Ignorancia, miedo, corrupción
Ignorancia, miedo, corrupción
Existen diferencias entre concesión indebida y concesión fraudulenta de las garantías constitucionales, si bien el efecto termina siendo el mismo: deslegitimar estos instrumentos jurídicos.
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La concesión indebida responde al desconocimiento de las normas y la jurisprudencia aplicables o, en ocasiones, a la incomprensión de las mismas; en estos casos se está en el terreno la buena fe y la decisión es producto del error. Los medios para enfrentar este problema se encuentra en manos del Consejo de la Judicatura: mejorar la formación, capacitar a los juzgadores, emitir directrices más claras; la Corte Constitucional puede precisar con sus decisiones el alcance de esas garantías y dejar en claro cuando su uso indebido; desde el interior del sistema se podría revocar las decisiones en apelación, señalando claramente cuando existe error inexcusable.
Es distinto cuando la concesión es fraudulenta, ahí nos enfrentamos a la tergiversación deliberada de las normas para favorecer a alguien. Las razones pueden ser diversas: podría ser, como ocurría en el correísmo, falta de independencia de los jueces, unos atemorizados por los castigos, otros por una adscripción militante al “proyecto”; o también el miedo a las amenazas de bandas delincuenciales o, por último, por corrupción pura y dura.
Todo desvío de la justicia debería preocuparnos, porque existe un deterioro de los medios institucionales para resolver conflictos y garantizar derechos, pero las que mayor capacidad de destrucción tienen son los derivados de la falta de independencia, el miedo y la corrupción.
En tiempos recientes asistimos con indignación al otorgamiento de hábeas corpus y acciones de protección de forma claramente indebida, que deja en claro que la corrupción es una constante del sistema, una suerte de toma de la justicia por las bandas delincuenciales. Se ha hecho evidente la falta de respuesta oportuna del Consejo de la Judicatura, una reacción que esperamos sea producto del desconcierto y no de la complicidad.
OPINIÓN
Por Farith Simon
Especial para Ecuador News