LA CALIDAD DEL AIRE
Por Rosalía Arteaga Serrano
Los recientes incendios desatados en Canadá, que cubren con una capa de humo y de partículas tóxicas no solo a una buena parte de ese país, como a Montreal y otras ciudades canadienses, sino que llegan inclusive a los Estados Unidos y concretamente a ciudades como Nueva York, han puesto de relieve dos temas importantes: Uno de ellos tiene que ver con el calentamiento climático, la elevación de las temperaturas en el planeta y los desórdenes con el clima, de lo que somos tan culpables los seres humanos y que tan funestas consecuencias está trayendo para el planeta. El otro es el relativo a la importancia de la calidad del aire.
Parecería que el aire, algo que lo hemos tenido gratuitamente y que nos lo dispensa de manera generosa la naturaleza, ha sido también agredido por el irresponsable manejo de los recursos, por la desidia en tomar acciones preventivas, así como también por fenómenos que se acrecientan por ese accionar, está tomando ahora un gran protagonismo en países desarrollados.
En América Latina, ya desde décadas atrás, hemos venido sufriendo temporadas en las que la combustión, causada o fortuita, de los bosques amazónicos, ha causado serios problemas con la calidad del aire en ciudades como Santa Cruz de la Sierra, Río Branco o Puerto Maldonado, en cuyas proximidades la quema de los árboles, ha causado desde hace décadas, serias complicaciones en sus habitantes, causando problemas respiratorios, cierres de escuelas y aeropuertos, dificultades en la visión y otros, que han significado una alerta para los ciudadanos y los gobiernos.
Ahora el problema está en el mundo desarrollado, no solo en California que ya venía sintiendo el problema de la combustión de sus bosques, así como Australia, o la zona de la Siberia Rusa. Ahora el humo llega a ciudades como Nueva York y Washington, lo que hace que las alarmas se prendan aún más.
No se trata solo de que alguien provoque intencional o accidentalmente los incendios que se propagan con facilidad en los ambientes secos, sino que también hay autocombustión, precisamente por esa misma sequedad del ambiente, y que luego se propagan con una rapidez enorme, movida por ráfagas de viento, bocanadas de aire caliente que sofocan a las personas y hacen que los incendios continúen.
De la calidad de aire depende en mucho la salud de las personas, y esa es una batalla que también la estamos perdiendo. Ojalá estos múltiples avisos modifiquen comportamientos y pensemos y actuemos en un mundo aún más sustentable
OPINIÓN
Por Rosalía Arteaga Serrano
Ex Presidenta Constitucional de la República del Ecuador
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