¿Es viable la paz y la reconciliación?
Por Miguel Rivadeneira Vallejo
Aún cuando subsisten posiciones políticas irreconciliables, que buscan el desbaratamiento institucional, es importante agotar esfuerzos para la consecución de la paz y la reconciliación nacional. Aunque en estas condiciones resulte una herejía, es hora de impulsar y actuar con sensatez y sabiduría, mantener la esperanza para apagar las amenazas, desarmar las conciencias y deponer actitudes, que no generan buenos augurios y que no piensan en función de país, de respeto y sobrevivencia de las familias.
Nadie debe lavarse las manos. Al contrario, debieran dejar de lado las ambiciones que subsisten en aras de un bien mayor como es la paz y la concordia interna. Soslayar las ambiciones partidistas, de grupo y personales. Dejar de patrocinar las acciones malévolas y las trampas, que solo conducen a la destrucción. La violencia gana terreno cuando debiera mirarse como hermanos y no como enemigos. Por cierto, la paz nace de la justicia, que tiene una enorme deuda por actuaciones cuestionadas.
Todos debieran contribuir en esta hora de incertidumbre y de terror por la violencia que dejan saldos lamentables. La Iglesia Católica, con la reserva moral que tiene, está dispuesta a contribuir con este objetivo, pero requiere la voluntad y el acompañamiento del resto. El problema rebasa la estabilidad de un gobierno, que ha fallado, que ha cometido errores y está llamado a rectificar. Está en riesgo el futuro del país, que hoy es incierto.
Porqué no establecer de nuevo mesas de encuentros con la participación de todos los sectores para buscar acuerdos, lo que no implica abandonar legítimas demandas de atención ni las diferencias, que forman parte de una democracia. ¿Cómo no podemos estar unidos para desterrar la violencia y enfrentar a la delincuencia? Dejar de lado los odios y las polarizaciones que pueden llevar a un desastre interno. No puede ser que la maldad se imponga en desmedro de la mayoría. El país no aguanta más y todavía está a tiempo pero depende de la voluntad de todos, sin egoísmos, ambiciones ni rencores.
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Columnista Invitado
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