Aniversario 80 de la salvación del mundo II
Por Rodolfo Bueno
La guerra de Alemania contra la URSS era esperada, pero no coincidían las fechas notificadas sobre su inicio por los servicios secretos soviéticos, algunas eran reales y otras erróneas. Sólo se tenía la certeza de que no se debía provocar a Alemania, porque la Wehrmacht tenía el mayor poder destructivo conocido hasta entonces.
En los primeros meses de guerra, las fuerzas armadas de Alemania lograron acercarse a Moscú y Leningrado, dos de sus principales metas; nada parecía capaz de detener a este monstruo apocalíptico. Sin embargo, el primer fracaso del Plan Barbarrosa se dio cuando la Wehrmacht fue derrotada en las puertas de Moscú y no pudo desfilar el 7 de noviembre de 1941 por la Plaza Roja, tal cual había sido planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético. Después, los soldados se dirigieron al frente y ganaron la Batalla de Moscú; cosechaban el ejemplo del Mayor Klochkov, que se arrojó debajo de un tanque alemán con granadas en las manos exclamando: “Aunque Rusia es inmensa, no hay a donde retroceder, ¡detrás está Moscú!”
Sobre esta batalla, el General Douglas MacArthur escribe: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.
La siguiente y más importante victoria soviética fue en Stalingrado, donde se dio la más sangrienta y encarnizada batalla que se conoce, la suma total de las pérdidas por ambas partes supera con creces los dos millones de soldados muertos; se prolongó desde el 17 de julio de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, cuando, luego de largos y feroces combates, el Ejército de la URSS derrotó a la fuerza élite de la Wehrmacht, el Sexto Ejército Alemán, comandado por el Mariscal Paulus.
En el momento en que el General Vasili Chuikov llegó a hacerse cargo de la comandancia del 62º Ejército Soviético, que en Stalingrado enfrentó al Ejército Alemán, el Mariscal Yeriómenko le preguntó: “¿Camarada, cuál es el objetivo de su misión?” Su respuesta fue: “Defender la ciudad o morir en el intento”. Yeriómenko tuvo la certeza de que Chuikov había entendido perfectamente lo que se le exigía. Chuikov escribió: “Por todas las leyes de las ciencias militares, los alemanes debieron ganar la batalla de Stalingrado y, sin embargo, la perdieron. Es que nosotros creíamos en la victoria. Esta fe nos permitió vencer y evitó que fuésemos derrotados”.
Comprendía cabalmente que en Stalingrado se sellaba el destino del orbe entero, que si en esa batalla Alemania lograba derrotar a la URSS, se apoderaría del Cáucaso y de los recursos energéticos soviéticos, sin los cuales colapsaría todo el Frente Oriental; que después de tomar Stalingrado se le facilitaría a Alemania culminar con éxito el Plan Barbarossa y la toma posterior de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas se unirían con las japonesas; también, que España, Portugal y Turquía se sumarían a las naciones del Eje, con lo que los anglosajones serían eliminados de Asia, África y Europa continental; finalmente, que con la victoria en Stalingrado, Alemania y sus aliados lograría el dominio total del mundo.
Chuikov comenzó con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, pese a ello fortificó las defensas en los lugares donde era posible contener al enemigo, especialmente, en la colina de Mamáev Kurgán, donde cayó abatido Rubén Ruiz Ibárruri, hijo único Dolores Ibárruri, la Pasionaria, dirigente comunista de España; además, estimuló la formación y el uso de francotiradores, uno de ellos, Vasili Záitsev. Seguía la doctrina del conde Súvorov: “Sorprender al contrincante significa vencerlo”. Por ello, luchaba en las condiciones que los alemanes detestaban, eso le permitió derrotarlos.
Después de tres meses de sangrientos combates, los alemanes habían capturado el 90% de la ciudad y dividido a las fuerzas soviéticas en tres bolsas estrechas. Gracias a la moral combativa de los defensores de Stalingrado, en doce días de ofensiva, de octubre de 1942, los alemanes lograron avanzar apenas medio kilómetro. El 11 de noviembre, y por última ocasión, los alemanes atacaron en Stalingrado, intentaron llegar al río Volga en un frente de cinco kilómetros; el ataque fracasó porque los rusos defendieron cada metro y cada piedra de Stalingrado.
El General alemán Wilhelm Dörr escribió sobre la Batalla de Stalingrado: “El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller… Estábamos frente a frente con los rusos, lo que impedía utilizar la aviación. Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes”. El General Chuikov fue el que ideó esa forma de lucha, en la que el espacio de separación de sus tropas de las alemanas jamás excedía el radio de acción de un lanzador de granadas.
El 19 de noviembre de 1942 comenzó la operación Urano, contra ofensiva soviética que había sido preparado en el mayor de los secretos, por lo que fue inesperada para los alemanes, que nunca se percataron de los planes soviéticos. Al cuarto día, el 23 de noviembre, 330.000 soldados alemanes fueron cercados en un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud, el mayor cerco que conoce la historia. El ultimátum enviado al General Paulus por el Mariscal Rokosovsky fue rechazado.
El 30 de enero, Hitler ascendió al rango de Mariscal de Campo al General Paulus. En realidad, el acenso era una orden de suicidio, pues en la historia no hay un sólo caso de un mariscal de campo que fuera hecho prisionero de guerra. Pero Paulus no tenía la intención de dispararse por ese cabo bohemio, como informó a varios generales, y prohibió hacerlo a los demás oficiales, que debían seguir la suerte de sus soldados.
El 2 de febrero de 1943, luego de arduos combates en los que fracasaron todos los intentos por romper el cerco, en Stalingrado cesó la resistencia alemana. El Ejército Soviético capturó un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. Paulus fue hecho prisionero y en 1944 se unió al Comité Nacional por una Alemania Libre. En 1946 fue testigo en los Juicios de Núremberg. Antes de partir hacía Dresde, donde fue jefe del Instituto de Investigación Histórica Militar de la República Democrática Alemana, declaró: “Llegué como enemigo de Rusia, me voy como un buen amigo de ustedes”. Murió en Dresde el 1 de febrero de 1957.
En la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht perdió cerca de un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el Frente Oriental. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia y algo que nadie en el mundo esperaba. En Memorias de un Soldado, el General Heinz Guderian escribe: “Después de la catástrofe de Stalingrado, a finales de enero de 1943, la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales”.
Un episodio épico de esta batalla es el de la Casa de Pávlov, que sucedió entre el 23 de septiembre y el 25 de noviembre de 1942. Los alemanes fueron incapaces de apropiarse de ese edificio de departamentos, defendido por una docena de aguerridos soldados rusos. Los hombres de Yákov Pávlov, suboficial que tomó el edificio y comandó la defensa de ese fortín, eliminaron más soldados del enemigo que los soldados alemanes que murieron durante la liberación de París.
La Batalla de Stalingrado fue el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial y resultó una auténtica catástrofe militar para los alemanes, cuyas tropas no pararon de retroceder hasta rendirse ante el Mariscal Zhúkov en Berlín, dos años y cuatro meses después. La victoria Stalingrado marcó el inicio de la derrota de Alemania, sentó las bases para la expulsión masiva de los invasores del territorio soviético, desbarató los planes alemanes, resquebrajó su sistema de alianzas y llenó de esperanzas a todos los pueblos de los países que luchaban contra el fascismo. La casi totalidad del material militar que se empleó en Stalingrado fue fabricado en las fábricas que los técnicos de la URSS habían trasladado desde las zonas centrales de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones.
La Segunda Guerra Mundial dejó cambios profundos en la consciencia colectiva del género humano. La victoria del 9 de mayo de 1945 es la más grande epopeya de todos los pueblos por conquistar el derecho a la vida, contra el fascismo, que es su negación. Esta lucha no ha concluido mientras subsistan en el seno de nuestras sociedades el anticomunismo, el racismo, el chovinismo, la intolerancia y el militarismo, banderas bajo las cuales se ocultan los enemigos de la especie humana. ¡Gloria eterna a todos los que lucharon y luchan contra el nazi-fascismo!
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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