¿Reestructuración o eliminación de la Vicepresidencia de la República?
Por Mariano Jara
En 1.946 Ecuador tuvo su primer Vicepresidente, José Joaquín de Olmedo y presidió la Cámara del Senado del Congreso Nacional. Desde 1.978 el Presidente Constitucional de la República designa las funciones del segundo mandatario, mediante decreto. Hay que respetar y quien no se ajusta a la constitución de la República, que se vaya a la casa.
En la historia del Estado ecuatoriano, pocos Vicepresidentes que no hayan asumido la Presidencia han solicitado asilo; el último fue Alberto Dahik. Otros ex/Vicepresidentes han sido investigados por actos de corrupción, detenidos y condenados, mientras ejercían su cargo. Carlos Julio Arosemena Monroy, Vicepresidente de José María Velasco Ibarra, acusado de conspirar contra el Presidente y encarcelado sin juicio previo; fue privado por pocas horas de su libertad y apenas salió libre, asumió la Presidencia, al ser derrocado Velasco Ibarra. A ellos se suman el caso de Jorge Glass y María Alejandra Vicuña.
Al Ecuador le conviene la formula Presidente-Vicepresidente?
Sra. Verónica Abad, Vicepresidenta de la República del Ecuador, su lugar dentro del limbo institucional es el de la máxima paradoja: no es nada, no hace nada, pero puede serlo todo. Se trata de un rol sustituto ante situaciones de ausencia temporal o definitiva del Primer Mandatario.
Las relaciones con el Ejecutivo pueden ser de subordinación o de cooperación. La diferencia radica en el grado de adhesión e identificación con las políticas del Presidente por parte del Vicepresidente y el grado de confianza entre ambos, pero usted, no ha demostrada ni lo uno, ni lo otro y se ha convertido en la viuda del régimen; llora, se lamenta, despotrica, amenaza, desestabiliza y se pierde en el infierno de su maldad, mientras traiciona a su país.
La tensión o el conflicto surgen cuando la rispidez entre ambos emerge, producto fundamentalmente de una baja lealtad y acuerdo con las políticas que promueve el jefe del Estado, así que, no todo es color de rosa. La diferenciación conceptual entre tensión y conflicto radica en que, en la primera, el Vicepresidente (a) tiene poco poder político, mientras que en la segunda el Vicepresidente es capaz de ejercer su influencia gracias a su capacidad de operar sobre otros actores o, incluso, de saber aprovechar la oportunidad para que la chispa prenda y se produzca una crisis dentro del Ejecutivo.
Este caso se produce cuando el capital político del Vicepresidente es escaso y si bien puede haber discrepancias entre quienes conforman la fórmula, la tendencia es hacia la no confrontación; sin embargo, en los últimos años en Ecuador, han cobrado una singular relevancia los conflictos dentro de la fórmula presidencial que devinieron en auténtica crisis política, capaz de torcer el rumbo sin necesidad de golpes, pero dejar herida de muerte a la democracia.
Cuando se llega al nivel del conflicto muy probablemente haya debilidades de origen con alianzas más pragmáticas que ideológicas, como está ocurriendo en la pareja Noboa-Abad; sin embargo, el sentido de la oportunidad parece ser decisivo para dar el salto de la tensión a la conspiración abierta y finalmente llega, la traición.
Recordemos que en el 2018 fue el Presidente Lenin Moreno, quien conspiró contra Jorge Glas, ambos copartidarios de Alianza País, pero de facciones antagonistas. Primero, le quitó todas sus funciones por decreto y posteriormente la Contraloría General, destituyó a Glas. Su segunda Vicepresidenta, María Alejandra Vicuña, renunció al cargo acusada de corrupción, al poco tiempo se fue Otto Sonneholzner, para ser candidato a la Presidencia de la República y finalmente nombraron cuarta Vicepresidenta a Alejandra Muñoz.
Mientras la obscuridad persiste en el país y las lluvias son renuentes, la Asamblea Nacional retomó el juicio al ex-Presidente Guillermo Lasso, pero sólo perdieron el tiempo y quieren enjuiciar a la Fiscal General, el Presidente Daniel Noboa, se pronunció sobre una reestructuración de la Vicepresidencia de la República y decidió darle el encargo de “Embajadora de la Paz” en Israel a la segunda mandataria.
Verónica Abad, dio el grito al cielo y reiteró que el Presidente Noboa lo quiere lejos, pero le invitó a dialogar para que cambie la decisión. La ruptura era evidente y su odio manifiesto. Al parecer los motivos son otros y muy difíciles de superar. No obstante, la Vicepresidenta continúa acusando al primer mandatario de haber acordado con los correistas y social cristianos, el retorno de Rafael Correa. Enviarlo a Israel es un premio a su implacable conspiración a la democracia. Pensaba que Verónica Abad sería un factor de equilibrio para el gobierno, pero no, sólo está cavando la fosa a Noboa.
Pero ¿Qué hay detrás del rol más opaco dentro del núcleo del Gobierno? ¿Cooperación o alianzas virtuosas llenas de corrupción y odio o intereses personales que al final perjudican al país? ¿Si de reformar el régimen político se trata? por qué no considerar la opción de eliminar la Vicepresidencia?. Se necesita achicar el Estado y terminar con las espinas del camino.
Abad, debe hacerse a un costado, renunciar a la Vicepresidencia por dignidad. No puede pregonar a los cuatro vientos, que por ella “Noboa ganó las elecciones”, cuando todos sabemos que es una ilustre desconocida. Con su posición se convierte en una molesta sombra y pretende opacar la luz que ilumina al Presidente. La tensión es un estado previo, hasta que el Vicepresidente logra acumular un mayor capital político para lograr diferenciarse y llegado el caso, hacerse con la Presidencia. Designarlo como “colaboradora de la paz,” sin ningún conocimiento, no servirá para nada. A excepción de ingentes recursos económicos y por supuesto la inconformidad del pueblo. ¿Qué puede hacer alguien acostumbrada a la mentira? Sra. Vicepresidenta, le toca apreciar de lejos, lo que alguna vez tuvo cerca.! ¡Que tenga mucha paciencia de esperar para aspirar !, pero es mejor olvidar lo que uno tiene y recordar lo que uno vale.
OPINIÓN
Mariano Jara
Especial para Ecuador News
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