Golpe duro a corruptos
Por Miguel Rivadeneira Vallejo
Lo ocurrido la semana pasada en Latinoamérica representa un golpe duro a políticos corruptos de la región, autoproclamados de izquierda y del socialismo del siglo 21, que fracasaron en sus administraciones, no solucionaron los problemas económicos y sociales de sus pueblos, pero sí saquearon los recursos en nombre y representación de electorados ingenuos. Con un denominador común: cuestionan a la prensa porque les resultan incómodas las investigaciones de sus pillerías.
Sentencia condenatoria a 6 años de prisión a la corrupta vicepresidenta argentina, que confirma el fallo judicial, y caída del mediocre e incapaz moral presidente del Perú, que el mismo día pasó del Palacio de Gobierno a la cárcel por sus pretensiones dictatoriales. Han sido acciones contundentes que dejan lecciones en la región, aunque otros charlatanes pretenden con cinismo seguir engañando para controlar los poderes del Estado a costa de lo que sea y a vista y paciencia de los pueblos. Falta actuar contra las dictaduras corruptas de Venezuela, Nicaragua, Cuba, que tienen a sus pueblos sumidos en la pobreza, sin libertades ni respeto a los DD.HH.
Algo similar a lo que pretendió hacer el expresidente peruano se hizo en Ecuador en el 2007 cuando el gobierno de la revolución ciudadana sacó a empellones a 57 diputados y luego se convocó a una consulta popular para instalar la Constituyente de Montecristi, al margen del ordenamiento jurídico de ese momento, con la anuencia de una población desinformada, mandos de la fuerza pública débiles y timoratos y unas élites pusilánimes, que se acomodaron, sin valores, en vez de defender los principios democráticos.
La diferencia, en Perú funcionaron las instituciones; las FF.AA. y la Policía estuvieron firmes junto a la institucionalidad y en contra del intento de golpe de Estado. Esto no significa que la fuerza pública esté junto al Congreso, que también está muy desprestigiado, al igual que en Ecuador, porque no contribuyen a la solución de los problemas acuciantes que tiene la gente.
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Columnista Invitado
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