La edad de la ira
Por Juan F. Castanier Muñoz
El título corresponde a una serie de 170 cuadros que pintó Guayasamín entre los años 60 y 70, y que representan los problemas más acuciantes y dolorosos de la sociedad.
Viene al cuento ahora, cuando desde hace años que “el innombrable” utilizaba la tarima para insultar con furia a sus oponentes, para romper periódicos o para “ordenar” a los jueces como debían actuar frente a sus rivales políticos. Sus ojos se tornan desorbitados, existe un rictus de odio en su rostro, el ceño casi siempre fruncido y descompuesto, las gesticulaciones son propias de frustraciones contenidas, parecería que de un momento a otro le va a dar un patatús.
Entiendo que duerme, si en caso logra hacerlo, con el celular y la computadora a la mano, porque desde muy temprano inicia sus peroratas llenas de mensajes negativos y pesimistas: “que han hecho contigo patria?”, repite hasta el cansancio.
¿Creen ustedes, amables lectores, que será un despertar positivo, alegre, esperanzador, con renovados bríos, aquel despertar que se da emanando rencores y amarguras, con una carga tóxica evidente y revisando la agenda para ver “hoy a quién insulto o a quién ataco”?.
Entendemos que lo que le pasó con Moreno, luego las pérdidas de don Arauz y de doña González, la “botada” del Alembertcito del CPC, cuando ya tenían la contraloría en el bolsillo, la botada del Terán del CJ, con carcelazo incluido, la pérdida de “su” candidato en el concurso para la Contraloría, lo de la negación del recurso de revisión en el caso Sobornos y ahora, recién nomás, la declaratoria de la terminación de los periodos para 6 jueces de CN y semejantes “novedades” del caso Metástasis, deben ser razones como para “matar de irás” a quienquiera, pero, con todo y eso, debe pensar que la salud siempre está primero.
Pasar solo con rabia y con sentimientos negativos, a más de tener un impacto destructivo para la salud en general, altera el funcionamiento neuronal y no permite a las personas un raciocinio armónico y equilibrado, en otras palabras, a lo mejor el corazón se mantiene ardiente, pero sobrerrevolucionado, mientras la mente, irremisiblemente, va perdiendo lucidez.
OPINIÓN
Juan F. Castanier Muñoz
Columnista invitado
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