9 DE MAYO, DÍA DE LA VICTORIA (II)
9 DE MAYO, DÍA DE LA VICTORIA (II)
En la Batalla de Kursk, entre julio y agosto de 1943, se produjo la siguiente derrota alemana. Para ese entonces, el Frente Oriental formaba una curva a la altura de la ciudad de Kurks, los alemanes planificaron una ofensiva, tanto desde el norte como desde sur, para encerrar en su interior a grandes concentraciones de tropas soviéticas; con ese fin planificaron la operación Ciudadela. Para ganar la batalla crearon nuevos tipos de tanques Tigres, los mejores que fabricó Alemania durante la guerra, carros de combate tipo Pantera y cañones Ferdinand, concentró 900.000 soldados, 10.000 cañones y morteros, 2.700 tanques y más de 2.000 aviones. Los alemanes confiaban en que romperían las defensas rusas, pero su ofensiva terminó en un rotundo fracaso. La contraofensiva soviética marcaría el fin del último intento alemán de recuperar la iniciativa en el Frente Oriental, iniciativa que a partir de ese momento quedó en manos del Ejército Soviético.
En la Batalla de Kursk se exterminaron las mejores unidades del ejército alemán, aquellas que luchaban bajo la consigna de vencer o morir, se enterró también el mito de que el invierno ruso era el que ayudaba al Ejército Rojo; también fue la mayor batalla de tanques de la historia, participaron 6.900 tanques de ambos bandos. El General Guderian escribe en Memorias de un soldado: “Sufrimos una derrota demoledora en Kursk. Las tropas blindadas, que habían sido repuestas con gran esfuerzo como consecuencia de las grandes pérdidas de hombres y de material de guerra, quedaron fuera de servicio por largo tiempo. Era imposible restituirlas a tiempo para el caso del desembarco con el que los aliados amenazaban para la primavera siguiente. Como consecuencia del fracaso del plan Ciudadela, el frente oriental absorbió todas las fuerzas que estaban emplazadas en Francia”. La victoria soviética de Kursk demostró a los aliados de Occidente que si no des-embarcaban en Europa, la URSS sola era capaz de derrotar a Alemania.
La Venecia del Norte, como también es conocida San Petersburgo, fue fundada en 1703 por Pedro I, el Grande, y dio a Rusia salida al mar Báltico. Ha sido la cuna de grandes pensadores y poetas: Pushkin, Gogol, Dostoievski, Blok y muchos más. Es también una de las ciudades más bellas del planeta: El Palacio de invierno, el Hermitage, la Catedral de San Isaac, el Palacio de Pedro… son monumentos de belleza sin par. Pero cuando se menciona su nombre, se debe recordar que sus hijos realizaron el acto de resistencia más grandioso de la historia, ante el cual es poco todo lo que se diga.
Nadie podrá nunca narrar con exactitud lo que durante la Segunda Guerra Mundial aconteció en esta Ciudad Heroica, símbolo del valor del pueblo soviético. Que el heroísmo de sus habitantes, que el sacrificio de sus hijos más nobles ilumine a los futuros luchadores por la libertad, que el más de medio millón de víctimas que yacen en el grandioso cementerio de Piskariovskoye logren la paz eterna, cuando vean que el nazi-fascismo no existe más sobre este mundo.
La conquista de Leningrado, así se llamaba San Petersburgo, fue parte importante del Plan Barbarossa. Esta ciudad sufrió un bloqueo de 872 días, pero el 18 de enero de 1943, el Ejército Rojo lo rompió parcialmente mediante una operación que Stalin denominó Iskrá, chispa en español, que comenzó seis días antes y conectó a Leningrado con el resto de la URSS. Cerca de un año después, el 27 de enero de 1944, el Ejército Soviético liberó la ciudad, rompiendo el bloqueo por completo. Los sueños de Hitler de ocupar Leningrado no se hicieron realidad, porque sus habitantes la defendieron sacrificándose más allá de lo imaginable. Durante el bloqueo, los rusos repetían como estribillo: “Si Leningrado resiste, nosotros también resistiremos”.
El alto mando alemán, para el que la toma de Leningrado tenía importancia tanto política como estratégica, detuvo su avance sobre esta ciudad el 8 de septiembre de 1941, ordenó a sus tropas atrincherase y se preparó para romper la resistencia del pueblo ruso a través de un prolongado asedio, con ayuda del bombardeo continuo de la aviación a la urbe y mediante el fuego de artillería; suponían que el hambre los doblegaría. Como consecuencia murieron más de un millón de leningradenses, la inmensa mayoría, el 90 %, de hambre y frío, pero Leningrado no se rindió.
En pleno bloqueo, el 9 de agosto de 1942, la Orquesta Sinfónica de Leningrado interpretó la Séptima Sinfonía o Sinfonía a Leningrado, compuesta por Dmitri Shostakóvich. El célebre compositor dedicó esta creación a “nuestra lucha contra el fascismo, a la victoria que se aproxima y a mi Leningrado natal”. La obra, escrita durante el bloqueo, era un himno de esperanza en la victoria y el 5 de marzo de 1942 fue trasmitida por radio al mundo entero. Los altavoces se dirigían hacia donde estaban los alemanes, pues la ciudad quería que los invasores la escucharan.
Pese al bloqueo, las fábricas de Leningrado entregaron al frente de batalla 713 tanques, 480 blindados y 10000 morteros; a su pueblo lo mantenía en píe la inquebrantable fe en la victoria. Las condiciones de trabajo eran muy duras, no había ni luz, ni calefacción, ni transporte, el frío era insoportable y no había que comer, y sin embargo, nadie se quejaba. Ni siquiera en el momento de la muerte. La gente moría en silencio.
A través del congelado lago Ládoga, llamado “el Camino de la Vida”, no se interrumpió nunca el envío de alimentos, medicina, armas y demás pertrechos. Pese al intenso bombardeo de la aviación alemana, los conductores manejaban días enteros sin descansar.
Por este camino se evacuó a un millón de leningradenses. Quienes dirigían el tránsito debían permanecer parados sobre la nieve soportando el viento y el frío de hasta -30°C, durmiendo muy pocas horas al día. Se tendió un oleoducto por el fondo del lago y Leningrado revivió. Las fábricas volvieron a producir y la población de nuevo tuvo luz y calefacción. Por eso, sus habitantes dicen orgullosos: “Troya cayó, Roma cayó, Leningrado no cayó”.
El 6 de junio de 1944, el día D, se inició en la playa francesa de Normandía la tan dilatada apertura del Segundo Frente, que en algo alivió la presión que las tropas alemanas habían ejercido durante los últimos tres años en el frente soviético-alemán.
El desembarco en Normadía demostró la firmeza de los aliados para combatir hasta su total derrota al nazi-fascismo; también, al ser expulsada Alemania de los países que ocupaba en Europa Occidental, empeoró la situación del III Reich, que perdía así sus bases de operaciones aéreas y navales, además del posible empleo de recursos naturales y humanos que extraía de esos países, lo que presagiaba su próximo desmoronamiento. La apertura del Segundo Frente estuvo al mando del General Eisenhower, quien comandó una fuerza expedicionaria compuesta por 1.213 barcos de guerra y 4.126 de transporte, que desembarcaron 107 mil hombres, 14.000 vehículos y 14.000 toneladas de diferente material de guerra. La fuerza expedicionaria se componía en su totalidad de 2’876.436 hombres, de los cuales 1’533.000 eran estadounidenses.
Cuando se produjo el desembarco, los mejores hombres del Ejército Alemán habían caído muertos o habían sido hechos prisioneros en las batallas de Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kursk, Kiev… La gran Wehrmacht estaba compuesta por unas huestes heterogéneas formada por húngaros, polacos, rusos, franceses y hasta negros e indios. Según Von Rudshtedt, Comandante General de las fuerzas alemanas en Occidente: “La muralla del Atlántico era una ilusión, inventada para confundir tanto al pueblo alemán como al enemigo… Era ridículo llamar a eso barrera. Hitler nunca la visitó y no vio qué es lo que representaba en la realidad”.
El 19 de agosto se produjo el levantamiento de París. El General Leclerc comandó las tropas francesas que primero entraron a París y el 20 de agosto, desde Montparnasse, anunció la rendición de los alemanes a cargo de la guarnición de París. Al día siguiente, el General De Gaulle desfiló a píe por los bulevares de la Ciudad Luz.
Finalmente, el Ejército Rojo entró a Berlín e izó la bandera soviética en el Reichstag. El 9 de Mayo de 1945 finalizó la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo. Esta fecha es sagrada para Rusia, y no sólo para este país, porque costó enormes sacrificios conseguirla. Estos son los hechos que en la actualidad algunos odian recordar: La guerra eliminó en la Unión Soviética a 27 millones de personas y dejó 60 millones de heridos; destruyó en ese país 1.710 ciudades, 70.000 aldeas, 32.000 empresas industriales, 65.000 kilómetros de vías férreas, 98.000 cooperativas agrícolas, 1.876 haciendas estatales, 6 millones de edificios, 40.000 hospitales, 84.000 escuelas; la perdida total de la URSS fue de unos 3 billones de dólares. Tal vez, la más importante lección para las presentes y futuras generaciones es que las guerras hay que combatirlas antes de que estallen.
¡Gloria eterna al heroico pueblo soviético que libró al mundo del nazi-fascismo!
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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