EL COSTO DEL DINERO
Por Rosalía Arteaga Serrano
Si bien el título podría indicar otra cosa, relativa a tasas, porcentajes, etc., lo que quiero hacer en este artículo, es llamar la atención de los lectores a la importancia creciente que las denominadas “remesas” significan para las economías latinoamericanas, y que indudablemente tienen por detrás el sacrificio de miles de migrantes que, desesperados ante la falta de soluciones de empleo en sus propios países, buscan en otras regiones, de economías más boyantes o más seguras, la posibilidad de encontrar empleos y recursos.
Pero esa solución no es solo personal, lo que buscan quienes salen de sus países y consiguen un empleo u ocupación remunerada en los destinos a los cuales emigran, es enviar dinero a quienes se quedaron, a cónyuges, hijos, padres, hermanos, que, en muchos casos, tienen como única expectativa e ingreso, lo que les llega desde el exterior, a través de transferencias o de couriers y que servirá también para pagar las deudas contraídas por causa del viaje y satisfacer las necesidades de quienes se quedaron.
Detrás de ese dinero que solventa necesidades familiares, hay un enorme esfuerzo, el de la migración ilegal que toma riesgos que ponen en peligro la vida de muchos, la posibilidad de ser abusados y explotados durante el viaje y también en los lugares de destino, las angustias de los grupos familiares que son testigos de lo que ocurre, el desmembramiento familiar, el abandono de los patrones de conducta que eran la norma en los tiempos anteriores y que desvirtúan los valores familiares de las poblaciones latinas.
Hay toda una gama de “negocios” en torno a esa migración ilegal, desde la de los coyoteros que lucran despiadadamente con las necesidades de los otros, hasta quienes venden tickets, prestan dinero, se apoderan de bienes, se quedan con parte de los salarios y un largo etcétera, que incrementa el dolor pero que no hace que disminuya el flujo de la migración hacia el norte.
Esas remesas, conseguidas a tan alto costo, benefician a las familias que se quedan, ayudan a solventar sus gastos, pero también inciden en la economía del país, de una manera decisiva. Hay datos por ejemplo de países como Nicaragua, Honduras y Jamaica, en donde el porcentaje del PIB de estos países provisto por las remesas es casi del 30%, cifras que seguramente están cercas de las que exhiben países como Ecuador.
En todo caso el desangre de los que se van es un precio altísimo, lo que hace que el “costo del dinero” sea excesivo, durísimo de pagar, además del éxodo de gente valiosa que no se queda en el país y que significa una pérdida enorme para el mismo.
OPINIÓN
Rosalía Arteaga Serrano
Ex Presidenta Constitucional de la República del Ecuador
Para ver más noticias, descarga la Edición