EL APOCALIPSIS
Por Miguel Rivadeneira Vallejo
Para algunos analistas el dictamen favorable de la Corte Constitucional para enjuiciar políticamente al presidente Lasso abre un futuro apocalíptico: la toma definitiva del Estado por parte de la delincuencia organizada, el fin de la democracia, el retorno del correísmo, el triunfo del movimiento indígena, de los movimientos sociales. En fin, un estado de cosas que sería peor al actual, y sabemos que la situación es extrema, con una delincuencia que claramente desborda la siempre limitada capacidad de respuesta estatal, con un mal funcionamiento de muchas instituciones públicas, con daños derivados de desastres naturales (algunos que se podían prevenir, como en el caso de Alausí), con corrupción a todo nivel, incremento de la pobreza, un sistema de salud lleno de ratas, en donde ahora matan a quienes tratan de limpiar la basura, etc.
Podría seguir enumerando los graves problemas que atravesamos; pensar que podría ser peor es bastante extremo, pero es verdad: siempre se puede estar peor.
No hay duda de que la Asamblea Nacional es una institución altamente desprestigiada, poco prolija y que refleja, sin importar cuantas veces repitan que actúan en bien del país, una lucha intereses mezquinos. El país y su destino son irrelevantes, el objetivo no es el bien común. Además, está el señor Iza amenazando a las instituciones si no hacen lo que la organización que representa, y sus aliados, han decidido.
Ya saben, la Constitución solo sirve en las secciones que les benefician, la democracia es buena solo en la medida en que refleja sus intereses; en lo demás es pura democracia burguesa, que se puede dejar de lado en nombre de las buenas causas que dicen representar.
El juicio político es una salida institucional, no es un golpe de Estado; es una opción para enfrentar una crisis. En los próximos días veremos cómo se alinean las fuerzas, al final se trata de un número, 92, lo que se requiere para que el señor Borrero asuma la presidencia o el señor Lasso siga en el cargo, preocupado por defender su reputación.
OPINIÓN
Miguel Rivadeneira Vallejo
Columnista Invitado
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