GOBERNAR NO ES SOLO PODER, TAMBIÉN ES HONESTIDAD
Por Holguer Mariano Jara
Hoy están todos los políticos, periodistas, apolíticos, jueces, fiscales, abogados, mafiosos, narcotraficantes, delincuentes organizados, asambleístas, reos y los letrados, abismados mirando lo confuso e intratable que es nuestro país.
El Presidente de la República, inesperadamente descubre que no hay Estado de Derecho, un Ministro de Estado, anuncia que hay zonas de ingobernabilidad, donde más vale no meterse, unos y otros nos cuentan que la gente está armada y que hay conflictos, inseguridad, desocupación, hambre, miseria y que, por eso, de vez en cuando hay muertos.
Para tranquilizar al pueblo, le dicen que el gobierno no tiene nada que ver con irregularidades, corrupción o violencia. Lo peor es que tienen razón, ellos no tienen nada que ver: se enteraron por la noche, viendo la televisión, ingiriendo desinformación y un trago amargo de mentiras.
Gobernar es difícil, con frecuencia es también desagradable y no es el modo más apropiado para ganar popularidad, desde luego. Gobernar obliga a enemistarse hoy con éstos y mañana con los otros, hasta quedar mal con casi todos.
Por eso nuestros políticos procuran evitarlo; prefieren hacer planes, leyes y dar declaraciones: en eso casi, no se equivocan y no hay riesgo. Los planes quedan siempre primorosos, pero no se cumplen, pintan el país a full color, que da gusto verlo, las leyes si lo hacen, son de un lirismo encantador y para que entren en vigor, arman broncas monumentales y si una declaración sale mal, se arregla con un desmentido y todos contentos.
El resultado no deja de ser pintoresco, hasta conmovedor. Les preocupa tantísimo a todos ellos, (los politiqueros) caernos simpáticos, que poco les falta, a veces nada, para decirnos que quien gobierna es otro, el que destruye el país está fuera del gobierno, que no les dejan gobernar, que el dinero se llevó y están demasiado pobres para hacer obras y atender al pueblo.
Gobernar es cosa seria, es cosa de todos los días, hay que mirar profundamente toda clase de detalles, se debe negociar y decidir, pero honestamente, imponerse a veces como si uno no tuviera dudas, a veces es bueno conceder, como si uno no tuviera la razón; pero lo que se debe tomar en cuenta y muy seriamente, es que hay que hacerse cargo de lo bueno, lo malo y lo catastrófico, sea de quien sea la culpa. Gobernar no es firmar contratos con sobre/precios, consolidar el nepotismo, impulsar el autoritarismo, destruir una ciudad o país, desaparecer los dineros del erario nacional y engañar al pueblo.
Los gobernantes ecuatorianos apenas intentan realizar alguna cosa, se atreven a decidir algo o empiezan a bajar su popularidad, retornan a toda prisa a lo suyo, a lo que saben hacer muy bien: a dar declaraciones sonoras, formular denuncias sin bases de sustento, a presentar propuestas de leyes y planes en teoría, aplicar la corrupción sin pujos ni tapujos, a ofrecer obras, a desmantelar la caja chica para festines y manipular al pueblo con engaños.
Mientras peor se ponen las cosas, más se multiplican las irregularidades y con ello el pan demonio está a la orden de los diablos de la política. Todos llegaron a esos puestos a fuerza de gritos, denuncias, mítines entusiastas y declaraciones escandalosas; cuando les toca gobernar se sienten extraviados, todo sillón les parece un paraíso, pero sus ideas y proyectos no pasan de ser monumentales mentiras.
El poder en el gobierno les ha convertido en un asunto de papel, nada toman en serio, todo es manipulable y desechable. Redactar planes integrales de combate contra lo que sea, redactar discursos y boletines de prensa entusiastas como anuncios de Coca-Cola, chistosos como monólogos de Cantinflas, redactar leyes como poemas del cantante y compositor Bad Bunny.
Lo cierto, es que gobernar es otra cosa: consiste en ordenar un territorio concreto, con la gente que vive allí, que tenga experiencia y lo más importante, que sea honesta. Y eso no es sencillo, no es bonito, no resulta simpático, no es fácil, no es de la noche a la mañana, no es de soplar botellas, no es como tomarse un whisky, se acuerda de todo, pero se olvida de sus responsabilidades.
Quien gobierna o desgobierna, siempre usa papel, en el que diseña un programa, escribe un discurso, una ley, un mensaje o simplemente una mentira y todo es perfectamente plano, la verdad, el papel aguanta todo.
Gobernar debe obviamente tener incentivos y su punto de equilibrio, la racionalidad, las instancias correspondientes, los procedimientos, los supuestos de ley y las autoridades competentes, la ética, moral, dignidad y sobre todo honradez. Fuera del papel, no hay nada que sea plano, ¿está claro?
Nuestros políticos tienen el buen sentido de borrar de la realidad todo lo que resulta demasiado incómodo, lo que puede afectar sus intereses personales y del movimiento político al que pertenecen o se deben. En este caso, además, están todos de acuerdo en que más vale que el asunto quede en un altercado periodístico, en comentarios de mercado, en estribillos de la oposición, en insultos de los sin voz y las condolencias obligadas por el relajo que en horas pasará al olvido.
Las incomodidades no señalan a nadie en particular, pero dice que todos son igualmente ineptos; peor: dice que no saben ni quieren gobernar, pero si robar. Lo suyo son los papeles y las encuestas de popularidad. Una acusación es un atisbo, mínimo, de la complejidad política del país, con la que nadie sabe qué hacer, solo ignorar.
El país les va quedando cada vez más lejos a todos. Gobernar es algo demasiado difícil; sobre todo si se compara con lo sencillo y bonito que es hacer declaraciones y firmar iniciativas de ley. Sólo hace falta un poco de imaginación y suficiente papel.
OPINIÓN
Holguer Mariano Jara
Especial para Ecuador News
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