¿Es que no habrá nadie que pare esta locura?
¿Es que no habrá nadie que pare esta locura?
La actual situación geopolítica se semeja a la que hubo antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando, para invadir a la Unión Soviética, Hitler reunió bajo su mando a la mayoría de las naciones de Europa; hoy, EEUU y la UE han articulado una coalición similar, para hacer la guerra a Rusia y destruirla. En Ucrania se libra una guerra no declarada contra Rusia, que es llamada guerra híbrida. La misma se caracteriza por ciberataques, el empleo de redes sociales para propagar falsedades, las sanciones ilegales, la venta de material bélico, la contratación de mercenarios e instructores militares y la entrega de información militar clasificada, sin que las fuerzas armadas de los países involucrados intervengan de manera directa en el conflicto.
Esto posibilita responder a una pregunta sin respuesta aparente: ¿Por qué EEUU y la UE apoyan al gobierno nazi de Ucrania y prolongan todo el tiempo posible la guerra híbrida contra Rusia? Porque esperan que Rusia se debilite o sea derrotada. Para el Presidente Putin, persiguen sus propios intereses y utilizan a Ucrania como cabeza de puente para empeorar la situación de Rusia y está en juego el destino de millones de ucranianos, a los que Occidente utiliza cínicamente como material desechable.
Esta guerra híbrida podría transformarse en la Tercera Guerra Mundial, o sea, en el enfrentamiento bélico entre las fuerzas armadas de los países actualmente en conflicto, si cualquiera de los dos bandos rompe el equilibrio y amenaza con alcanzar la victoria. A EEUU y la UE el asunto les parece simple, basta con lograr que Ucrania derrote militarmente a Rusia, para ello entregan al Ejército Ucraniano armamento letal y costoso, o mediante sanciones buscan la bancarrota económica de Rusia.
El costo de la hostilidad no les importa, pues les sobra recursos económicos. Si el gobierno de EEUU necesita dinero, se dirige a la FED, corporación privada que lo imprime y se lo presta; en otras palabras, crea dinero de la nada. Esta capacidad se ha convertido en el mayor recurso de EEUU, ya que puede imprimir lo que necesita y consumir las riquezas del mundo sin haberlas trabajado. Su deuda pública es su mayor fortaleza, porque mientras los demás sudan la gota gorda para producir lo que exportan a EEUU, ellos a cambio de esos productos entregan papeles verdes. Si algún país no obedece, lo asfixian, como intentan hacer a Rusia. La falta de regulaciones permite a EEUU imprimir dinero a su gusto, se trata de un juego sin reglas, mejor dicho, con reglas creadas para favorecerles, los demás deben bailar al son que les tocan. Con las sanciones y ese dinero piensan ganar la guerra híbrida contra Rusia.
Pero sucede que con la boca todo es fácil, pero otra cosa es la realidad. Las sanciones a Rusia son contraproducentes porque afectan al resto del mundo. Según el gobierno húngaro, si Occidente las sigue imponiendo a Rusia, va a acabar mal Europa, por lo que se debe pensar en soluciones diferentes: diplomacia, negociaciones, alto al fuego, paz. Su primer ministro, Víktor Orbán, dijo: “En un inicio pensé que sólo nos habíamos disparado en el pie a nosotros mismos, pero ahora queda claro que la economía europea se ha disparado a sí misma en los pulmones, y está dando bocanadas para tomar aire. Las sanciones no ayudan a Ucrania, en cambio son malas para la economía europea y, si continúan de esta manera, la asesinarán. Lo que vemos ahora mismo es insoportable”. Incluso, la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas, dijo: “Al principio, las sanciones sólo eran difíciles para Rusia, pero ahora estamos llegando a un punto en el que las sanciones son dolorosas para nuestros propios países, y ahora la pregunta es cuánto dolor estamos dispuestos a soportar”.
Por otra parte, se corre el riesgo de que esta guerra híbrida suba de nivel si Ucrania llegara a usar contra Rusia los sistemas de lanzacohetes múltiples que EEUU le suministró; podría intentar destruir el Puente de Crimea, como sus autoridades han amenazado. Dmitri Medvédev, jefe adjunto del Consejo de Seguridad de Rusia y expresidente de ese país, advirtió: “Es obvio que tenemos que reaccionar a esa amenaza. Y es claro que en caso de que, Dios no lo quiera, este tipo de armas se utilicen contra los territorios rusos, nuestras Fuerzas Armadas no tendrán más remedio que atacar los centros de toma de decisiones. Todos entienden que son el Ministerio de Defensa, el Estado Mayor y todo lo demás. Por supuesto, hay que comprender que en ese caso, por desgracia, los centros de toma de decisiones finales ni siquiera están en el territorio de Kiev”. Además, Rusia no es el pan comido que algunos creen. En el pasado, sus enemigos intentaron borrarla del mapa, pero cuando estuvo acorralada y no tenía escapatoria, su pueblo enarboló un patriotismo digno de encomio; lo hizo cuando la invadieron los caballeros teutones, los polacos, los tártaros, los suecos, los franceses, los ingleses, los italianos, los estadounidenses, los japoneses y cuando la agredió casi toda Europa, encabezada por Hitler.
Si su existencia llegara a estar en peligro, sus potenciales enemigos deberían saber que, según les advirtió el Presidente Putin, Rusia todavía no ha iniciado nada en serio y que, en este sentido, su potencial es tan grande que actualmente sólo una pequeña parte está siendo utilizada en el marco de la operación militar especial en Ucrania.
Ojalá que esta advertencia sea escuchada, pues todo cambió para mal a partir del nefasto 9 de septiembre de 2001, cuando un amplio sector elitista de Occidente fue copado por extremistas, por los Neocon, una fracción prepotente de la ultraderecha de EEUU, que se tomó la Casa Blanca para controlar los principales resortes del poder mundial; desde entonces, la política estadounidense se radicalizó. En noviembre de 2013, Victoria Nuland, una de las figuras más descollantes de los Neocon, fue a Kiev para respaldar a los nazis del Sector de Derecha, que organizaron el sangriento golpe de Estado de Ucrania.
La estrategia de los Neocon, para que EEUU mantenga su hegemonía, consiste en primero destruir a Rusia y luego a China, porque suponen que es mala la sola existencia de estas dos potencias, cuando, en realidad, ellos son un peligro para el mundo. Lastimosamente, los gobiernos europeos, que se convirtieron en sus vasallos, se sumaron ciegamente a esta política.
Por último, y a buena hora para el mundo, Estados Unidos tiene dificultades internas de difícil solución, problemas profundos que no terminan con elecciones ni guerras. Lo real es que ya no da para más y llegó a su límite el sistema creado por los fundadores de EEUU. Y lo grave del problema es que el problema recién comienza, que todo lo que pasa se va a complicar en la medida en que se aproximen las elecciones de noviembre, y después de ellas, independientemente de quien las gane, porque la sociedad de ese país se ha dividido en dos bandos irreconciliables, que no se soportan mutuamente y que, por desgracia, están armados hasta los dientes. También es variada y compleja la urdimbre social que conforma esa colectividad, situación que precisa de un estadista con capacidad de diálogo. Por eso, por la falta de liderazgo, les pasa lo que está pasando. Es que es necesario rectificar, pero esta es una palabra que sus líderes políticos desconocen, lastimosamente.
La caída de los grandes imperios se debió a una combinación de causas externas e internas, en un proceso de deterioro irreversible, en gran medida, por no comprender las causas de su decadencia. El imperio estadounidense no aprende de la historia y ni siquiera la impresión inorgánica de dólares los va a salvar de la bancarrota.
En 1 de febrero de 2022, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos informó que la deuda pública de ese país superó por primera vez en su existencia los 30 billones de dólares, el 132 % de su PIB, cantidad que equivale a 91.000 dólares por persona, que lo convierte en uno de los países más endeudados del planeta.
Según The Wall Street Journal, otra forma de ver la deuda es que ahora el gobierno de EEUU la incrementa en el equivalente al 17% del PIB anual, por lo que es ridícula la idea de que alguna vez esta deuda pueda ser pagada y se prevé que, para fines de esta década, el valor anual del interés promedio será la asombrosa cifra de 300.000 millones de dólares. Esta insaciable necesidad de préstamo desplazará a otras inversiones y perjudicará el crecimiento, concluye el diario.
Este disparate terminará cuando el mundo deje de creer en la capacidad de EEUU de pagar lo que debe, entonces se verá obligado a reducir drásticamente su presupuesto, incluso el de defensa, lo que significará su caída como imperio. Lo único que por ahora le salva es la infundada fe de que es imposible la quiebra de EEUU, pese a que su deuda pública se ha vuelto un irremediable mal. Warren Buffett la describe como una “bomba financiera de relojería para las economías y los ciudadanos de a pie”.
Por lo visto, el fin de la hegemonía estadounidense va a llegar inesperadamente y sin la intervención extranjera, que tanto aseguran temer.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito