¿Dónde está la bolita en Guatemala?
Por Rodolfo Bueno
Finalmente, Bernardo Arévalo, sociólogo, filósofo y antropólogo, se posesionó de presidente de Guatemala. Su elección fue vista en el mundo como el rompimiento de más de 70 años de dominio oligárquico y empresarial; triunfó pese a las batallas jurídicas y políticas orquestadas en su contra por los sectores más retrógrados de Guatemala, que buscaban anular su victoria, y a los que no importó el apoyo mundial a la transición democrática de ese país.
Desde que fue electo en agosto de 2023, la Corte Suprema guatemalteca lo combatió mediante varios obstáculos legales e ilegales, como pedir la anulación del mismo proceso electoral y suspender la personalidad jurídica de Semilla, su partido político, por lo que los diputados electos de esa agrupación debieron jurar como independientes, arbitrariedades que fueron denunciadas por Bernardo Arévalo como intento de golpe de Estado. Incluso, la Embajada de EEUU emitió un comunicado en el que expresó su preocupación por los esfuerzos del gobierno de intervenir en el resultado electoral.
¿Dónde está la bolita? Pregunta el Presidente Biden. Y se contesta a sí mismo: No hay bolita, pues somos el soporte de la democracia en Guatemala. ¿Será cierto?
La democracia en ese país nació el 20 de octubre de 1944, cuando contra la dictadura de Jorge Ubico se produjo el levantamiento popular, dirigido por obreros, maestros, universitarios, intelectuales y gran parte del Ejército, que originó la Revolución de Guatemala, la misma que convocó a una Asamblea Nacional Constituyente, que produjo una nueva Carta Magna y garantizó a los guatemaltecos la instauración de una democracia representativa.
Juan José Arévalo, padre del actual mandatario, fue el primer presidente libremente electo en Guatemala. Gran intelectual, entre sus numerosas obras está la maravillosa sátira “Fabula del tiburón y las sardinas”. Durante su gobierno instituyó varias reformas sociales, basadas en el New Deal del Presidente Roosevelt, que beneficiaron a los sectores más pobres de la población, a la clase media y a los intelectuales, lo que él llamó Socialismo Espiritual y las administraciones de Harry Truman y del General Eisenhower consideraron comunista. En Estados Unidos entre 1950 y 1956 imperaba el Macartismo, cacería de brujas caracterizada por la intolerancia, por los interrogatorios y la represión a toda idea progresista, por la persecución de individuos por cualquier sospecha, por las acusaciones infundadas, por las listas negras, por despedir del trabajo y encarcelar a los sospechosos de ser comunistas, mecanismos de represión muy semejantes a los fascistas, razones por las que contra Arévalo, acusado de comunista, se dieron varios intentos de golpe de Estado.
Para 1950, el 76% de los campesinos guatemaltecos poseían menos del 10% de las tierras y tenían sueldos miserables, mientras que la United Fruit Company era dueña de más del 50% de las tierras cultivables, de las que solo cultivaba el 2.6%; además, dominaba la producción bananera y el ferrocarril, el único sistema real de transporte interno de Guatemala, también controlaba el transporte marítimo de las exportaciones guatemaltecas, y otras empresas estadounidenses controlaban la generación de electricidad, los teléfonos y los telégrafos, monopolios que no pagaban impuestos por el uso de los recursos nacionales.
El Coronel Jacobo Árbenz Guzmán llegó al poder después de ganar las elecciones de 1950; había sido ministro de Defensa desde 1945 hasta 1950. Pertenecía al grupo de militares que protagonizaron la Revolución de 1944 y era llamado “el soldado del pueblo”; los obreros, los campesinos, los maestros, los estudiantes y los intelectuales le dieron respaldo total. Su Plan de Gobierno se basó, en lo fundamental, en convertir a Guatemala de país con una economía feudal en un país con economía de mercado y autosuficiente.
Pero la Revolución Guatemalteca enfrentó innumerables dificultades orquestadas por la oposición, compuesta principalmente por terratenientes, grandes empresarios y directivos de la United Fruit Company, opuestos a las reformas impulsadas por los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz.
En enero de 1954, la revista Time publicó una entrevista a John Peurifoy, embajador de Estados Unidos en Guatemala y alto personaje del Macartismo, en la que expresó que “la opinión pública estadounidense podría forzar a su gobierno a tomar medidas para evitar que Guatemala cayera en manos del comunismo, puesto que EEUU no podía permitir la existencia de una república soviética entre Texas y el Canal de Panamá”, palabras que confirmaban que Peurifoy estaba al frente de un plan dirigido para derrocar al gobierno de Árbenz, pues Peurifoy expresaba no solo su opinión, sino la de la Casa Blanca, el Congreso y el Pentágono. Estados Unidos no iba a permitir la existencia de un “nido de víboras” a la entrada de su casa. Imposible.
La United Fruit Company, para pagar poco en impuestos, declaraba al fisco guatemalteco únicamente la vigésima quinta parte del valor de sus propiedades, de manera que cuando se hizo la reforma agraria, el Estado de Guatemala le dio una indemnización basada en esa información y no en el valor real de sus propiedades. El gobierno de Eisenhower acusó al de Guatemala de atropello y no aceptó dicha indemnización. John Foster Dulles, secretario de Estado estadounidense, alto dirigente del Macartismo y enemigo acérrimo del comunismo, exigió veinticinco veces más que ese valor. Sullivan and Cromwell, su firma de abogados, representaba los intereses de la United Fruit Company; Allen Dulles, su hermano, era el director de la CIA y miembro del consejo directivo de la United Fruit Company; John Cabot, hermano del subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, era presidente de la misma empresa, con lo que este cogollo cerraba el círculo infernal que amenazaba apercollar a Guatemala.
Poco después, el gobierno de Eisenhower acusó a Árbenz de ser comunista y organizó el golpe de Estado, que fue patrocinado por la United Fruit Company y fue ejecutado por la CIA. El 27 de junio de 1954, la contrarrevolución tomó el poder de Guatemala, bajo el mando del coronel Carlos Castillo Armas, que se encontraba exiliado en Honduras, y de Juan Córdova Cerna, director de la CIA en Centroamérica. El Coronel Árbenz debió exiliarse en Checoslovaquia, la URSS, Uruguay, Cuba, Suiza y México.
El gobierno estadounidense explicó a su pueblo: “Por primera vez en diez años, el pueblo de Guatemala respira el dulce aire de la libertad. Sólo días después de la renuncia del presidente rojo Arbenz, el líder de los rebeldes, Castillo Armas, ha tomado el poder. Miles de comunistas y sus acólitos están presos. Para la United Fruit, todo es normal; las tierras que habían sido apropiadas han sido devueltas”. Para no quedarse atrás, John Foster Dulles añadió: “El futuro de Guatemala está en manos del pueblo guatemalteco; está en manos de líderes fieles a Guatemala, los que no se convirtieron en agentes de un despotismo ajeno, que trató de llevar a Guatemala a un mal fin. Estos eventos son un glorioso nuevo capítulo en la gran tradición de las Américas”.
Castillo Armas nombró una nueva Corte Suprema de Justicia e inició un período de intensa persecución política en contra de dirigentes, intelectuales y sospechosos de ser comunistas. Se anularon los derechos adquiridos durante la revolución de 1944, en especial los otorgados por la Reforma Agraria. Su régimen expatrió o impidió el retorno al país de los que por razones políticas se habían exiliado de Guatemala.
Un hecho que durante ese gobierno conmovió a la sociedad guatemalteca fue el secuestro, tortura y asesinato de Rogelia Cruz Martínez, Miss Guatemala de 1958, que se había unido a las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR. En diciembre de 1967, fue raptada por las fuerzas gubernamentales y el 11 de enero de 1968 fue encontrada muerta con horribles señales de tortura. Las FAR se vengaron matando el 8 de junio de 1968 a John Gordon Mein, embajador de Estados Unidos en Guatemala. Ante el avance de las FAR, el Ejército de Guatemala tomó medidas drásticas para aplastarla. Desde entonces hasta la década de los 70, la actividad de las FAR se limitó a actos de sabotaje de poca monta; dos de los últimos fueron los secuestros de Alberto Fuentes, ministro de Relaciones Exteriores, y de Sean Holly, agregado laboral de la Embajada de Estados Unidos. Durante tres décadas, Guatemala vivió un sangriento conflicto interno, ejército contra guerrilla, cuyo resultado fue más de 250.000 víctimas y sobre los cuales no ha habido responsables debidamente juzgados.
Ahí está la bolita que oculta el Presidente Biden, y consiste en callar gran parte de la dura realidad guatemalteca, y como para él lo que se calla no existe, tampoco existe el “patio trasero”, donde en 1954 la CIA inició una operación encubierta, derrocar al presidente constitucional Árbenz; luego vendrían miles más, pues la Casa Blanca intenta dar la última palabra en las decisiones de los países del mundo. ¡Ah, qué soberbia y prepotencia! Pero, esta bolita está con agujeros y se desinfla.
OPINIÓN
Rodolfo Bueno
Corresponsal de Ecuador News en Quito
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