Hoy como ayer predomina la razón de China
Hoy como ayer predomina la razón de China
Pese a que, según Nancy Pelosi, no se permitirá que China aísle a Taiwán, a que Pekín utilizó su visita como pretexto para una acción militar más agresiva en contra de esa isla, lo cierto es que su viaje fue un acto de provocación premeditada que elevó al máximo las tensiones entre Estados Unidos y China, pues contradecía los acuerdos alcanzados por ambas potencias, uno de ellos, el reconocimiento de la República Popular China, que Washington hizo en diciembre de 1978. Para explicar la actual política estadounidense de ambigüedad, se debe recordar que en 1979 el Presidente Jimmy Carter firmó una ley, que permitía, sin reconocer a Taiwán, la venta de armas y la visita de funcionarios de EEUU a la isla.
Muchos esperaban que las tensiones producidas por ese evento darían a China el pretexto para recuperar Taiwán. ¿Por qué no lo hizo? No lo hizo no sólo por ser China partidaria de la solución pacífica de los conflictos, sino porque está consciente de que el tiempo es su mejor aliado y años después, cuando por su desarrollo se adelante a los demás países del mundo, tal cual indican las tendencias actuales, la unificación se dará de manera natural; además, una hipotética invasión a Taiwán por parte de China hubiera incrementado la posibilidad de que estalle un conflicto armado con la participación de EEUU, lo que a su vez podría desatar una guerra nuclear entre las grandes potencias.
Eso sí, la actitud política y militar de China fue firme: su Ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que esa visita fue una locura que provocó el aumento de tensiones en el problema de Taiwán y envió señales equivocadas a las fuerzas que abogan por su independencia, idea que equivale al suicidio, e instó a la parte estadounidense a volver a cumplir con las tres declaraciones, emitidas en el diálogo fructífero de sus países entre 1972 y 1982, esenciales en el principio de una sola China y para el establecimiento de buenas relaciones entre Washington y Pekín.
Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China dijo: “Fue una líder de EEUU quien visitó la isla de Taiwán para apoyar a los ‘separatistas de Taiwán’. Nadie de China ha viajado a Alaska o alguna otra parte de EEUU para apoyar allí a un movimiento separatista, esa visita significó que Washington incumplió su compromiso de una sola China y socavó la soberanía y la integridad territorial de China. Si a Nancy Pelosi le preocupan la democracia y los derechos humanos, debería visitar Afganistán, Irak, Siria y Libia, para expresar remordimiento por las personas inocentes que fueron asesinadas por el Ejército de EEUU”.
Wang Yi, Ministro de Relaciones Exteriores de China, explicó que EEUU cometió tres graves errores: Taiwán no es parte de EEUU, sino territorio chino reconocido por Washington; Nancy Pelosi apoyó públicamente al gobernante Partido Progresista Democrático taiwanés, que persigue la independencia, con lo cual se unió a las fuerzas separatistas en la lucha contra el pueblo chino, y socavó deliberadamente la paz en el estrecho de Taiwán. Enfatizó que el principio de no injerencia en los asuntos internos de otras naciones es la regla de oro en una sana relación entre los estados. Ante el auge de la intimidación unilateral, la comunidad internacional debe unificar fuerzas para salvaguardar las normas básicas del derecho internacional y para proteger conjuntamente los derechos e intereses legítimos de todos los países.
El Ejército Popular de China realizó importantes ejercicios con fuego real en seis zonas marítimas en torno a Taiwán y misiones de patrulla alrededor de su espacio aéreo y marítimo, con la participación de distintas ramas de sus Fuerzas Armadas, que deberían ser para EEUU una respuesta decisiva y un factor de contención.
Los diplomáticos del G7 y la UE condenaron estos simulacros militares, que, según ellos, afectan gravemente la paz y la estabilidad internacional. Para EEUU, China reaccionó de manera exagerada, sus acciones son provocadoras y sus medidas están orientadas a cambiar el status quo, ponen en riesgo la paz y la estabilidad de la región, por lo que Washington continuará apoyando a Taiwán con el fin de que mantenga su propia capacidad para resistir cualquier forma de coerción, que ponga en peligro su seguridad y sociedad. No opina así Henry Kissinger, exsecretario de Estado de EEUU, quien afirmó en el The Wall Street Journal: “Estamos al borde de una guerra con Rusia y China por cuestiones que en parte creamos, sin ninguna idea de cómo va a terminar esto o a qué se supone que conducirá”.
Para el representante de China en la UE, el orden internacional basado en reglas y las declaraciones de los cancilleres del G7 y de la UE son sólo la lógica de los ladrones, además de conceptos feos y desvergonzados, y comparó a estas agrupaciones de países con la Alianza de las Ocho Naciones que en 1900 invadió China.
La intervención en China, compuesta por tropas de la Alianza de Ocho Naciones, británicas, francesas, alemanas, italianas, japonesas, estadounidenses, austrohúngaras y rusas, motivó la Revolución de los Bóxers, que comenzó el año 1898, durante la dinastía Qing, en el período conocido como “el siglo de la humillación”, y finalizó el 7 de septiembre de 1901. Debe su nombre a que sus miembros practicaban artes marciales, llamadas en Occidente “boxeo chino”, y fue la expresión del descontento chino frente a las injerencias económicas y políticas de potencias extranjeras, como fueron las “guerras del opio con Gran Bretaña”, entre1839-1842 y 1856-1860.
El 17 de junio de 1900, la emperatriz Cixi recibió un ultimátum de las potencias extranjeras que exigían a China concederles el control sobre todos los asuntos militares y financieros. Entonces, Cixi declaró ante el Gran Consejo: “Ahora las Potencias han comenzado la agresión y la extinción de nuestra nación es inminente. Si simplemente nos cruzamos de brazos y cedemos ante ellos, no tendría cara suficiente para ver a nuestros antepasados después de la muerte. Si debemos perecer, ¿por qué no luchamos hasta la muerte?” Luego declaró: “Siempre he sido de la opinión que a los ejércitos aliados se les había permitido escapar con demasiada facilidad en 1860, en la Segunda Guerra del Opio, sólo fue necesario un esfuerzo conjunto para darle la victoria a China. Hoy, por fin, la oportunidad de venganza ha llegado”. Y exhortó a millones de chinos unirse para luchar contra los extranjeros.
En la primavera de 1900, el movimiento bóxer intimidó a los funcionarios chinos que se interpusieron en su camino y se extendió rápidamente hacia Pekín, con el lema “Apoyar al gobierno Qing y exterminar a los extranjeros”. En Pekín, la emperatriz Cixi convocó a la corte imperial para una audiencia masiva y abordó la opción de usar a los bóxers para desalojar a los extranjeros de la ciudad, luego emitió un edicto en defensa de los Boxes, que provocó las protestas de potencias extranjeras. El 21 de junio de 1900, declaró la guerra a todas las potencias extranjeras. La oficialidad china se dividió entre los que apoyaban a los bóxers y los que favorecían la conciliación.
Durante 55 días, las embajadas occidentales en Pekín fueron asediadas por los bóxers y el Ejército Imperial de China. En el interín de este asedio, las tropas de la Alianza de los Ocho declararon la guerra a China y tras una serie de batallas acabaron con el acorralamiento, derrotaron a los bóxers, entraron a Pekín y se dedicaron a saquear, destruir y abusar de la población civil. Se estima que más de 100.000 personas fueron asesinadas, de las cuales unas 250 eran extranjeras.
El 15 de agosto de 1900, el mismo día en que las tropas extranjeras llegaron a Pekín, la emperatriz Cixi y el emperador Guangxu huyeron de la ciudad disfrazados de campesinos. Los Qing se rindieron y el 7 de septiembre de 1901 firmaron el tratado de paz, conocido como “Protocolo Bóxer”, que incluía indemnizaciones y penas de muerte de funcionarios gubernamentales que apoyaron a los bóxers, el control de Pekín y el Mar Amarillo, por Gran Bretaña y Alemania, y el pago a la Alianza de las Ocho Naciones, por concepto de reparaciones de guerra, en el transcurso de los 40 años siguientes, de 450 millones de taels de plata, unos diez mil millones de dólares a valor actual, al 4% de interés anual. Los Qing debieron gobernar China para mantener el orden y recaudar impuestos para pagar la indemnización.
Precisamente, al levantamiento de los bóxers se refería el representante de China en la UE cuando expresó: “El pueblo chino hace tiempo que dejó de ser intimidado y manoseado por las potencias extranjeras. El mundo actual ya no es el de la época en la que las potencias occidentales podían desbocarse. Lo que hay que hacer con Taiwán depende de 1400 millones de chinos”. Y eso fue lo que Pekín demostró estos últimos días, que tanto hoy como ayer predomina la razón de China, por lo que no era necesario invadir Taiwán para librarla de la actual égida occidental.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito