El juicio contra Trump es una mojiganga electoral
Por Rodolfo Bueno
El 6 de enero de 2021, partidarios del Presidente Trump evadieron los cordones policiales e ingresaron por la fuerza al Capitolio de Washington, lo que obligó a los legisladores a buscar refugio y suspender la sesión, en la que se contaba los votos de los comicios presidenciales celebrados en noviembre de 2020. Como consecuencia del asalto, fallecieron cinco personas, una de ellas oficial de la policía; unos 140 policías resultaron heridos y unas mil personas han sido acusadas por su implicación en los desmanes. Al retornar el orden, el Congreso confirmó la victoria de Joe Biden.
El Comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, compuesto casi en su totalidad por demócratas y que investigó los eventos, concluyó: “Donald Trump planificó un intento de golpe de Estado… Durante varios meses supervisó y coordinó un plan sofisticado de siete partes para anular las elecciones presidenciales de 2020… Trump difundió acusaciones falsas de fraude con el fin de contribuir a su intención de anularlas. El asalto al Capitolio amenazó gravemente la democracia”. Argumentaron que Trump era consciente de que sus declaraciones sobre el fraude electoral eran falsas, “pero las siguió repitiendo para crear una intensa atmósfera nacional de desconfianza y enfado y erosionar la fe pública en la administración de las elecciones”. El Comité determinó que quienes juraron proteger la Constitución y se dedicaron a la insurrección deben ser impedidos de ocupar cargos públicos.
Además de que el gran jurado de Nueva York culpó a Donald Trump de haber pagado 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels, para comprarle su silencio sobre una presunta relación sexual que tuvo con ella, y de los 37 cargos penales, por retener documentos clasificados en su residencia, el 1 de agosto de 2023, el gran jurado de Washington lo acusó por su relación en el intento de anular los resultados de la elección presidencial de 2020. La acusación sostiene: “A pesar de haber perdido, el acusado estaba decidido a permanecer en el poder. Más de dos meses después de la jornada electoral del 3 de noviembre de 2020, difundió la mentira de que hubo fraude en las elecciones, que en realidad él había ganado. Estas afirmaciones eran falsas y el procesado sabía que eran falsas”. El fiscal especial del Departamento de Justicia, Jack Smith, anunció que buscará un juicio rápido para Trump, por lo que describió como “un asalto sin precedentes a la sede de la democracia estadounidense, fomentado por las mentiras del acusado”.
Los cargos contra Donald Trump se levantaron cuando era el principal precandidato del Partido Republicano y las encuestas de Real Clear Politics le otorgaban un 45% de apoyo, frente al 40% de Joe Biden. Donald Trump es el primer expresidente de EEUU que es culpado de delitos graves, aunque ni la acusación ni la condena le impedirían postularse nuevamente a la presidencia, pues la Constitución de EEUU no prohíbe la elección de un enjuiciado ni de un condenado. De ser declarado culpable de todos los cargos, podría ser sentenciado a 641 años de cárcel.
Trump ha calificado a las acusaciones en su contra de caza de brujas y las comparó con las represiones durante la Alemania nazi; sus partidarios creen que son un intento de presionarle e intimidarle para que no se presente a los comicios de 2024. Trump negó haber cometido delito alguno y sostuvo: “A lo largo de décadas, los demócratas han hecho trampas, incluido el espionaje a mi campaña, pero utilizar a nuestro sistema judicial como un arma para castigar a un oponente político, que casualmente es expresidente de Estados Unidos y, con una gran diferencia, el principal candidato a la presidencia, nunca había ocurrido antes. Nunca”.
Trump es un ojo de pollo en el talón del establishment político estadounidense y es aborrecido por los neocon, tanto demócratas como republicanos. Mike Pence, quien fue su vicepresidente, declaró que “la denuncia es un importante recordatorio de que cualquiera que se ponga por encima de la Constitución nunca debe ser presidente de Estados Unidos… El 6 de enero, el expresidente Trump me exigió que eligiera entre él y la Constitución. Elegí la Constitución y siempre lo haré”, expresiones por las que fue comparado con Judas Iscariote por los partidarios de Trump.
Muchos opinan que Trump es acusado no por sus acciones o palabras, sino por lo que representa. Los miembros del deep state aborrecen a Trump con cada partícula de su cuerpo; tienen pánico de que pueda derrotar a Joe Biden en las elecciones de 2024 y, por lo tanto, han elaborado una estrategia legal para desprestigiarlo como candidato. Tratan de penalizar la libertad de pensamiento, la disidencia, las diferencias de criterio y la libre exposición de las ideas. Para ellos, Trump no amenaza la existencia del Partido Demócrata, sino a la democracia misma, y eso es lo que intentan detener.
Para Ronald Sievert, exfiscal del Departamento de Justicia de EEUU, la acusación contra Trump criminaliza el derecho constitucional a la libertad de expresión. “Como fiscal durante 25 años, estoy muy perturbado por esta acusación. Pensé que habría algo sólido, pero al leerlo vi que estaban acusando a Trump por tomar una posición en las elecciones con la que ellos, el fiscal y los demócratas, no están de acuerdo. Según nuestra Primera Enmienda, él tiene el derecho a creer y defender su posición, y espero que los jueces sean objetivos y desestimen el caso”.
Tom Fitton, presidente del grupo de vigilancia legal y electoral Judicial Watch, opina que la acusación es un acto de intimidación del Partido Demócrata contra todos y cada uno de sus oponentes políticos. El mensaje del régimen de Biden es: “Te meteremos en la cárcel si impugnas los comicios… Con su última imputación contra el expresidente Trump, por atreverse a disputar las elecciones presidenciales de 2020, la administración de Biden dejó atrás el Estado de derecho y la Constitución de EEUU”. Instó al Congreso a “hacer todo lo que permite la ley para deshacer este intento de destrozar nuestra forma republicana de Gobierno” y pidió a los tribunales que “den un paso al frente y pongan fin a este abuso fiscal sin precedentes”.
Sean Hannity, de Fox News, le preguntó a Donald Trump por qué, pese a las pruebas que hay contra Hunter Biden, hijo del actual mandatario, y los documentos que indican que siendo vicepresidente participó en un esquema criminal de sobornos, “no les pasa nada”. “Están siendo protegidos”, respondió Trump y acusó al sistema de justicia de EEUU de corrupto, unilateral e injusto, e hizo referencia a los esfuerzos de Joe Biden para conseguir el despido del fiscal ucraniano y detener una investigación por corrupción de Burisma Holdings, empresa ucraniana de gas en la que Hunter Biden formó parte de la junta directiva. “No es coincidencia que me acusaran el mismo día que se reveló que el FBI tenía pruebas explosivas de que Joe Biden recibió un soborno ilegal de 5 millones de dólares de Ucrania… No he leído nada al respecto en la prensa local. Esta habría sido la noticia más grande de la historia”, concluyó.
Glenn Greenwald, periodista ganador del premio Pulitzer, recalcó que la clase dirigente de EEUU está “petrificada ante la posibilidad de que Trump se presente de nuevo y gane, todas las encuestas ahora mismo muestran que lo haría. Temen su regreso a la Casa Blanca y creen que no tienen la oportunidad de derrotarlo. Pensaron que sí la tenían en 2016, pero él ganó”.
Toda esta mojiganga sucede porque el sistema electoral de EEUU no es solo arcaico y anacrónico, sino que supera lo que podría suceder en un manicomio anarquista. Ni siquiera tienen un tribunal supremo electoral, que regule y controle una elección, allá cada Estado hace lo que le conviene. Esto permite que haya más votantes que empadronados, que voten los muertos, que se vote varias veces, que voten personas de más de 120 años de edad, que se cuente los votos sin la presencia de la contraparte ni de testigos, que los empleados de los centros electorales llenen a la bartola las papeletas de votación y que se den eventos increíbles que dan argumentos creíbles sobre el fraude a Trump, se hace referencia a lo que pasó en el Estado de Míchigan. Cuando se cerraron los centros de votación, Trump ganaba con cerca de 100.000 votos, al día siguiente perdió con cerca de 18.000 votos; resulta que durante la noche llegaron 128.000 a favor de Biden y ni uno solo a favor de Trump. Este evento es completamente improbable que se dé. No se exagera.
Los problemas de EEUU son profundos y no se resuelven mediante elecciones. Da la impresión de que su sociedad se deshace a pedazos y se autodestruye, puesto que se ve intolerancia en todos los estratos sociales y todo se complica sin fin porque los políticos de ese país se dividen cada vez más en dos bandos que no se soportan y que, desgraciadamente, están armados hasta los dientes. O tal vez es hora de que a la Casa Blanca llegue alguien como Robert Kennedy Jr., que cambie la política de EEUU, de lo cual depende no sólo la paz interna de ese país, sino la del mundo.
OPINIÓN
Por Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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