A ochenta años de Teherán 1943
Por Rodolfo Bueno
A fines del año 1943 tuvo lugar la Conferencia de Teherán, el mayor acontecimiento diplomático de la Segunda Guerra Mundial, en el que por primera vez se encontraron el Mariscal Stalin de la Unión Soviética, el primer ministro Churchill de Gran Bretaña y el presidente Roosevelt de Estados Unidos. La conferencia reforzó notoriamente la coalición, que a la postre derrotó al nazi-fascismo.
Los mandatarios de las tres grandes potencias se reunieron en Teherán desde el 28 de noviembre hasta el 1 de diciembre de 1943, también participaron los ministros de relaciones exteriores y consejeros, tanto políticos como militares. Ese mismo año, en Argelia se fundó el Comité Francés de Liberación, que de inmediato fue reconocido por Moscú como gobierno legal y representante legítimo del pueblo francés. El Estado soviético fue el único de los Aliados que asumió esa posición.
Las condiciones políticas y militares eran las siguientes: las grandes victorias de la URSS habían quebrantado la columna vertebral de la Wehrmacht en Stalingrado, Kursk y el río Dniéper, donde se exterminaron las mejores unidades alemanas, por lo que el potencial ofensivo de Alemania nazi estaba maltrecho; se derrotaron a 218 divisiones y se le destruyeron cerca de 7.000 tanques y 14.300 aviones del Ejército Alemán; desde noviembre de 1942 hasta noviembre de 1943, el Ejército Rojo había empujado a la Wehrmacht entre 500 a 1.300 km al oeste y había reconquistado un total de 830.000 km² del territorio que Alemania ocupó a la URSS a partir del 22 de junio de 1941. “Si las cosas en la URSS siguen como hasta ahora, puede que no haya necesidad de un Segundo Frente la próxima primavera”, comentó Roosevelt.
Por estas razones, los alemanes no pudieron enviar parte de sus tropas a combatir a las fuerzas anglo norteamericanas en Italia, lo que significó la salida de ese país de la guerra y la caída de Mussolini. Alemania ocupó Italia, lo que debilitó la moral de sus tropas, tampoco pudo realizar sus planes de construir una flota de submarinos y aviones, con los que hubiera bloqueado a Inglaterra y hubiera obstaculizado el traslado de las tropas norteamericanas para la apertura del Segundo Frente. Por otra parte, EEUU no debió enfrascarse en grandes batallas aeronáuticas contra Alemania, lo que le permitió enviar gran parte de sus fuerzas a combatir contra el Japón en el Pacífico, para infringir a ese país numerosas derrotas.
En Moscú, durante la preparación de la Conferencia de Teherán, Gran Bretaña planteó desmembrar Alemania. La URSS, que distinguía al pueblo alemán de su camarilla dirigente, se pronuncio contra esta idea mediante la célebre frase de Stalin: “La historia nos enseña que los hitlers van y vienen, pero el pueblo y el Estado alemán permanecen”. Ya en la conferencia, EEUU propuso que después de la guerra Alemania fuese ocupada por los Aliados, que la controlarían en el futuro.
En la conferencia se establecieron las bases para la creación de las Naciones Unidas, organismo destinado a mantener la paz y la seguridad de sus miembros; se estipuló el derecho del pueblo italiano de escoger después de la guerra la naturaleza de su gobierno y se decretó el derecho del pueblo austriaco a liberarse del yugo alemán y existir soberana e independientemente, para lo cual anularon la anexión de Austria por Alemania. También se resolvió continuar la lucha contra las Potencias del Eje hasta que capitulen incondicionalmente. El tema central fue la apertura del Segundo Frente, de cuya realización dependía que terminara la Segunda Guerra Mundial y, por lo tanto, el destino de millones de personas del mundo entero.
Churchill estaba interesado en que Turquía ingresara en la guerra, puesto que ello ayudaría a que las tropas británicas entren a los Balcanes. Elliot, hijo de Roosevelt, cuenta en el libro “Así lo veía mi padre”, que él le dijo en Teherán: “Cada vez que el Primer Ministro insiste en la variante balcánica, a todos los presentes es evidente que lo que quiere es, antes que nada, introducir una cuña en Europa Central, para impedir que el Ejército Rojo entre en Austria, Rumania y, si es posible, Hungría”.
Churchill no quería que las tropas aliadas desembarquen en Francia en mayo de 1944 y especulaba con el desembarco en los Balcanes o en la isla de Rodas, no le gustaba que la URSS liberara Europa del Este. Creía que la entrada de Turquía en la guerra impediría la fortificación de la influencia soviética en los Balcanes; en cambio, Roosevelt consideraba que el desembarco en los Balcanes obstaculizaría la operación en Francia y que, posteriormente, si se hacía las cosas de manera adecuada, EEUU podría adelantarse a la URSS y derrotar a Alemania nazi.
A Churchill le fue imposible que los participantes aceptaran la variante balcánica como un Segundo Frente y sus planes, que no coincidían con las resoluciones de la Conferencia de Ministros de Moscú, no fueron aprobados porque, entre otras causas, era bastante improbable que Turquía entrara en la guerra en favor de los Aliados.
Cuando Churchill propuso que una comisión militar resolviera sobre la apertura del Segundo Frente, Stalin se opuso: “No es necesaria ninguna comisión militar, nosotros podemos resolver esta pregunta aquí, en esta reunión”. Cuando se planteó la fecha exacta del desembarco, Churchill comenzó un largo razonamiento del que se deducía que el desembarco no era seguro y que, en determinadas circunstancias, podría no efectuarse. Stalin se ensombreció, se levantó bruscamente, empujó el sillón, que se volcó con mucho estrépito, y dijo a Mólotov y Voroshilov: “Vamos, aquí no tenemos nada que hacer. Hay mucho trabajo en el frente”. Churchill se quedó pasmado y expresó que no le habían comprendido. Roosevelt, para calmar la situación, dijo: “Todos estamos hambrientos. Propongo suspender la sesión para asistir al almuerzo que nos convida el Mariscal Stalin”.
Al día siguiente se volvieron a reunir. “Señores -dijo Roosevelt durante el desayuno-, quiero comunicarle al Mariscal Stalin una novedad de su agrado. Hemos resuelto hoy que la operación ‘Overlord’ se ha fijado para mayo de 1944 y se realizará con el apoyo de un desembarco en el sur de Francia”. Stalin respondió con tranquilidad: “Estoy contento de esta decisión. Por fin, los aliados se comprometen formalmente a desembarcar en Francia. ¿Pero por qué les costó tanto dar la palabra?” ¿Sería esta la forma según la cual algunos historiadores de Occidente afirman que la URSS ‘rogaba’ a sus aliados por la apertura de un Segundo Frente?
Stalin anunció que, para impedir que los alemanes pudieran maniobrar sus reservas, la URSS se comprometía a organizar una gran ofensiva en varios lugares a la vez y aceptó el pedido de Churchill de que la URSS fuese magnánima en la victoria contra Finlandia, y ciertamente, lo fue. También se comprometió a declarar la guerra a Japón tres meses después de la derrota de Alemania.
Las resoluciones de Teherán fueron un balde de agua fría a las esperanzas de Hitler de que los Aliados no se pondrían de acuerdo. Pensaba que esa alianza se rompería, pues era inconcebible su mantenimiento, porque el nazismo, en sus raíces ideológicas, era mucho más cercano al capitalismo estadounidense y al imperialismo británico que el comunismo, del que los tres eran enemigos acérrimos.
Y casi tuvo razón. Antes del fin de la guerra existió la ‘Operación Impensable’, el plan británico para atacar a la URSS. Fue ordenado por Churchill y lo desarrollaron las Fuerzas Armadas Británicas. Contemplaba “imponer a Rusia la voluntad de Estados Unidos y el Imperio Británico”. Churchill ordenó al Ejército Británico apoderarse de armas alemanas, para usarlas contra la URSS luego de que Alemania se rindiera, y contaba con enrolar a prisioneros de guerra polacos y alemanes. Finalmente, la derrota electoral de Churchill de 1945 y la necesidad de la ayuda soviética a EEUU en el conflicto con Japón enterraron el ‘Plan Impensable’.
Por otra parte, el 21 de febrero de 1945 se inició en Berna ‘la Operación Amanecer’, en la que los jefes de las SS ofrecieron su colaboración a Occidente. Himmler quería pactar con EEUU y envió a Suiza al general Karl Wolff, para que negocie el apoyo a Alemania nazi en su lucha contra la URSS. Wolff se reunió en Zurich con Allan Dulles, futuro director de la CIA, para acordar que la Wehrmacht capitule y no se atrinchere en los Alpes. El 12 de abril de 1945 murió el Presidente Roosevelt, contrario a cualquier negociación con el nazismo. El 22 de abril, Dulles recibió las órdenes de suspender las negociaciones, en Washington no querían provocar a los soviéticos en los últimos días de la guerra.
En 1998, el Presidente Clinton desclasificó los archivos secretos de EEUU, que comprobaron lo estrecha que fueron las relaciones de ese país con las SS durante la Segunda Guerra Mundial. Poco cambió la heredera de esta vieja política, la administración Biden, que colabora con los criminales del régimen nazi de Ucrania, que EEUU instauró sangrientamente diez años atrás, y con el genocidio que el nazi sionismo comete en la actualidad contra el pueblo palestino de Gaza.
OPINIÓN
Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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