Ni el volcán les conmueve
Los preocupantes niveles de inseguridad y de violencia, que han llevado a un nuevo estado de excepción y toque de queda en tres provincias, no pueden hacer olvidar los fenómenos naturales, la reactivación de la actividad del volcán Cotopaxi y las amenazas sísmicas que están latentes, que obligan a estar prevenidos.
Lastimosamente, ni la actividad del Cotopaxi conmueve a las élites del país, a los gobiernos locales. A la clase política, que sigue sus dinámicas como si no viviera en el Ecuador y que solo piensa en sus intereses personales y de grupo.
Cuándo conciencian y empiezan a conocer mejor el riesgo y sus eventuales impactos. Cuándo hacen caso a la ciencia, a los científicos y a los técnicos, a los colegios de profesionales de la construcción, que vienen haciendo advertencias sobre las amenazas.
Penosamente, existe una sociedad insensible e indiferente frente a los riesgos permanentes y la falta de una acción mucho más firme del Estado, gobierno central y gobiernos seccionales, para liderar y fortalecer la tarea de prevención de los riesgos.
Resulta imprescindible la necesidad de actualizar la norma ecuatoriana de la construcción e impulsar un sistema más riguroso de control permanente. Por lo menos en esto lograr una unidad de criterios, en un país que fuera dividido y polarizado por la acción de políticos irresponsables que sembraron el odio, que han hecho tanto daño y que sueñan con el poder a pesar de los actos de corrupción que cometieran.
Cuándo se juntan, logran acuerdos y caminan en la misma dirección, por lo menos en esto, políticos, gobernantes, técnicos y los sectores económicos para afrontar los desafíos. Las experiencias han sido nefastas por los impactos de los fenómenos naturales. El terremoto de Manabí de abril 2016 puso al descubierto la falta de prevención y de organización, malas construcciones, y luego una pésima reacción del gobierno de la revolución ciudadana, que no pudo reparar los daños en medio de sus actos de corrupción y a pesar del aporte ciudadano desolidaridad.
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Especial para Ecuador News
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