Guayaquil emporio de ingenio y laboriosidad
POR GUAYAQUIL INDEPENDIENTE
Luego de 202 años, aún perdura el recuerdo de JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO y un grupo humano caracterizado por su visión de futuro, civismo, decencia y honorabilidad.
Era muy raro que un episodio libertario se haya dado sin derramamiento de sangre, siendo que las campañas de Casanare, Tunja, Boyacá y Carabobo, costaron muchas vidas; por otro lado, los «primeros gritos de independencia» que se habían dado en Guatemala, Quito, La Paz, etc. terminaron sofocados por los españoles.
Tan sorpresiva como extraña situación, puso en jaque a los padres de la libertad americana, porque mostraba una fisura en el proceso libertario, que aún no había concluido, pues Perú -la
perla de la corona- no había sido liberada aún y eso demandaba el concurso, como en efecto sucedió, de los dos ejércitos libertadores, dada la alta concentración de tropas realistas en el Rimac.
«…solo es una ciudad frente a un rio…» contestó por carta Sucre, quien había sido despachado de urgencia a estos lares para entender el fenómeno, mientras Bolívar y San Martin concertaban una cumbre in-situ, para resolver el destino del puerto.
EL MÁS IMPORTANTE ASTILLERO EN EL NUEVO MUNDO
Desde su fundación en 1537, el asentamiento fundado por Orellana, al pie del Cerro de la Culata, tuvo un vertiginoso crecimiento, la fusión de las razas, dio como resultado una prodigiosa mezcla indo-ibérica, de emporio, ingenio y laboriosidad.
Por un lado, los chapetones, intrépidos navegantes de alta mar, con nuevas costumbres, cultura, ideas, conocimientos, sus relaciones con Europa, etc. y por otro los Huancavilcas, conocedores de los secretos de los bosques tropicales circundantes, agricultores, pescadores hábiles comerciantes, verdaderos fenicios, que intercambiaban sus productos, con sus pares, los Mantas, los Punaes y Tumbecinos, además de ser muy hábiles artesanos y ebanistas, pronto convirtieron a Guaya-Quile en el más importante astillero real que la corona tenía en el nuevo mundo. Aquí se construían los galeones que surcarían el Atlántico llevando la riqueza de estas tierras al Viejo Continente, lo que potenció todo tipo de actividades. Por este puerto ingresaban y salían productos para ultramar, la ciudad era un enjambre de asombrosa laboriosidad, con la interacción de todos, era una amalgama de trabajo, lo que ahora se conoce como el encadenamiento de las actividades, ya se daba de manera espontánea en esa época.
Su ancho río era la autopista de comunicación en la que surcaban los navíos en febril actividad, los productos y el dinero circulaban en forma vertiginosa, en un interminable juego en el que participaban todos, esto explica el porqué, cuando Villamil, Lavayen y los patriotas, se presentaron a los cuarteles realistas acantonados en la ciudad, aquella mañana del 9 de Octubre de 1820, estos no ofrecieron ninguna resistencia y se rindieran inmediatamente…
Muchos ya se habían «rendido» en los brazos de bellas porteñas…, esta ciudad siempre ha acogido a afuereños, quienes por la calidez de su gente la han adoptado como propia.
CRISOL DE LA NACIONALIDAD ECUATORIANA LIDERÓ TRASCENDENTALES PROCESOS DE CAMBIO
El resto de la historia es conocida, siendo importante señalar que desde la revolución de Octubre de 1820, Guayaquil como crisol de la nacionalidad ecuatoriana, ha liderado transcendentales procesos de cambio, como la revolución del 6 de Marzo de 1845, para defenestrar al gobierno de Flores, la revolución liberal del 5 de Junio de 1895, la «gloriosa» del 28 de Mayo de 1944 y tantas otras, que tienen el inconfundible sello de rebeldía y justicia que caracteriza al guayaquileño.
Como antes amenazada de codiciosos piratas, pestes e incendios que estuvieron a punto de extinguirla, GUAYAQUIL, saldrá avanti de los nuevos retos y amenazas que hoy enfrenta, como la INSEGURIDAD, PANDEMIA Y DESEMPLEO, vencerá, saldrá airosa, pero castigará también a quienes, siendo sus hijos, no la han sabido defender.
Loor a la Perla del Pacífico la más bella entre las bellas, no por ser la más bonita, sino porque es nuestra, a la que no quisiéramos nunca verla sufrir.
-Anónimo
Por: Fernando Naranjo-Villacís
fnaranjo@gye.satnet.net
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