano. Entonces Crimea se independizó de Ucrania y se reintegró a Rusia, mientras que los ciudadanos del Donbass proclamaron la independencia de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk.
Este es el meollo de la actual crisis y posibilita entender las preocupaciones de Rusia, cuando reclamó a Occidente por el suministro a Ucrania de armamento letal y el entrenamiento a sus tropas, lo que los presidentes ucranianos entendieron como una autorización para agredir el Donbass. A partir de febrero de 2022, la situación empeoró debido a que Ucrania intensificó el bombardeo con artillería pesada a este territorio y planificó la toma de Crimea y el Donbass, para lo cual incorporó a sus Fuerzas Armadas todas las organizaciones paramilitares de los banderistas, unos 120.000 combatientes.
En estas circunstancias, Rusia reconoció la independencia de Donetsk y Lugansk. De inmediato, sus gobernantes pidieron a Rusia ayuda contra Ucrania, que realizaba operaciones militares contra ellos y ocupaba una parte de sus territorios. El 24 de febrero de 2022, el Presidente Putin inició una operación militar especial para desnazificar y desmilitarizar a Ucrania. Lo hizo en conformidad con el artículo 51 del capítulo 7 de la Carta de la ONU. A pesar de ello, la OTAN apoya a Ucrania y amenaza con desatar una nueva guerra mundial, que inevitablemente será nuclear.
¿Por qué? Porque no pueden aceptar que Rusia exista, pues sus miembros suponen que su sola existencia es un peligro. El Presidente Putin dijo: “Pero ellos mismos representan peligro para el mundo entero. Estamos recordando los bárbaros planes trazados por los nazis para el pueblo soviético: hacer trabajar como esclavos a quienes son capaces de trabajar, y quienes no, desterrarlos a los territorios al este de los Urales y al norte, condenándolos a morir… Rusia no olvida que en los albores de este siglo los países occidentales auparon a los terroristas del Cáucaso del Norte, lo hacían para estimular los ánimos separatistas en nuestro país, para, en fin de cuentas, desmembrarlo y destruirlo. No lograron el objetivo, pero tampoco se reconciliaron con el hecho de que Rusia supiera resistir… Si en Ucrania alguien intenta injerir en los acontecimientos actuales y crear amenazas estratégicas inaceptables para Rusia, debería saber que nuestra respuesta será instantánea y fulminante”, y subrayó que Rusia tiene las herramientas para cumplir esta promesa y ha elaborado ya un plan para ese escenario.
La crisis actual es más peligrosa que la de los misiles de Cuba de 1962, porque entonces hubo en Washington estadistas como los hermanos Kennedy, mientras que ahora el Presidente Biden y los extremistas del neocon sólo buscan eliminar a Rusia. El conflicto que se vive coincidió con el declive hegemónico de Estados Unidos y puso al descubierto la política cínica de Occidente en las relaciones internacionales; la falsedad de las normas de OMC; la nula fiabilidad del sistema financiero occidental, capaz de robar más de 300 mil millones de dólares de las reservas del Banco Central ruso; la represión estúpida a todo lo ruso, que incluso prohíbe a sus deportistas competir, a sus artistas actuar, escuchar la música de Chaikovski, la lectura de Dostoyevski y a los gatos siberianos participar en concurso de belleza.
Rusia jamás se rendirá a Occidente. En el pasado, algunos apostaron que sería borrada del mapa, pero cuando estuvo acorralada y no tenía escapatoria, su pueblo enarboló un patriotismo digno de encomio; lo hizo cuando los invadieron los tártaros, los polacos, los suecos, los caballeros teutones, los franceses, los norteamericanos, los italianos, los japoneses y cuando toda Europa Continental, encabezada por Hitler. A todos ellos vencieron en Kulikovo, Poltava, Borodinó o Stalingrado, por mencionar unas pocas batallas. Si Rusia derrotó en el pasado a tantas agresiones militares, ¿cómo no va a derrotar ahora a los neocon incrustados en la Casa Blanca? Más que nada, porque cuenta con la poderosa alianza económica y militar con China, también amenazada por EEUU y sus aliados. Lastimosamente, la arrogancia y la soberbia de Occidente les impide ver que es mucho más probable su derrota ignominiosa. Bien dijo Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana”.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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