OJO A LA ESCUELA
Por ROSALÍA ARTEAGA SERRANO
Escribo este artículo desde Kinshasa, la capital de un enorme país, con cerca de cien millones de habitantes, la República Democrática del Congo, a donde he sido invitada para participar en un evento con varios líderes africanos, pero también de otros países.
Intercambiamos experiencias y, por supuesto, hablamos sobre educación, mi tema favorito. Hubo coincidencias, recayendo la mayor de ellas en la importancia de la escuela, en la obligatoriedad de dinamizarla sin perder su esencia, en la necesidad de reforzar el vínculo entre los padres de familia y los maestros, tan elemental sobre todo a la hora de formar hábitos y valores.
Por ello he titulado a este artículo con “Ojo a la Escuela”, porque en medio de la dinamia que tiene el mundo, por las preocupaciones que se incrementan por el cambio climático, la violencia, la pobreza, la generación de empleo, se tiende a minimizar a la escuela, como esa especie de depósito de niños, como que no tuviera la trascendencia que debe tener.
No podemos perder de vista a la escuela, si, a aquella que forma a nuestros niños, que hace que aprendan la convivencia con los otros, a escuchar, a aprehender, a decir sus opiniones, a respetar a los demás, a establecer prioridades, a generar respuestas, a pensar, a ser creativos, a diferenciar lo que está bien y lo que no lo está.
Son tareas insuperables, claro está, además de aprender a leer, las matemáticas elementales, los idiomas, la computación, los deportes y un largo etcétera, que también vale, pero no tanto como lo que hemos enunciado en un principio y que vale para cualquier país, región o civilización. Vayamos a la esencia, no la descuidemos, porque corremos el riesgo de perdernos como raza humana, como seres evolucionados y con ganas de hacer bien las cosas.